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NúM 6
5. EL ESPECTÁCULO Y LA CRÍTICA
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ANÁLISIS CRÍTICO
Grabación

5.2 · Una crítica de No hay papel, de Beatriz Bergamín Serredi
No hay papel, hay palabras y vida


Por Mª Teresa Santa María Fernández
Universidad Internacional de La Rioja


 

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3. Entre la poesía y el teatro: entre el oír y el ver

En toda esa parquedad de elementos, pero de gran efectividad, como hemos comprobado, se observa la mano no solo de la escritora, cuyo dominio de la dramaturgia y su experiencia escénica es indudable, sino también el buen hacer del director de misma, Víctor Velasco. De la coordinación técnica se encarga Jaime Aroca, de la iluminación Jon Aníbal y del Arte y la Foto Cecilia Bergamín y Pedro Valdezate, respectivamente.

Explicado así parece una obra de cuatro amigos, pero lo cierto es que No hay papel representa un magnífico ejemplo y resultado sobre cómo se puede realizar un gran producto escénico con pocos, pero medidos y justificados recursos, si el texto, las palabras y las actrices acompañan. No existen, por tanto, excusas para que no haya papel para estas dos grandes intérpretes y sí razones para evitar la angustia y el trabajo extra de coordinación y promoción de la obra, búsqueda de locales y acuerdos con teatros que la puesta en marcha de este proyecto representa. Y de ahí que, si bien nos alegremos de que esa precariedad nos haya permitido descubrir a una gran autora dramática, gracias a la insistencia de su amiga Ángeles Martín, nos apene, como la misma obra proclama, la falta de ayuda y financiación para dar una situación digna a nuestras artes y a puestas en escena como esta.

Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades y obstáculos la obra ha sabido salir a flote y gozar de un número considerable de representaciones, y ha gozado de muy buenas críticas. Así, de “espectáculo luminoso y brillante, amargamente optimista y serenamente doloroso. Es un espectáculo perfecto, ambicioso y redondo en su fondo y en su forma. TEATRO CON MAYÚSCULAS (…)” lo define David García Vázquez en su blog Desde el Patio. Por su parte, el dramaturgo José Ramón Fernández Domínguez destaca que “Los textos de Beatriz Bergamín son carne de escenario: para ser respirados, callados, dichos, para herir al otro, para dar la paz. Para pasar de la pura belleza y la emoción a la broma y la distancia que nos deja el aire de una carcajada”. Y Eduardo Caballero corrobora que es “una obra teatral de las que debieran representarse durante todo el año; una obra inteligente, humana y “con un solo corazón”.

Por su parte, el director de escena Marcus Von Watchell lo considera “Un espectáculo desnudo, en el que no hay reproches, humano, lleno de risas y alguna que otra lágrima. Y crítico. Es un espectáculo que tienen el DEBER de contemplar, sentir y oír”. Y en esa misma línea de texto para dar que pensar y a pensar se refiere José Miguel Vila desde Diariocritico.com cuando afirma que “No hay papel es una metáfora de lo mucho que miles y miles de españoles ven, no ya en el teatro, sino en su vida cotidiana y que esta sociedad no parece atinar a restituirles: la dignidad que buscan”.

En las críticas se valora de manera manifiesta el trabajo como director de Víctor Velasco y la admiración hacia la labor interpretativa de las dos actrices protagonistas, Beatriz Bergamín y Ángeles Martín. En esta misma línea, Julio Castro destaca que “Son grandes contrastes los que ofrecen al público, al que estas mujeres suben hasta lo alto de sus propias emociones, para dejarles caer en la profunda sima de sus sentimientos. Pero tampoco puede faltar el humor crítico, ni el espíritu republicano. Es un plato de enorme interés en el menú de su puesta en escena, que no se limita a lo íntimo y personal de las situaciones, sino que ofrece entresijos por los que aventurarse a mirar, escuchar, leer”. Por su parte, desde EFECTO MADRID se destaca cómo “Velasco aporta ritmo al montaje gracias al juego de luces creado, al espacio sonoro oportuno y a unas actrices que entran y salen de sus personajes para llegar a ellas mismas y volver al personaje con una facilidad pasmosa. Historia que agarra un pellizco al espectador y le suelta días después”. De ahí que no deje de resultar cierta la casi crítica profética que realizó Elvira Rebollo desde TARDE DE TEATRO:

Me atrevería a decir que No hay papel podría convertirse en una de las grandes sorpresas de esta temporada. (…) La unión perfecta entre ficción y realidad, interpretación y testimonio. Ángeles Martín y Beatriz Bergamín se suben al escenario para contarnos una historia íntima y conmovedora. Un relato perfectamente hilado que representa los estragos que la crisis ha socavado en nuestra sociedad. (…) La interpretación es extraordinaria. Ambas actrices desprenden esa difícil capacidad de empatizar con el público por la franqueza con la que, lentamente, van desnudando el texto. En definitiva, es una de esas obras que te abraza, emocionándote de principio a fin...

