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José Romera Castillo, Calas en el teatro español del siglo XXI

Salobreña/Granada, Alhulia, 2020, 148 pp.

Simone Trecca Università degli Studi Roma Tre
José Romera Castillo, Calas en el teatro español del siglo XXI

Dentro de la colección “Mirto Academia”, que recoge trabajos de la Academia de Buenas Letras de Granada, publica la editorial Alhulia el nuevo libro del profesor emérito José Romera Castillo, académico de número de la prestigiosa institución y, sobre todo y entre muchas otras cosas, destacado especialista de teatro español contemporáneo. A este ámbito, concretamente a la época actual, consagra el autor las densas páginas del volumen que aquí reseñamos, el cual se nos presenta como un estudio vivo, casi diría una investigación de campo, no solamente por la materia que trata sino también gracias a la aproximación por calas a la que invita. Con acertada y eficaz metáfora se refiere Romera Castillo al teatro de los últimos lustros como un caudaloso río, algunos de cuyos afluentes se propone navegar, contando con la brújula infalible del observador privilegiado que es, en tanto uno de los mayores promotores de los estudios sistemáticos en este ámbito, pionero en su momento desde la atalaya del Seliten@t (Centro de Investigación de Semiótica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologías), que fundó en 1991 y sigue dirigiendo.

La primera sección del libro (pp. 13-41) empieza con un interesantísimo repaso de centros de estudio, entidades, redes sociales dedicadas a las investigaciones y la difusión del teatro del siglo XXI. En cuanto a los primeros, además de la labor llevada a cabo por el Seliten@t, el autor realza la actividad del más reciente Instituto del Teatro de Madrid, creado en 2007, cuya trascendencia se debe, en su opinión (que comparto) al hecho de que, entre las misiones de dicha institución destaca la promoción del intercambio docente e investigador con otros centros universitarios, nacionales y extranjeros, lo cual amplía enormemente el abanico de posibles actividades realizadas y por hacer. Igual relevancia merece, desde la óptica más bien cultural y artística, la constitución de la Academia de las Artes Escénicas de España, muy joven si consideramos que empezó su andadura en 2014, pero no por ello menos activa y presente en el panorama escénico actual, sobre todo si consideramos la convocación anual de premios, concursos y certámenes, así como la organización de conferencias y seminarios, por no hablar de la publicación de la revista Artescénicas, en formato impreso y digital. Última por orden de creación (2016), pero no por importancia, la Asociación Internacional de Teatro del Siglo XXI se sumó a las distintas formas de promover, estudiar y difundir a nivel internacional el enorme patrimonio de la dramaturgia y de la escena españolas actuales.

Ya con la mirada dirigida al hecho escénico concreto, los demás apartados de esta sección proponen unas aproximaciones muy significativas a algunas de las facetas más emblemáticas del horizonte actual del teatro en la península, a saber: la consideración del teatro clásico como patrimonio del presente, y no en un sentido monumental, sino como organismo vivo que sigue dialogando, gracias a la labor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y de otras entidades, con la sociedad contemporánea y sus dinámicas; las dramaturgias femeninas, con un aumento de voces de autoras de teatro, a pesar de que no siempre a esa ampliación tanto cuantitativa como cualitativa le corresponde una adecuada presencia en los escenarios; problema, este, que vuelve a presentarse también en lo referente a la actividad de los jóvenes creadores, los cuales, a pesar de su indudable protagonismo dentro del panorama de la dramaturgia contemporánea, siguen experimentando un escaso acceso a las tablas; los modos en que la crisis económica afecta al teatro, más en esta inesperada situación pandémica que estamos viviendo.

No podía faltar, en un volumen que no me parece descabellado considerar también como un autorretrato del estudioso, una sección (pp. 43-74) enteramente consagrada a los nuevos rumbos del teatro bio- y autobiográfico. Si en el ámbito del uno existe ya una larga tradición (no solo española, desde luego), destaca Romera Castillo que lo interesante es ver las líneas evolutivas del modelo, especialmente en lo que a las figuras retratadas se refiere: abundan, en la dramaturgia biográfica reciente, los protagonistas que pertenecen al mundo de la creación (escritores, cineastas, músicos), del deporte y de la política. Las estrategias de la escritura autobiográfica, sin duda más novedosas en sí en lo que atañe al ámbito escénico, han venido abarcando en los últimos lustros desde el modo memorial hasta lo más experimental de la autoficción, pasando por la dramatización de diarios o epistolarios, por ejemplo. Como caso aparte, por su trascendencia simbólica y por el alcance de los numerosos montajes que se interesan por su figura, destaca el de García Lorca, cuya vida, además de su obra, se ha venido convirtiendo cada vez más (que siempre lo ha sido) en materia para teatralizar desde distintos enfoques.

Lo metateatral, aspecto quizá intrínseco del arte escénico de todos los tiempos, se configura en nuestra época, llamémosla o no posmoderna, como uno de los rasgos más característicos de la escritura, no solamente como técnica y estrategia compositiva, sino también como motivo, esencia misma del lenguaje y, con más y más ejemplos, materia dramática. El apartado que Romera Castillo dedica a ello (pp. 75-102) es una eficaz muestra de la variedad de opciones a las que acuden los creadores del siglo XXI, desde la presentificación en las tablas de autores (como Mihura o Jardiel, por ejemplo, o como el escritor mismo de la pieza, como en el emblemático caso de la autoficción en Borja Ortiz de Gondra), directores de escena, actores y actrices, etc., hasta el uso de fórmulas de experimentación metadramática como las de Mayorga, entre otros. Lo que posiblemente pueda considerarse como trait d’union entre los distintos acercamientos, como sugiere el autor, es que «la reflexión del teatro dentro del teatro, se utiliza, en definitiva, para fijar el centro de atención tanto en diferentes aspectos de la esencia de lo teatral como para plasmar diversos aspectos de la existencia humana» (p. 102), esto es, seguimos utilizando el teatro como metáfora de la vida.

La sección siguiente (pp. 103-141) retoma el importante sector de la creación emergente en España, ofreciendo una cala de gran interés, al rastrear premios, publicaciones, estudios referidos a jóvenes dramaturgas y dramaturgos, los cuales, como ya se adelantaba al comienzo, a pesar de estar adquiriendo un puesto de relieve, siguen teniendo una escasa visibilidad escénica pública. A ellos se debe el afianzamiento de argumentos tan actuales como internet y las redes sociales, y sus consecuencias en la vida y en las relaciones humanas, las nuevas formas de la violencia, etc., así como una progresiva internacionalización de temas y preocupaciones, además de los impulsos creativos originados por una movilidad mucho mayor, incluso en sus fases de formación, con respecto a generaciones anteriores. Se cierra el volumen con dos últimas calas que, muy pertinentemente con la sede editorial que acoge la publicación, nos invitan de nuevo a navegar por el caudaloso río lorquiano (pp. 143-148): dos apostillas sobre su presencia en los escenarios actuales y a propósito de la ópera El público, estrenada en Madrid en 2015.

Estas Calas en el teatro español del siglo XXI se configuran, de la mano de uno de los mayores conocedores y estudiosos de este ámbito de creación e investigación, como una valiosa e imprescindible obra de referencia para aproximarse la escena española de la actualidad, que complementa –además de las numerosas publicaciones que en los últimos lustros el profesor Romera Castillo ha venido consagrando a este campo de estudio– el también muy reciente volumen sobre Teatro de ayer y de hoy a escena (Madrid, Verbum, 2020).