Quienes paseen hoy por la calle Arenal de Madrid, reconocerán muy próximos tres locales de especial relieve, a saber, la Iglesia de San Ginés de Arlés (en el número 5), la Chocolatería de San Ginés (en el número 13) y, en medio, la discoteca Joy Eslava (en el número 11). Es muy probable que sean pocas las personas que recuerden que en este último lugar se desarrolló, hace ahora un siglo, una de las empresas teatrales más interesantes de la escena española de los últimos cien años: el Teatro de Arte, fundado y dirigido por Gregorio Martínez Sierra (1881-1947), y sede principal de la Compañía Cómico-Dramática Martínez Sierra, creada en 1915 y disuelta, al final de una gira por América, en 1930. A lo largo diez temporadas, Martínez Sierra impulsó desde las tablas del teatro Eslava un proyecto renovador que trataría de aproximar algunas de sus propuestas escénicas a lo que pudiera entenderse entonces por teatro moderno (Martínez Sierra 1926). Ni el proyecto surgiría ex nihilo ni, obviamente, los logros serían siempre satisfactorios; pero si hacemos un recorrido atento por lo que fue la actividad de este empresario-director, reconoceremos el valor de algunos de los hitos que marcaron su trayectoria y comprenderemos cómo sus aportaciones incidieron de manera muy positiva en la evolución del teatro español desde el primer tercio de siglo, periodo particularmente brillante en muchos órdenes de la vida artística y cultural española. Por lo que a la Compañía Cómico-Dramática Gregorio Martínez Sierra se refiere, su trayectoria marca diferentes momentos de inflexión que nos permitirían establecer tres períodos bien diferenciados. Así, tras un tiempo de preparación y un breve recorrido por Cataluña y Levante (1915), se abriría la fase más significativa de su trabajo, que se desarrolló en el teatro Eslava entre 1916 y 1923 [Fig. 1, Fig. 2, Fig. 3, Fig. 4, Fig. 5, Fig. 6 y Fig. 7]. Conviene no olvidar que este teatro, anteriormente llamado Salón de Conciertos (1870), había sido una de las sedes habituales del género chico. De hecho, el empresario que antecedió a Gregorio Martínez Sierra fue el maestro Vicente Lleó, quien estrenaría allí piezas tan conocidas como La Corte de Faraón (1910) y La Tirana (1913), esta última con libreto del propio Martínez Sierra. A partir de 1923, la ¹crisis general que experimenta el teatro, especialmente aguda en el año 1924, abre un período de transición que se prolongaría hasta 1926, en el que se mantiene la Compañía, pero que podría considerarse el periodo final del llamado Teatro de Arte. Finalmente, desde ese momento y hasta el año de su disolución en América (1930), la compañía servirá a Martínez Sierra para explorar nuevos mercados al tiempo que hacía rentable un repertorio ya consolidado, con algunos textos nuevos, y, sobre todo, lo aproximará a su nuevo reto, animado a probar suerte en el cine de Hollywood. Es cierto que podría pensarse en una última etapa a finales de los años cuarenta, cuando Gregorio falleció (1947), y Catalina Bárcena, de regreso a España tras el exilio, recuperó el nombre de la compañía y repuso a lo largo de cuatro temporadas algunas de las obras que les habían dado prestigio en el pasado, como Sueño de una noche de agosto (T. de la Comedia de Madrid, 18.02.1949); Mamá (T. de la Comedia de Madrid, 10.01.1950) o Primavera en otoño (T. Infanta Beatriz de Madrid, 30.09.1950), con un elenco en el que encontramos los nombres de Catalina Bárcena, Irene, Julia y Emilio Gutiérrez Caba o Encarnita Paso, entre otros; sin embargo, el paréntesis de esos diez años, la renovación casi completa del elenco de los años 20 y la desaparición del propio Gregorio, nos hacen pensar que el mantenimiento del nombre era una cuestión sentimental, pero también publicitaria, que buscaba el recuerdo y la aceptación de un público que mantuviera en su memoria los éxitos cosechados veinte años antes, cosa que no sucedería.