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Un viaje entretenido a alguna parte:
El circo de carpa en España.
Antecedentes, historia, evolución y decadencia.

Juan José Montijano Ruiz

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5. La época dorada del circo de carpa en España

Tras la consiguiente ruptura que supuso el desastroso conflicto bélico y, consecuentemente, la pérdida de los circos estables de Madrid y Barcelona, el periodo comprendido entre los años cincuenta y los noventa constituye la época dorada del circo español de carpa.

Son años, los de la posguerra, en los que el régimen prohíbe el uso de denominaciones extranjeras, por lo que los espectáculos ambulantes, entre ellos los circos, emplean titularidades muy diversas atraídos por razones comerciales, sentimentales o personales, a causa de la adopción de la misma denominación por otro competidor, etc. (Armero, 1984: 48).

Resultaría realmente abrumador ofrecer al lector una abultada nómina de carpas que deambularon en nuestro país entre los años ofrecidos; sin embargo, sí que creemos del todo pertinente ofrecer una mínima muestra de las mismas, pues constituyeron una parte fundamental del espectáculo español así como un vehículo lúdico y educativo para no pocas generaciones.

Uno de los grandes circos españoles fue el Corzana, que, dirigido por don Luis Corzana, deambuló por la geografía española entre la década de los años treinta hasta principios de los sesenta. Uno de sus grandes alicientes fue el de ofrecer una buena caballería, siendo domador de la citada carpa Arturo Manzano, famoso en su época por haber domado incluso hasta toros.

Tras la Guerra Civil, el mítico Circo Price de la madrileña Plaza del Rey tendría como director artístico a don Francisco Perezoff hasta 1941, pues a partir de ese año y hasta 1959 el hoy extinto y recordado local pasaría a manos de don Juan Carcellé, quien, tras haber abandonando definitivamente su puesto de funcionario en Correos, se dedica por entero a su propia empresa: Circuitos Carcellé, presentando hasta diez compañías y un circo por toda la geografía nacional al mismo tiempo y en distintas poblaciones. Dada su experiencia, a finales de 1939 le encargaron los espectáculos de variedades que se llevaban a cabo en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, llegando a traer a España a los más celebrados cantantes internacionales como Carlos Gardel o Josephine Baker. A finales de los años cincuenta, después de arruinarse en varias ocasiones por motivo de incendios, temporales y la rivalidad entre los circos, Carcellé se retiró del negocio circense y, pasadas ya dos décadas dedicadas al Price, en 1959, también renuncia a su cargo de director. A partir de este momento sólo trabajó como representante en su empresa, dejando el local de la Plaza del Rey en manos de la sociedad que formaron Arturo Castilla y Manuel Feijoo. Pero aun así, Carcellé en 1960 se asocia con Arthur Kaps y la compañía Los Vieneses para presentar por toda España la que sería una de las más importantes carpas de su época: el Gran Circo Español, un chapiteau grande y moderno con toda una flota de camiones y caravanas a su disposición que incluían camerinos, bar-restaurante, taquilla, servicios, viviendas, su propia central eléctrica de carácter autónomo… Junto a ello, don Juan Carcellé, durante aquel mismo año llevaría a Canarias su Zoo Circus, último de los circos que el empresario sacaría en ruta por España. Sin embargo, la huella de uno de los mejores promotores y empresarios de espectáculos de España dejaría hondo testamento en sus continuadores, Feijoo y Castilla.

Será precisamente en su etapa como integrante del grupo de payasos Hermanos CAPE cuando sean contratados en el Circo Feijoo, una carpa ambulante creada en 1885 por don Secundino Feijoo, a quien sucedió su hijo Manuel en la dirección de aquélla, haciéndose prontamente amigo de Arturo durante los seis años que los Cape pasaron trabajando bajo la veterana lona. La endogamia circense hizo el resto, pues mientras trabajaba como payaso en el citado circo, Arturo conoce a la mujer de Manuel, Pilar Sánchez, quien tenía una hermana, Mercedes con la que acostumbraba a viajar. Ambos acabarán contrayendo matrimonio. Pero es que, además, las hermanas Sánchez Gómez eran hijas del que había sido empresario del Circo Price de Madrid hasta el estallido de la guerra, don Mariano Sánchez Rexach.

Con la unión entre Arturo Castilla y Mercedes en la Basílica de Begoña en Bilbao durante las fiestas de 1946, se entroncaban dos nombres que permanecerían indisolublemente unidos a la historia del circo en España: Feijoo-Castilla. Así nacería una firma empresarial que generaría portentosos espectáculo. Precisamente la primera singladura que ambos llevarían a efecto sería la de crear un circo. Para ello, adquirieron a la también familia circense Álvarez, una pequeña carpa que había cerrado ya con una parte superior de lona y una pared lateral de madera, y a la que bautizaron con el nombre de Circo Americano, en recuerdo del homónimo que don Mariano Sánchez Rexach había puesto en pie en 1920 en el antiguo Frontón Central de la Plaza del Carmen de Madrid, que posteriormente pasaría a ser el Teatro Madrid, más adelante unos multicines y, hoy en día, a fecha de escribir estas líneas en 2024, una tienda de productos electrónicos.

