Presentación

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En paralelo al avance de los estudios escénicos en las últimas décadas, el Centro de Documentación Teatral (recientemente absorbido en el nuevo CDAEM) ha desarrollado durante más de un cuarto de siglo una labor dura y paciente que tenía como objetivo final preservar y generar, a título de patrimonio, así como acercar al estudioso, a los profesionales y a los aficionados, el mayor número posible de documentos perdurables con los que testimoniar, con la máxima fidelidad posible, siempre condicionada por la limitación de medios, la puesta en escena de muchas de las obras que han subido a las tablas de nuestros escenarios en los últimos cuarenta años. Se trata de documentos que, por su variedad (críticas y mucho otro material de prensa, imágenes fotográficas, grabaciones de los espectáculos, entrevistas filmadas, carteles, dosieres…), y en muchos casos, por su singularidad representan una riqueza enorme como testimonio y fuente de conocimiento únicos de la historia reciente de nuestra dramaturgia. Hasta tal punto que no es nada descabellado pensar en la consideración de gran parte de ese acopio documental como patrimonio raíz, en cierta medida inmaterial por la naturaleza evanescente de los espectáculos, de nuestra escena1.

Pues bien, como ejemplo de esta riqueza que hoy, gracias al carácter electrónico de los documentos y a las facilidades que ofrecen las redes, busca su difusión universal, el consejo de redacción de la revista Don Galán, fiel al sentido originario de una publicación que conjuga la investigación y el empleo cuantioso de materiales digitalizados, especialmente de naturaleza audiovisual, como fuente de investigación y apoyo demostrativo, decidió que el monográfico del número anual de la revista pusiese acento precisamente en el valor que para los estudios sobre dramaturgia y puesta en escena alcanzan tales materiales (Huélamo, 2019). Y, asimismo, se optó por vincular ese empeño al análisis de una selección de hitos escénicos correspondientes a puestas en escena inspiradas en textos en Federico García Lorca. Algo que servía al mismo tiempo como acto de justicia al gran dramaturgo granadino, todavía ausente hasta la fecha de los monográficos de Don Galán, y como acto de homenaje en este año en que se cumple el hito, en este caso biográfico, del centenario de la llegada del escritor a la “Residencia de Estudiantes” de Madrid, en una parte muy importante alma mater para su vivero creador.

Quedaba por elegir la nómina de los espectáculos que, en primer lugar, ha sufrido un condicionante básico: la selección, atenidos a uno de los criterios rectores del monográfico, que se funda, dicho está, en la decisiva inclusión de documentos testimoniales coetáneos, muy especialmente los de carácter audiovisual, limita grandemente el marco de elección. Aun con ello, así se ha decidido hacer buscando no solo ofrecer a los estudiosos, y también a los aficionados y profesionales de hoy, unos materiales exclusivos que permitan recrear en lo posible la experiencia original del espectáculo, sino, además, dotar a todos, y en especial a los responsables de cada uno de los artículos escritos que componen este trabajo, de una herramienta epistemológica que, en gran parte por vía de una aproximación experiencial, tanto de la puesta en escena (por medio de las grabaciones y fotografías de los espectáculos) como de su contexto y entorno (a través de la prensa del momento y de entrevistas actuales a protagonistas directos), les permitiese ahondar con criterio más fundado en el análisis y en el juicio de aquellas puestas en escena que se abordan a más de veinte y hasta casi cuarenta años de distancia desde la fecha de sus estrenos.

Tal exigencia documental explica que en la selección no figuren estrenos simultáneos a la biografía del autor, como tampoco aquellos, aunque muy limitados en número, que tuvieron lugar durante el franquismo. Solo un ejemplo lo ilustra: criterios de relevancia histórica, en cuanto a puestas en escena lorquianas, hubieran decantado con toda seguridad la presencia de Yerma, la producción que en 1971 llevó a cabo la Compañía de Nuria Espert con dirección escénica de Víctor García. No ha sido posible por la penuria documental que envuelve a tan mítico montaje. Siguiendo esta pauta, el primer montaje lorquiano del que ya se ha encontrado alguna documentación de peso en el orden audiovisual es Doña Rosita la soltera, estrenada en 1980 en el Teatro Español de Madrid, dirigida de forma destacada por Jorge Lavelli y protagonizada de modo no menos sobresaliente por Nuria Espert; es un espectáculo sobre el que se ha rescatado, a pesar de sus limitaciones técnicas, la grabación, fotografías y una reciente entrevista con Nuria Espert centrada específicamente en este montaje. A partir de ese terminus a quo, la selección ha querido ceñirse temporalmente a los dos polos que en las últimas décadas del siglo pasado concentraron principalmente los esfuerzos dramatúrgicos que tomaron como base el teatro de Lorca. Nos referimos, claro está, a la conmemoración sucesiva del cincuentenario de su muerte (1986) y del centenario de su nacimiento (1998), fecha que actúa como terminus ad quem de esta selección.

1 Sobre la valoración y alcance del empleo de este tipo de tecnología aplicada a los estudios de las puestas en escena, puede consultarse “Alcance epistemológico del teatro filmado: un esbozo de análisis sobre algunas puestas en escena de La casa de Bernarda Alba”, en G. Laín Corona y Santiago Nogales, Cartografía teatral. En homenaje al profesor José Romera Castillo, Madrid, Visor Libros, 2019, pp. 390-407.