Afortunadamente, se han conservado casi 150 cartas dirigidas por Gregorio Martínez Sierra a su esposa y colaboradora, María de la O Lejárraga (1874-1974), por lo que nos ha resultado posible reconstruir con alguna precisión este recorrido. De todo su epistolario conocido, compuesto por alrededor de 150 cartas, casi el ochenta y cinco por ciento de ellas, 123 exactamente, se refieren de manera pormenorizada a la creación y consolidación de la Compañía –46 cartas–, a su declive en España a partir de 1924 –32 cartas–, y a su actividad por escenarios americanos desde 1926 (Argentina, México, Cuba, Puerto Rico, Venezuela y Uruguay) hasta su disolución en 1930 (45 cartas). Dado el carácter de este ensayo y las obvias limitaciones de espacio, remito a la consulta de dicho epistolario a quienes deseen un conocimiento más exhaustivo (Checa Puerta 1998), por lo que aquí únicamente ofreceré algún extracto del mismo que me permitirá trazar los perfiles que marcaron la actividad empresarial de Gregorio Martínez Sierra al frente de la compañía de comedias que llevaba su nombre.

Hechos estos preámbulos, quizá habría que continuar apuntando que el proyecto de Gregorio Martínez Sierra se caracterizaba por ser un modelo sustentado sobre la necesidad de asumir el control de las tres actividades fundamentales que desarrollaba una empresa teatral de gran envergadura: la producción, la creación y la exhibición. Por esto, parece oportuno considerar que era imprescindible para Martínez Sierra reunir un grupo de colaboradores, no necesariamente un equipo, que, con mayor o menor responsabilidad, fuera capaz de asumir una parte significativa de las tareas. En este sentido, quizá uno de sus méritos principales fuera saber rodearse de artistas eficaces y, en algunos casos, brillantes. En algunos casos, sería la empresa de Martínez Sierra la que introdujera en el panorama escénico profesional a diferentes artistas que luego irían adquiriendo una dimensión individual extraordinaria y que se convertirían en referentes fundamentales del teatro español del primer tercio de siglo. Dejando a un lado la extensa nómina de actores y actrices, sin duda encabezada por Catalina Bárcena, habría que reseñar aquí nombres tan destacados como los de Sigfredo Bürmann, Manuel de Falla, Manuel Fontanals, Federico García Lorca, Fernando Mignoni, Rafael Pérez Barradas, o José María Usandizaga, entre otros. Además, habría que destacar la contribución de su esposa, María de la O Lejárraga, tan determinante para el buen funcionamiento de la empresa que, en mi opinión, debería entenderse el nombre Gregorio Martínez Sierra como una razón social (Martínez Sierra 1953). Más allá de la conocida colaboración en la escritura de textos firmados por Gregorio Martínez Sierra, María intervino de manera prácticamente exclusiva en la traducción de obras extranjeras y en diferentes asuntos relativos a la gestión, especialmente en lo referido a mantener correspondencia con colaboradores y atender diferentes necesidades del negocio. A pesar de la polémica suscitada en torno a la cuestión de la autoría, de la que no me ocuparé en estas páginas, creo que no debería tampoco perderse de vista el hecho de que producción y exhibición eran asuntos de importancia capital para entender el éxito que esta iniciativa consiguió desde un primer momento. Tampoco habría que dejar de lado la circunstancia de que su experiencia como director editorial de Renacimiento y su condición de presidente de la SGAE le permitieron a Martínez Sierra acceder desde dentro al mundo editorial y conocer de primera mano un repertorio nacional y extranjero que pudiera completar el que llevaba su firma. Para cuando se inició la andadura de la compañía en 1915, Martínez Sierra era ya una personalidad cuyo éxito estaba ligado a títulos como Canción de cuna, Primavera en otoño, Lirio entre espinas, La Tirana, Margot, Las Golondrinas, o El Amor brujo, entre otros, que pueden situarse entre los principales éxitos de crítica y público del teatro de preguerra.