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Una aproximación a la formación de circo en España

Javier Jiménez y Helena Lario Romero

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Para acabar

Es un hecho indiscutible —y en cierta manera, también inquietante— que, a pesar de la importante renovación que el circo ha vivido desde la década de los ochenta del siglo pasado, la percepción que la sociedad y nuestros representantes políticos tienen sobre el circo sigue llena de prejuicios, estereotipos y lugares comunes que no ayudan nada a solucionar los problemas que sufre el sector circense. Quizás mucha culpa de ello la tiene el hecho de asociar el espectáculo circense con la Navidad y que estos productos navideños se enfoquen de una manera simplista hacia espectáculos destinados principalmente a los más pequeños.

En todo caso, algunos datos son concluyentes. El reciente Premio Nacional de Circo, Productores de Sonrisas, en tan solo veinte días de 2023, completando el aforo todos los días, ha sumado cerca de 35.000 personas con su espectáculo CircusRock Vol.2. En las Navidades del año anterior, la misma productora sumó hasta 180.000 espectadores con su espectáculo Circlásica, Leyendas de Asia. A esto, sumemos los circos y espectáculos circenses que se programan en todo tipo de teatros y que, asómbrense, señores, también tienen asegurado el aforo completo o casi. Más ese número indeterminado, incontable, de personas que acuden a los espectáculos de circo que se realizan en plazas, calles o jardines de cualquier ciudad de España. ¿Hay alguien capaz de sumarlos? En todo caso, ¿este público vale menos que el público del Teatro, la Danza o la Lírica? ¿Y sus artistas? ¿Y sus futuros artistas?

Hemos dicho que éramos optimistas —unos más que otras— y seguiremos haciendo todo lo posible para que el circo esté dentro de la futura Ley que regula las Enseñanzas artísticas, pero creemos sinceramente que los políticos y los técnicos encargados de sacarla adelante tienen que hacer un gran esfuerzo para ponerse al día y estudiar en profundidad los recorridos que muchos países europeos ya tienen en sus normativas, y alejarse definitivamente de la imagen —a veces, demasiado rancia— que se proyecta sobre el circo, que, en definitiva, no es nada más que desconocimiento y una falta absoluta de empatía hacia un sector que ha demostrado con creces su compromiso artístico, técnico, formativo y asociativo a lo largo de ya demasiados años.

Referencias bibliográficas