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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.5 · TRES ESCENOGRAFÍAS PARA LA VIDA ES SUEÑO (1996, 2000, 2012) EN LA COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO


Por Olivia Nieto Yusta
 

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2. Oscuridad castellana

Calixto Bieito fue el siguiente en enfrentarse a La vida es sueño en el año 200010. Con este espectáculo se consolidó como director teatral, no sin provocar un gran revuelo entre la crítica y el público: “Sin duda, fue uno de los trabajos más discutidos –acaso el más discutido- de la historia de la CNTC” (Pérez Rasilla, 2006, p. 389). A la hora de idear la puesta en escena, Calixto Bieito se inspiró en uno de los períodos más sombríos de la historia de España, el franquismo, en un afán por mostrar la pervivencia de una oscuridad castellana que, en opinión del director, ya aparece en la obra de Calderón. A partir de esto, ideó un espectáculo visceral donde los instintos del hombre irrumpen con violencia, una energía desbordante que tiene que ver, en parte, con la primera versión de La vida es sueño escogida por el director11, pero también con esa visión puramente española que persigue Bieito en este montaje y que se apoya en los artistas que mejor han sabido retratar la esencia de este país:

Hay mucho de Diego Velázquez y Goya, pero no referido al vestuario sino a la luz que ilumina y da sensación de volumen; también de la brutalidad de Buñuel y de la violencia auténticamente calderoniana y española. La violencia es un tema fundamental en Calderón, y no solo la religiosa (Hilda Cabrera, 2009).

Junto a Carles Pujol12 ha diseñado una escenografía sobria, formada por dos elementos de gran contenido simbólico: tierra, dispuesta en círculo sobre el escenario [fig. 3], y un espejo barroco de grandes dimensiones, suspendido en el aire [fig. 4]:

Para mí esa Polonia tiene mucho que ver con Castilla, así que picamos piedra escocesa e hicimos un círculo de grava que podría ser la piedra de El Escorial después de caer una bomba. Por otra parte, está el gran espejo de mil kilos. A veces es el cielo del campo de batalla, a veces es el espejo del palacio, a veces la búsqueda del yo. Al final lo lanzo contra el público, que se ve reflejado en él, y lo hago con las luces de la sala encendidas para que el efecto sea más claro y contundente. Es un gran símbolo que sirve de metáfora de la obra, el símbolo filosófico por excelencia del siglo XVII. Es un elemento espectacular. Al fin y al cabo, La vida es sueño es un espectáculo. (Zubieta, 2001, p. 99).

Sin duda, el espejo es uno de los símbolos más característicos del Barroco, y en ese afán por representar la fugacidad, el equívoco y la ambigüedad de lo real e irreal gozará de especial protagonismo en la pintura barroca española, donde Las Meninas (1656) o La Venus del espejo (1650-1651) de Velázquez son, sin duda, el mejor ejemplo.

Por otro lado, la disposición circular de la grava entronca con una tendencia de la escenografía catalana de los años setenta, con la que surgieron nuevas formas de expresión alejadas de la figuración realista. Estas nuevas aportaciones consistieron en estructuras escénicas sin delimitación alguna, donde el fondo y los laterales de la escena están ausentes. El objetivo era crear un fuerte componente plástico en el que se insertase de forma recortada el cuerpo de los actores, teniendo como resultado dos modalidades escénicas que Isidre Bravo (1986, p. 296) denomina “escena-tierra” y “escena-ángulo”, y que se disponen a la manera de las instalaciones efímeras propias de galerías y museos de arte contemporáneo. En el primer caso, la tierra cobraba todo el protagonismo junto a una luz que dotaba de misterio a estos espacios de tintes surrealistas13, unos parámetros que encuentran su mejor ejemplo en la escenografía que realizó Albert Boadella para la obra Laetius (1980) de Els Joglars [fig. 5], y que del mismo modo están presentes en la propuesta escenográfica de Bieito y Pujol.

