1. MONOGRÁFICO
1.5 · La narrativa de Cervantes. Reescrituras españolas para la escena (1950-2014)
Por Jerónimo López Mozo
9. Las reescrituras cervantinas más recientes (2011-2014)
Casi con tanta frecuencia con la que don Quijote, Sancho y otros personajes de la inmortal novela han viajado a los escenarios, lo han hecho en los últimos años los locuaces canes Cipión y Berganza. A los ya citadas espectáculos de Solo y Cía, Ítaca Teatro y de La Abadía, se sumaron otros tres: los de Morfeo Teatro en 2011; [In]constantes Teatro, un año después; y Els Joglars en 2013. Fiel al original fue la propuesta de Morfeo Teatro, con la única licencia de que los perros mudaban en un mendigo harapiento y en un hidalgo depauperado trasunto del mismísimo Miguel de Cervantes. Vestidos como si hubieran despojado de sus prendas a personajes retratados por Velázquez, ambos se enfrascaban en disquisiciones sobre la corrupción, lo que separa la realidad de su apariencia, el desmedido interés por lo que nos atañe y el desprecio por lo que nos es ajeno, pero también sobre el valor de la amistad. Emilio del Valle e Isidro Timón, autores del texto para [In]constantes Teatro, situaron la acción en el camerino de un teatro, en el que dos actores secundarios mantenían una larga conversación sobre su oficio y sus peripecias, mientras se preparaban para caracterizarse de perros, siguiendo luego, ya sobre un tablado, la representación del diálogo que Cervantes puso en sus bocas al concederles el uso de la palabra. El espectáculo de Els Joglars se desarrollaba en una perrera, en la que el vigilante nocturno era testigo mudo de la conversación de dos canes de compañía, un poco parecida a la que mantenían los perros callejeros de la novela, acogidos en el vallisoletano Hospital de La Resurrección. No era Cervantes el principal proveedor de palabras, sino el trío formado por Albert Boadella, Martina Cabanás y Joan Fontseré. El resultado era una mordaz y decepcionante diatriba contra una sociedad, la actual, incapaz de sentir afecto por nada ni nadie, despilfarradora y sometida a la tiranía de las modas inútiles y caras. Donde el Príncipe de los Ingenios había puesto sabrosos razonamientos, ellos pusieron comentarios a cuestiones de actualidad como la subida del IVA cultural o los peligros de las centrales nucleares. Cuando dos jóvenes defensores de los derechos de los animales ponían fin a la representación sacando de la perrera a los canes charlatanes, muchos espectadores también se sentían aliviados [Fig. 17].
El licenciado Vidriera tuvo una curiosa presencia, pues su historia era contada por un narrador e interpretada por pequeños objetos de uso cotidiano manipulados por él, entre ellos un botijo, una cantimplora, una botella de Tío Pepe con su chaquetilla roja y sombrero andaluz, dos o tres jarras de barro, un embudo y una taza de desayuno. ¡Gaudeamus! era su título, la Chana Teatro el nombre de la compañía y Jaime Santos el creador y ordenador de tan singular juego escénico.
De miscelánea teatral cabe calificar El maravilloso retablo de las maravillas europeas, espectáculo de Escena Erasmus incluido en el programa “Las huellas de La Barraca” de la Sociedad Estatal Acción Cultural Española, que recorrió buena parte de la geografía española durante el verano de 2011. La compañía, creada para la ocasión en el seno de la Universidad de Valencia, estaba integrada por estudiantes procedentes de seis países. Dirigidos por Pep Sanchis, responsable del grupo universitario Assaig, interpretaron un texto elaborado por los filólogos Anna Martí, Daniel Tormo y José Vicente Valero a partir de El retablo de las maravillas, otros entremeses de Cervantes y fragmentos del Quijote, al que añadieron sus propias reflexiones sobre la identidad de la actual sociedad europea, incluidas las críticas a la clase política y al poder económico que ahoga a los ciudadanos. El resultado era un repertorio de vicios y virtudes expuesto de forma desenfadada y festiva, bien aliñado con canciones y bailes populares del Viejo Continente.