Y prueba de esa emoción, de esa buena resolución de los diversos conflictos que confluyen en la obra resulta la buena aceptación del público, no solo de la crítica. No nos engañemos, poder representarla en diversos escenarios, aunque sean pequeños y durante pocos días, no resta mérito a esa dimensión “real” de la obra que supone la búsqueda de dos grandes actrices por encontrar un papel y un lugar para presentarse y presentar su propuesta. Y, desde su estreno el 8 de octubre de 2014 en la Sala Off de La Latina, con representaciones que se prolongaron todos los jueves hasta el 18 de diciembre, No hay papel y la ilusión de sus protagonistas ha vuelto a subir al escenario de la Sala Babel de Torrelodones el 23 y 24 de mayo de 2015, se ha representado en la Sala TÚ de Madrid durante los domingos de los meses de noviembre y diciembre de 2015, así como en el Teatro La Sensación de Ciudad Real, en la Sala Montacargas madrileña el 15 y 16 de abril de 2016 o en Centro de Arte Villa de Miraflores el 14 de mayo de 2016. Además, próximamente la obra iniciará una breve gira por Castilla-La Mancha y se realizarán algunas funciones dentro de Madrid Activa.

Dura realidad teatral en la que se ven inmersas un equipo magnífico y esas dos magníficas actrices, Beatriz Bergamín y Ángeles Martín. Y, sin embargo, pese a toda esa dureza de la realidad que invocan, el regusto final que nos queda no es pesimista ni angustioso. Seguramente, porque la poesía ayuda a que nuestra existencia sea más placentera y esperanzada. Esa invitación a soñar y no dejar de aspirar a que esos sueños se hagan realidad aparece como uno de los grandes motivos de toda la pieza:

JULIA‒ Acuérdate del poema que me dijiste por teléfono cuando llamaste a Venezuela… (Clara no contesta.) … el único poema que nos enseñó abuelo.
CLARA‒… Aprende a ser tu sueño…
JULIA‒ Aprende a ser el que eres hasta despertar…
CLARA‒ Aprende a ser el que sueñas…
JULIA‒… y no a soñar el que eres, como hacen todos.

Y de nuevo esa alusión y presencia del abuelo  ‒real y fantasmal de la escritora– queda evocada como relevo de un testigo lírico que recuerdan otros versos, los que Clara-Beatriz recita para su hermana y para nosotros y que sirven también como broche y resumen del contenido realista y poético de toda la pieza:

CLARA.‒ (Saca un papel del bolsillo y lee el poema para Julia.) Y al despertar, resurge lo real. Con esa levedad que suele tener todo principio. En las horas que advienen, el azar toma cuerpo, se hace el sueño, materia, que a veces no resiste; si es débil el latido, se conmueve, o se va. Otras veces persiste, lo real. Se posa. Se afina. Se afianza. El sueño que tuvimos engarza los fragmentos, lo cual, no es esperanza, pero sí permanencia. Y penetra la carne, con esa ligereza y esa profundidad de la alegría cumplida. Pero cuando se abre la boca de la noche… Incendio o transparencia. Todo vuelve a empezar.

“Todo vuelve a empezar”. Nuestros sueños, la representación, nuestra vida, la realidad. Ese es nuestro papel, el de las protagonistas y el de las actrices de carne y hueso cuando se desprenden de su máscara teatral, pero también el de nosotros cuando dejamos la butaca y el espacio cómodo que teníamos como espectadores. Hay espacio y papel para los sueños, a pesar y con el pesar de lo vivido y de lo que nos rodea. Volvemos a ser niños, repetimos las mismas preguntas en las diversas entrevistas que nos hacen, nos reencontramos siempre con la adversidad y con la realidad que se empeña en infiltrarse en nuestra existencia. Se cierra el círculo que describe la obra, pero solo para abrir uno nuevo en ese lago teatral donde por un momento las hemos visto –nos hemos visto– reflejados.

 

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