En este montaje de la CNTC, la tierra y el espejo sugieren todo tipo de dialécticas (hombre/cosmos, destino/libre albedrío, realidad/ficción) en un espacio onírico, atemporal y polivalente, donde el vestuario es el único signo capaz de enmarcar el espectáculo en la Europa del siglo XX14. En este sentido, se está aplicando la misma solución que Jean Pierre Vergier: el empleo de una escenografía sobria y suficiente para recrear los distintos espacios dramáticos de la pieza teatral. El trono también goza de especial protagonismo con un tamaño muy superior a la escala humana, simbolizando así la soberbia de Segismundo, quien desea con ansia convertirse en el nuevo rey de Polonia [fig. 6]. Pero en este caso, podemos ir más allá: el gran trono dispuesto a acoger a un coloso o a un gigante, pone de relieve el carácter nihilista de la primera versión de Calderón (la escogida por Calixto Bieito)15, porque según el que fue coetáneo del dramaturgo barroco, Sebastián de Covarrubias, “podemos llamar gigantes metafóricamente a los soberbios desalmados, blasfemos, tiranos y hombres sin Dios y sin conciencia, por ser hijos de la tierra y no considerar que ay Dios en el cielo” (Covarrubias, 2003, p. 639).

En esa búsqueda de la esencia española, la luz juega un importante papel estético. A lo largo de todo el espectáculo impera un tono sepia que armoniza con el color de la grava, el caqui de los uniformes, la madera del trono, o el torso desnudo de Segismundo, consiguiendo en conjunto evocar el color tan característico de las Pinturas Negras de Goya, uno de los mayores representantes de la “oscuridad castellana” y que tanta influencia ha ejercido en el director16. Pero las referencias al pintor español no se limitan al color de la escena, ya que la actitud violenta y amenazante con que se mueve Segismundo, portando una gruesa cadena en la mano, recuerda en numerosas ocasiones a la obra Duelo a garrotazos (1820-1823).

En la historia de nuestra pintura, la esencialidad española se ha basado tópicamente en un cromatismo ocre, negro y apagado del color, constituyendo un motivo de preocupación estética que ha servido de base a pintores como Lucio Muñoz o miembros del grupo El Paso (Canogar, Viola, Saura o Millares), en una concepción denominada “el color de la negación del color”17, que ya estaba presente en los tenebristas españoles influidos por Caravaggio, como José de Ribera.

Continuando con esa visión puramente española, la música ha jugado un papel esencial18: “cuando preparaba la obra para la versión inglesa y leí aquello de “ay, mísero de mí, ay, infelice”, pensé que lo más hondo que tenemos aquí es el flamenco, es lo que va más directamente al estómago, y pretendo que este montaje vaya al estómago” (Ginart, 2000). Se trata de música en directo (al igual que hará Helena Pimenta en su montaje), donde se establece un estrecho diálogo con la entrada y salida de actores, a diferencia del montaje de Pimenta, que buscará una mayor identificación de la música con el contenido emocional de las escenas. Precisamente, lo que más valoró la crítica fue esa visión puramente española, hasta el punto de que Eduardo Haro Tecglen (2000) llega a identificar el círculo de gravilla negra con un ruedo, donde los movimientos de los actores con batas o capas en las manos, pueden recordar ligeramente a una corrida taurina.



9 “La platea entera se modifica en auditorio de la “corte ilustre de Polonia”, al asomar Basilio (Héctor Colomé) por el pasillo central de un teatro iluminado mediante una luz de anteproscenio” (Fischer, 2001, p. 221).

