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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.8 · LA LUZ ARTIFICIAL: UN MOMENTO PARA MIRAR


Por Miguel Ángel Camacho
 

 

4. “CULTO A LA LUZ” (DE LOS AÑOS 2000 A LOS 2010)

De la luz suave, oscura, peligrosa, onírica, viva, muerta, clara, brumosa, repentina, oscura, primaveral, cálida, violenta, fría, vertical, lineal, oblicua, sensual, domeñada, limitadora, serena, venenosa, luminosa. ¡LA LUZ! (Bergman, 1988).

Es la década de la explosión de la técnica en las producciones teatrales. Cuantos más aparatos de luz, más efectos y mejor luz. Se utiliza todo como medio para llenar ambientes y atmósferas, la seguridad en la cantidad, la búsqueda de lenguajes lumínicos desde la experimentación. A cada escena le corresponde una luz diferente. Fueron los años más creativos de la puesta en escena del teatro nacional. Se iluminaban escenas con un foco, creando una penumbra en una zona determinada de la cara, para después romper con un ambiente interior. Es la década de la saturación del color, la búsqueda de lenguajes discursivos con mezclas precisas de color que dio, posteriormente, momentos de sencillez en la colorimetría de las escenas. Se empezó a creer en la sencillez como método de iluminación, ya que los espacios escénicos fueron apareciendo diversos, en cuanto a su forma y tamaño [Fig. 7].

Un menor número de focos nos da más sencillez de crear una luz más auténtica. “Poca luz, poco color” (Nykvist, 1998. 240). Frente a las penumbras del norte, nuestra cultura lumínica es una cultura de la luz constante, del sol. Esto nos da una variedad de riqueza cromática, de luz cambiante, amplísima, sobre todo en las estaciones intermedias. “Un rostro no tiene por qué estar bellamente iluminado. Las sombras forman parte de nuestra vida” (Nykvist, 1998. 238). El claroscuro se incorpora a las puestas en escena, donde el actor sólo es un cuerpo iluminado en la penumbra, y el rostro es tan sólo una mancha de sombras. Patrice Chéreau en su libro Cuando hayan pasado cinco años escribe: “Un refuerzo frontal para iluminar los rostros, para mí lo esencial de un efecto de luz viene del escenario, es decir de los lados y el fondo” (Chéreau, 2011, p. 75).

Actualmente en este país, el nivel de los iluminadores es muy alto. Y parafraseando al director de fotografía de Ingmar Bergman, Sven Nykvist: “El conocimiento del oficio no basta. Un buen iluminador ha de reunir otras cualidades como flexibilidad, diplomacia y sensibilidad” (Nykvist, 1998). Un operador de cine, P. Rousselot, explicaba, sobre el trabajo de un iluminador, una máxima que en teatro hay que llevar también: “poner un poco de orden en el desbarajuste visual del mundo”, “a hacer limpieza”, “nos vemos obligados a privilegiar” ideas para una búsqueda de una buena iluminación (Revault D’Allonnes, 2003, p. 176).

 

 

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