La bienvenida al teatro de Miller en España
Con motivo del centenario del nacimiento de Arthur Miller (1915-2005), la Revista Digital de la Escena rememora la llegada de su teatro a España y su rápida recepción en la década de los cincuenta. El montaje de José Tamayo La muerte de un viajante, en 1952, marcó un precedente en la escena comercial de la época (apenas un año atrás, José Gordón estrenó la obra Todos eran mis hijos con el grupo de teatro universitario La Carátula) y sirvió de impulso a otras compañías y empresarios teatrales para representar las obras del norteamericano.
La muerte de un viajante (Foto: Gyenes)
“El buen teatro es aquél que consigue demostrar que la raza humana, a pesar de toda su variedad de culturas y tradiciones, es esencialmente una”. Con estas palabras pronunciadas por Arthur Miller en su Mensaje Internacional para el II Día Mundial del Teatro en 1965, el insigne dramaturgo parecía referirse a sus propias obras, a la universalidad de los conflictos que laten en La muerte de un viajante o Todos eran mis hijos. No es de extrañar por ello que la escena española no tardara en hacerse eco del talento de Miller, aunque todavía hoy nos siga sorprendiendo que la carga política y social de sus textos lograra esquivar la censura del régimen franquista. Más allá de los crecientes intereses de la España de los años cincuenta por estimular las buenas relaciones con EEUU, la clave de la introducción del teatro de Miller en nuestro país hay que buscarla en José Tamayo. Su determinación para conseguir los derechos de representación de La muerte de un viajante sentó un precedente crucial tanto en la escena nacional como en su propia carrera. Por aquel entonces, el director granadino perseguía el salto profesional con su compañía Lope de Vega, con la que se había propuesto renovar el teatro español de posguerra, combinando en su repertorio de teatro clásico con textos de Cocteau, Pirandello, Buero Vallejo o Calvo Sotelo. Sería durante la gira americana, que realizó con su compañía entre 1949 y 1951, cuando descubrió la obra que asentaría su prestigio en el panorama español: “Vi en Bogotá, representada por una compañía argentina que acaba de debutar, la obra de Arthur Miller, La muerte de un viajante. Es algo maravilloso, de una humanidad y un interés impresionante”.
Con esta misiva, Tamayo solicitaba ayuda a Alfredo Matilla Jimeno, Catedrático de Ciencias Sociales de la Universidad de Río Piedras en Puerto Rico y su gran aliado en América, para contactar con Miller a través de una entrevista que nunca conseguiría. Dicho intento frustrado no frenó el ímpetu del director que, gracias a los contactos del catedrático y a sus persistentes trámites, logró la autorización del autor estadounidense para traer a España su primer Pulitzer (el segundo lo ganaría por Panorama desde un puente, que dirigió Pedro López Lagar en 1958). Tras un costoso proceso, que incluyó correcciones por parte del autor a la traducción de José López Rubio, Tamayo pudo abrir el telón en el Teatro de la Comedia de Madrid el 10 de enero de 1952 con La muerte de un viajante, protagonizada por Carlos Lemos, Mary Carrillo, Josefina Díaz y Paco Rabal.
Siguiendo esta estela, López Rubio optó por prestar su versión de La muerte de un viajante al prestigioso grupo de teatro La Cazuela, de Alcoy, que la subió a los escenarios en 1957. La misma versión que volviera a tomar José Tamayo en su montaje de 1959 para el Teatro Español con un elenco totalmente renovado y con escenografía de Sigfrido Burmann.
Las brujas de Salem (Foto: Gyenes)
El estreno en el Teatro de La Comedia, que llegó a las 150 representaciones en Madrid, abonó el terreno para que otras compañías y empresarios se sumaran al impulso Miller. El propio Tamayo repitió en 1956 con un texto del autor: Las Brujas de Salem en el Teatro Español, del que ya era director. Paco Rabal y Berta Riaza protagonizaron lo que constituyó uno de los escasos ejemplos de teatro político en la España de la época por la clara alusión que Miller hacía a la caza de brujas del senador McCarthy, suavizada, no obstante, en la depurada versión de Diego Hurtado.