Desde el primer instante en que Feijoo-Castilla fundan el ambulante Circo Americano, no sólo como homenaje a su suegro sino también como “una opción ideal en una España de posguerra, exaltando los valores de la civilización occidental contra la amenaza del torvo comunismo oriental” (Fernández Barallobre, 2018), una de las premisas básica de aquél fue la de dignificar la figura del payaso como parte indispensable e inherente al espectáculo circense, por lo que no dudaron en contratar a los mejores del mundo, tanto nacionales como internacionales. Sin embargo y, tras ser destruida esta primigenia carpa, mandarán fabricar otra con la que ofrecerá portentosos espectáculos como La lámpara maravillosa, Buffalo Bill Wild Show West, El Circo en Pompeya, Los cosacos del Zar, Ice Circus, Razas y fueras del mundo, Texas Rodeo, ¡Kongo!... siempre amparados en mastodónticas producciones semejantes a las ofrecidas por el americano Ringling Bross y con varias pistas.

Para 1956, el Circo Americano se había vuelto tan popular que Feijoo y Castilla lanzaron tres unidades de gira adicionales; en realidad, alquilaron su etiqueta a circos menos importantes, cuyos espectáculos se construyeron en torno a las producciones del Circo Americano de temporadas anteriores, utilizando el vestuario, el escenario, los temas y los diseños originales y otros elementos generales de producción (Fig. 10, fig. 11).

Junto a él, surgen otra serie de infinitas carpas que deambulan por la España de la época: el Circo Atlas de los recordados hermanos Tonetti presentando maravillosos programas cada año desde 1956 hasta concluir sus últimas actuaciones en la Feria del Pilar de 1982 (Fig. 12, fig. 13); el Circo Borza, dirigido por don Humberto Borza, quien hacía, al parecer, un simpático número junto a su burrito sabio; el Circo Hervás, originario de Valencia, como su creador, don Salvador Hervás, posteriormente reconvertido en Radio Teatro y finalmente Teatro Lido, quien, dirigiría, además, el Circo Mejicano, con un clásico número de gatitos amaestrados; el Circo Cortés, de don Domingo Cortés, desde 1914; el Segura, de la familia homónima a la que pertenecía la mítica trapecista Pinito del Oro; los circos Mundial (Fig. 14), Rastelly y Universal, de José María González Villa, especializados en el mundo infantil con personajes extraídos de las más famosas series y programas televisivos de su época; el Circo de los Hermanos Rico, creado en 1980 por el madrileño Francisco Rico quien, junto a sus hijos Francisco, Ginés y Remedios, habían formado un grupo de payasos que se hacían anunciar en los carteles con el nombre de "Hermanos Rico"; el Circo Wonderland "el Circo de las maravillas", de Alejandro Bañuelos Cortés, asociado a la familia italiana Macaggi; el Circo de los Muchachos del Padre Silva, que levantó por vez primera su carpa el 15 de junio de 1966 en la Plaza de Cataluña de Barcelona. Era éste un circo con todos los requisitos técnicos y humanos que precisaba. Su gran carpa cubría una superficie de 50 metros de diámetro y bajo ella se podían albergar a dos mil espectadores en las gradas y quinientos en las sillas. El flamante circo contaba con veinticinco unidades móviles, entre autocares (cedidos al Padre Silva por empresas que ya no los necesitaban y arreglados por los muchachos, quienes construyeron literas en los mismos para poder dormir en los traslados de la carpa), caravanas y camiones. Viajaba también con ellos una capilla ambulante. Todos los componentes del espectáculo, 150 en total, eran chavales cuyas edades oscilaban entre los doce y los dieciocho años, desde el propio director del circo (alcalde de Benposta) hasta el acomodador, pasando por locutores, jefe de pista o los propios artistas entre los cuales había payasos, equilibristas, trapecistas, saltadores, contorsionistas o un domador de chimpancés que, junto a varios caballos, eran los únicos animales presentes en el espectáculo.