10 En 1998 dirigió una versión inglesa en el Festival de Teatro de Edimburgo. En España, el estreno tuvo lugar el 27 de marzo de 2000 en el Teatre Romea de Barcelona y el 6 de octubre de ese mismo año en el Teatro de la Comedia de Madrid. Se trata de una producción conjunta de la CNTC, el Teatre Romea de Barcelona, el Edinburgh International Festival y el Barbican Centre de Londres. He aquí la ficha técnico-artística, correspondiente a la grabación realizada el 31/10/2000 en el Teatro de la Comedia, por el Centro de Documentación Teatral, en la que se basa este trabajo: Vestuario: Mercè Paloma. Iluminación: Xavier Clot (A.A.I.). Adjuntos a dirección: Alicia Hermida, George Anton. Escenografía: Calixto Bieito, Carles Pujol (C.C. Sant Cugat). Dirección y versión: Calixto Bieito. Reparto (por orden de aparición): Rosaura: Nuria Gallardo; Clarín: Boris Ruiz; Segismundo: Joaquín Notario; Clotaldo: Miquel Gelabert; Estrella: Ángels Bassas; Astolfo: Roger Coma; Criado: Víctor Rubio; Soldado: David Martínez. Cantaor: José Miguel Cerro. Percusionista: Juan Flores.

11 Calixto Bieito explica por qué ha escogido la primera versión: “Existen dos versiones de La vida es sueño. La primera, al parecer, fue escrita para la escena. La segunda, para la imprenta. Yo he seguido el espíritu de la primera, cuando Calderón era más joven y no llegaba a treinta años, más radical y más nihilista. Se atrevía a decir las cosas de un modo claro, con más fuerza y valentía. La segunda versión es más perfecta literariamente, pero también más conservadora” (Zubieta, 2001, p. 98).

12 El escenógrafo y constructor Carles Pujol se introdujo muy pronto en el mundo teatral a través de su padre. Comenzó su formación como maquinista profesional, y poco después se puso al frente del taller de diseño y construcción del Teatro-Auditorio de Sant Cugat del Vallès, en Barcelona. Actualmente interviene en proyectos de teatros de nueva construcción como asesor de escenotecnia, y es profesor en el área de maquinaria y construcción de escenografías del Taller de Tecnología del Espectáculo (TTE) de Barcelona. Ha participado en más de ciento cincuenta obras, a las órdenes de Nacho Duato, Paco Mir, Ángel Alonso, Marta Carrasco, Lluís Homar, Ariel García Valdés y Calixto Bieito, para el cual ha realizado las escenografías de La Verbena de la Paloma (1997), Pierrot Lunaire (1998) y La vida es sueño (2000), esta última premiada en varias ocasiones (“Butaca” y “Los mejores del 2000”) y finalista en la IV edición de los Premios Max.

13 El Surrealismo está muy presente en las creaciones de Calixto Bieito, un referente con el que se identifica profundamente: “No solo yo, sino una parte muy importante de la cultura española le debe mucho al Surrealismo, tanto al de Buñuel como al de Picasso o Dalí, entre otros. Es algo que las generaciones posteriores a estos artistas llevamos en el ADN de nuestra sangre, que nos pertenece, lo mismo que nos pertenece Goya, cuyo influjo en mis espectáculos no me recato en reconocer” (Rodríguez, 2009).

14 El vestuario es contemporáneo, lo que implica un anacronismo en relación con el texto de Calderón, un recurso habitual en Calixto Bieito, que siempre busca contrastes entre los clásicos y nuestra época. Se alternan uniformes militares que podrían ser un guiño a la dictadura española, chaqué y trajes de noche, pijamas de raso y batas de terciopelo, y de nuevo una referencia a la identidad española en el traje de luces con montera que lleva Clarín.

15 A diferencia de Calixto Bieito, José Sanchis Sinisterra, responsable de la adaptación del texto en el montaje de Ariel García Valdés, recurrió a la segunda versión (Madrid), incorporando únicamente cuatro breves fragmentos de la primera versión (Zaragoza).

16 Véase la nota 13.

17 Para ampliar este concepto, véase: Nieto Alcaide (1993), pp. 20-29.

18 A diferencia de Calixto Bieito y Helena Pimenta, en el montaje de Ariel García Valdés la música apenas hace acto de presencia para marcar los cambios de escena.

 

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