Todos eran mis hijos (Foto: Gyenes)
En 1958 Conrado Blanco produjo Panorama desde el puente, para el Teatro Lara de Madrid, bajo la dirección de Pedro López Lagar; años después, la Compañía de Berta Riaza y Ricardo Lucía, se enfrentan a Todos eran mis hijos, con escenografía de Emilio Burgos, estrenada en el Teatro Recoletos de Madrid en 1963. A estos montajes siguieron otros: Adolfo Marsillach monta Después de la caída en 1965, obra con tintes autobiográficos estrenada poco después de la trágica muerte de su ex mujer Marilyn. El precio, obra de madurez de Miller donde sale a relucir su origen judío y la bancarrota de su padre en el crack del 29, se estrena en 1970, en el Teatro Fígaro de Madrid, con dirección de Narciso Ibáñez Menta y los actores Fernando Delgado y Jesús Puente. Un año después, Fernando Fernán Gómez apuesta por la versión que Arthur Miller hiciera en 1950 de Un enemigo del pueblo, de Ibsen, montaje que le valió al actor el premio ‘El Espectador y La Crítica’ por su interpretación del Doctor Stockman.
Un enemigo del pueblo (Foto: Archivo CDT)
(Juan Miguel Tévar Angulo ha profundizado en las circunstancias de la llegada del teatro de Arthur Miller a España en su artículo “José Tamayo: la búsqueda desde el exterior de una estética innovadora para la escena española de posguerra (1949-1951)”, publicado en EPOS, XXVIII (2012), pp. 195-213).
El Miller más reciente en nuestros escenarios
Pilar Miró, Juan Carlos Pérez de la Fuente, Miguel Narros, Jorge Eines, Alberto González Vergel, Mario Gas y Claudio Tolcachir son los directores que se han enfrentado en las dos últimas décadas a los exigentes textos de Arthur Miller. A continuación, ofrecemos representativos fragmentos de algunos de estos montajes.
Cristales rotos, de Arthur Miller.
Dirección: Pilar Miró. Producciones Justo Alonso, 1995.
La muerte de un viajante, de Arthur Miller.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Centro Dramático Nacional y Focus, 2000.
Panorama desde el puente, de Arthur Miller.
Dirección: Miguel Narros. Andrea D’Odorico Producciones, 2001.
El Precio, de Arthur Miller.
Dirección: Jorge Eines. Producciones Pentación, 2003.
Las Brujas de Salem, de Arthur Miller.
Dirección: Alberto González Vergel. Teatro Español, 2007.
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Centenario de Arthur Miller La excepcional recepción del teatro de Miller en la España de los cincuenta lleva la firma de José Tamayo. |
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“Desde mi juventud, España ha ejercido sobre mi conciencia efectos especialmente importantes e incluso dramáticos”, confesó Miller al recoger el Premio Príncipe de Asturias en 2002. La Guerra Civil le supuso un doloroso “rito de iniciación al siglo XX”, que sanó con sus posteriores visitas a España de la mano de su mujer Inge Morath.
El estreno del montaje de Tamayo en 1952 originó una acalorada controversia en la prensa entre Torrente Ballester (detractor) y Alfonso Sastre (defensor) en torno a la vocación universalista de la obra y la moral de su protagonista Willy Loman.
Carlos Lemos, José Luis López Vázquez, José Sacristán y Jordi Boixaderas han tenido el privilegio de encarnar al decadente vendedor Willy Loman, protagonista de La muerte de un viajante y uno de los papeles más sobresalientes del teatro contemporáneo.
En contraste con la falta de actos de celebración en España, la escena británica aplaude el centenario estrenando The Hook, guion inédito de Miller ambientado en los muelles de Brooklyn, que quiso llevar al cine Elia Kazan en un intento frustrado por presiones políticas en los años cincuenta. Su estreno está fechado el 5 de junio en el Royal&Derngate de Northampton pasando después a Liverpool.
Aquí se pude acceder al vídeo promocional del espectáculo