Y circos... muchos más circos... el de Teresa Rabal y Eduardo Rodrigo (Fig. 15), el primero en nuestro país que se preocupó de la educación de sus artistas al haber creado la primera escuela circense; el Ruso de Ángel Cristo y Bárbara Rey, transformado en algunas temporadas en un circo con pista de hielo (Fig. 16); las innumerables carpas surgidas a país del Año Internacional del Niño en 1979, algunas de ellas propiedad del equilibrista búlgaro Jordan Jordanov (Circo Disneyworld, Super Circo, Supertelecirco de los Niños, Supercirco de los niños, Supercirco Internacional, Circo Internacional, Supercirco Infantil de la Escuela de Moscú... ), Gran Circo, Gran Festival Mundial de los Niños, Circo Royal Americano, Circo de Inglaterra, Circo Jumbo, Venecia, Royal, Globo de la Ilusión, Gran Festival Internacional de Payasos... las distintas carpas del equilibrista madrileño Eduardo Cardenal Gómez, conocido artísticamente como "el Gran Cardenal" (Circo Cardenal, Festival Internacional del Circo, Circo del Año Internacional del Niño, Festival Mundial del Niño, Gran Circo, Circo Internacional del Niño, Circolandia, Star Circus, Berlín Circus (Fig. 17), Moscú Circus...); las míticas carpas propiedad del recordado Francisco Rivera "el Patillas" (como popularmente era conocido en el ámbito circense) director del Circo Nacional del Japón, Circo Kron y Circo de la India; el Circo de los Hermanos Rico, creado en 1980 por el madrileño Francisco Rico quien, junto a sus hijos Francisco, Ginés y Remedios, habían formado un grupo de payasos que se hacían anunciar en los carteles con el nombre con el que otorgaron a su carpa; el Circo del Arte de la familia Aragón; el Raluy, uno de los más veteranos que aún sobreviven en la España de 2024; el Golden Circos de Mario Jarz, el Ringlang de Carlos Raluy... Las distintas carpas de los catalanes don Francisco y don Lucas Amorós unidos en empresa junto a don Osvadlo Silvetsrini, formando la recordada sociedad Amorós-Silvestrini con los circos Royal, Canadá, Dorado, Continental... Los circos dirigidos por don Antonio Arbós, un ilusionista y ventrílocuo que dirigió carpas como las de los circos Tánger, Maravillas, del Plata o Arbós... Y una vastísima nómina como la integrada por los circos Alegría, Liliput, Navarro, Olimpia, Pompeya, Ramperiano, Arriola, Budapest, Canadá, California, Español, Estambul, Francia, Hérculs, Heros, Imperial, Jarz, Krone, Loquilandia, Milán, Metropol, Palacios, Santos, Ideal, Alemán, Azul, Domar, Noruega, Price (Fig. 18), Madrid, Merlín, Alabama, Moscovo, Brasil, Williams, Quirós (Fig. 19), Mexicano, del Sol, de los Horrores, Alaska (Fig. 20), Galaxia, de Rody Aragón, Jamaica, Grecia...

6. Conclusiones

La historia del circo español de carpa es tan sumamente fructífera que ha dado lugar a una ingente y vastísima nómina de lonas trashumantes que desde principios del siglo XX y hasta la fecha de escribir estas líneas, prosiguen recorriendo España, no sin ciertas dificultades de índole económica, sociales e incluso cívicas y políticas. El circo de carpa se ha venido a enfrentar en algunas épocas de su historia a una sociedad que no veía con buenos ojos que los artistas incluidos en sus diferentes espectáculos fueran ambulantes, que llevasen niños o animales e incluso que algunos de sus integrantes fueran de índole extranjera. Los prejuicios que siempre ha tenido esta forma de espectáculo itinerante prosiguen en pleno siglo XXI, pues las trabas administrativas que se les imponen para su praxis son cada vez más agobiantes, lo que ha hecho que muchas de ellas tengan que echar el cierre. Aun así, no podemos dejar de lado la importante labor cultural que el circo de carpa ejerció durante más de un siglo de vida, llevando sus espectáculos a no pocas localidades en la que la temporada teatral o cinematográfica era nula o casi inexistente. Muchos niños se acercaron al mundo animal gracias a los circos de carpa; sin embargo, los gustos del público y la industria del entretenimiento, desde principios de los años noventa, comenzaron a cambiar vertiginosamente. Ya no era bien vista esta forma nómada de espectáculo. El elevado coste de su funcionamiento hacía insalvable, en no pocas ocasiones, su pervivencia. Aun así, en 2024 prosiguen recorriendo la geografía nacional unas cuantas carpas (cada vez menos) que permiten seguir disfrutando de una de las formas del espectáculo más importantes de la historia del mismo en nuestro país. Larga vida a la lona.

Referencias bibliográficas
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  • ARMERO, José Mario (1984). "El circo en el franquismo", en Historia 16, Madrid, ed. Historias y Revistas S.A., págs. 45-60.
  • ESPÍN TEMPLADO, María del Pilar (1988). El teatro por horas en Madrid (1870-1910). Subgéneros que comprende, autores principales y análisis de algunas obras representativas. Madrid, Universidad Complutense de Madrid.
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