2012 devolvió a los escenarios a un don Quijote que, sin renunciar a la teatralidad de sus aventuras y al ambiente mágico que suele envolver su presencia, recuperaba su dimensión intelectual, la cual nos llegaba por tres caminos: a través de la palabra de Cervantes; de la de José Ramón Fernández, autor de la pieza y uno de los dramaturgos contemporáneos que más cuida y mejor provecho saca de la riqueza de nuestra lengua; y de las recuperadas por este entre las muchas que dedicaron a la inmortal novela y a su protagonista creadores como Antonio Machado, Miguel de Unamuno o Pier Paolo Pasolini. Yo soy Don Quijote de La Mancha, título de la obra, ahonda en los aspectos que definen a quien ha venido a ser una referencia moral en una sociedad que con frecuencia olvida el valor de la solidaridad [Fig. 18]. Loco o cuerdo, estamos ante un ser cuya naturaleza le inclinaba a hacer el bien, sin pensar en los obstáculos que había de sortear. Por eso, su actitud es un ejemplo para todos. Lo fue antaño, aunque no siempre se siguiera, y lo es ahora, en un momento en que la ética anda por los suelos y la justicia no cumple como debiera su obligación de amparar a los más débiles. Para dar cauce a una reflexión contemporánea sobre la figura de don Quijote, José Ramón Fernández planteó su obra como si se tratara del ensayo de una adaptación teatral del Quijote, lo que le permitía añadir, a la escenificación de algunos de sus episodios, los comentarios de los actores sobre el trabajo que les tenía ocupados y conversaciones en las que salían a relucir recuerdos de sus vidas profesionales. Los intérpretes, en número de tres, pasaban de ser ellos mismos a meterse en la piel de sus respectivos personajes: José Sacristán en el de Don Quijote, Fernando Soto en el de Sancho Panza y Almudena Ramos en el Sanchica. La presencia de un violonchelista que ocasionalmente se sumaba a la acción completaba el reparto. El continuo ir y venir de las páginas de la novela a los juicios de los actores sobre su protagonista iban redefiniéndole a la luz de nuestro tiempo y, al mismo tiempo, dejando constancia de que practicar la bondad sin esperar nada a cambio es una heroica aunque no desdeñable utopía.
En ese mismo año, Raúl Herrero, editor y escritor emparentado literariamente con el postista Antonio Fernández Molina y el dramaturgo Fernando Arrabal, publicó Cervantes de perfil o la venta de los milagros, pieza que tuvo su primera redacción en 1996. En ella nos presenta, en un breve preludio, a Cervantes postrado en su lecho de muerte, justo en ese momento en que los recuerdos surgen en forma de sueño. Sigue un ballet de los ideados por Gómez de la Serna con decorado y vestuario diseñado por Dalí, en el que los danzantes parecen escapados de las pinturas negras y los grabados de Goya. A su conclusión, Cervantes acude al encuentro con su pasado y lo hace a lo largo de tres actos y un interludio en un escenario tan adecuado como una venta. En ella encuentra, entre los huéspedes, a algunos de sus personajes, con los que dialoga. El texto, compuesto con palabras que Herrero tomó prestadas de las que Cervantes puso boca de sus criaturas y con otras de su cosecha, se suma a la larga lista de los escritos en homenaje al autor del Quijote.
Aunque escrita en 2009, también vio la luz en 2012 el “jeu d’esprit” en un acto Preludio para la mano izquierda, del barroco y vanguardista José Manuel Corredoira, monólogo que forma parte de la trilogía Iluminaciones al público. Su único personaje, Ulfiano Seisdedos Cervantes, viajante en correrías y protomártir de la escritura, desde su yacija en el antiguo hospital de la Resurrección, va desgranado un discurso, cuya comprensión resulta difícil, tanto por su contenido, como por el hecho de que el texto carece de signos de puntuación. Quien mejor lo ha desentrañado es Domingo Miras, prologuista de la obra, del que tomo prestadas sus palabras, pues unas pocas le bastaron para resumir su argumento y desvelar su poso cervantino:
Podríamos analizar (intentarlo, tal vez) al solitario monologuista […], ese inefable Ulfiano Seisdedos Cervantes que, arrumbado en hórrido hospital propicia la venida del sueño fantaseando su propia condición de escritor que creará al gran personaje Don Hilarión, un hidalguillo de aldea jubilado longirrostro y churruliero con la categoría de catedrático emérito extraordinario que, tras leer y leer más novelas policiales a todo pasto, acabará por salir de su aldea a la busca de crímenes que solucionar y resolver y que, naturalmente, necesitará el inexcusable complemento de un personaje típicamente sanchimpancesco maganzón y algo tilingo que habrá de acompañar a nuestro hidalguete de barrio durante sus aventuras por la Siberia extremeña… Ah, las fantasías precursoras del sueño, tantas, tan variopintas y fecundas: ¿cómo no recordar las vueltas que daba en la cama el inmortal narrador en el trance de comenzar a rechercher le temps perdu? (Miras, 16,17).
2013 nos trajo un ñaque apto para todos los públicos titulado Don Quijote: la historia secreta, escrito por el dramaturgo salmantino Mon Hermoso para Teatro del Poniente. Sus dos intérpretes, cómicos fugados de la cárcel, contaban con desparpajo el contenido de un resumen del Quijote que el Duque de Béjar habría encargado a un imaginario Tomé de Montemayor para no tener que leerse de cabo a rabo la novela que Cervantes le había dedicado. El disparatado diálogo estaba plagado de guiños a la actualidad, como la denuncia del lamentable estado de la sanidad pública, formulada a propósito de la imposibilidad de llevar a urgencias a don Quijote herido, porque tal servicio había sido suprimido.
A finales de ese año, la compañía Ron Lalá pondría broche de oro a la larga lista de Quijotes teatrales habidos hasta la fecha. Tras el salto del café teatro y los salones de actos a los escenarios y del éxito cosechado en éstos con su espectáculo Siglo de Oro, siglo de ahora (folías), puso en pie En un lugar del Quijote, con dirección de Yayo Cáceres. Fiel a su lema “Humor, Música, Teatro”, había algo que le distinguía de otros espectáculos de parecida factura, en los que los aspectos literarios del texto son habitualmente descuidados. Aquí había un trabajo riguroso desarrollado por Álvaro Tato, miembro de la compañía además de poeta y dramaturgo. Por una parte, preservaba el sabor del rico lenguaje áureo, que era expresado mediante formas poéticas clásicas. Por otra, dejaba que por todos los poros del espectáculo respirara el espíritu moderno y un punto irreverente que es, con el concurso activo de la música en directo, seña de identidad de Ron Lalá. Tales eran los mimbres de una función en la que el protagonismo se lo repartían Miguel de Cervantes y Alonso Quijano. Éste, encerrado en su biblioteca devorando los libros de caballería que alimentaban su imaginación. El escritor, redactando su obra maestra mientras a su cabeza acudían los recuerdos de su accidentado paso por la milicia, de su obligada condición de culo de mal asiento, que le llevó a recorrer buena parte de España, y de su vida literaria. Los saltos de las páginas del libro a la recreación de lo escrito en él se sucedían sin tregua y también los temporales, que permitían introducir afilados y jocosos comentarios sobre nuestra época, los cuales dejaban claro que, en determinadas cuestiones, los males del siglo XXI siguen siendo los del XVII [Fig. 19].
En vísperas del Cuarto Centenario de la primera parte del Quijote, el profesor y crítico Pedro Barea, repasando los estrenos que se avecinaban para conmemorarlo, comentaba que, quizá, Alonso Quijano y compañía hayan sido más fecundos en las artes narrativas que en el teatro, pero recordaba que, aun así, su presencia en las carteleras había sido constante a lo largo de sus cuatro siglos de existencia, aunque sea justo decir que más en espectáculos de danza y musicales que en teatro hablado o de “verso” (Barea). Todo parece indicar que seguirán paseándose por los escenarios. De momento, de cara al inmediato cuarto aniversario de la publicación de la segunda, Ainhoa Amestoy ha devuelto a los escenarios su Quijote. Femenino plural. Sanchica, princesa de Barataria. Amén de dejar el título en un escueto Sanchica, princesa de Barataria y de aligerar alguna escena, como la del palacio de los Duques, el cambio más significativo es el desdoblamiento de la protagonista en dos personajes con el mismo nombre y función. De ese modo, el monólogo, deviene en diálogo, lo que enriquece el juego teatral, que se torna más dinámico y divertido. En el pasado mes de diciembre, Fernando Arrabal ha entregado el texto que le fuera encargada por Juan Carlos Pérez de la Fuente para su estreno en Las Naves del Matadero, de Madrid. La idea inicial era hacer una versión de la segunda parte del Quijote en la que don Quijote y Sancho fueran personajes femeninos15. Finalmente, la obra, cuyo título es Pingüinas, en alusión a cierto tipo de motocicletas, gira en torno a la familia de Cervantes, en la que éste aparece rodeado por diez mujeres, entre ellas su abuela; Leonor, su madre; su hermana monja Magdalena; y su sobrina Constanza. También tiene un importante papel Clavileño, cabalgadura en la que dichas mujeres, ansiosas de libertad, quieren escapar de Europa para conocer nuevos mundos.
No sabemos cómo serán los futuros Quijotes. Muchos autores los recrearán conforme a lo que dicta la tradición, pero es seguro que otros lo harán siguiendo las fórmulas en boga en cada momento. De la mano de La Fura dels Baus han navegado por Internet y, cuando Internet sea cosa superada, se adaptarán sin esfuerzo a lo que venga a sustituirlo. Lo cual significa que las reescrituras cervantinas no se acaban con las que llevo citadas. Estas páginas quedan, pues, abiertas para que otros la continúen y, claro está, a que, quienes observen en ellas ausencias injustas, contribuyan a subsanarlas.
15 En la comedia en dos actos Angélica: or Quixote in petticoats (El Quijote en enaguas), publicada en 1758 y de autor anónimo, Don Quijote es una mujer.
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