Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1940

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Memorabilia
El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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MEMORABILIA

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Otro de los grandes estrenos de la temporada sería la comedia lírica en tres actos Maravilla, de Antonio Quintero y J. M. de Arozamena, con música del maestro F. Moreno Torroba, que se estrenaría en el teatro Fontalba, y en la que lograrían un destacado triunfo L. Sagi Vela y Sélica Pérez Carpio. La crítica se deshizo en elogios, como el que transcribimos a continuación: “Situaciones, números, momentos, fueron pretexto para que el público diera sin regateos muestra de su entusiasmo. Por fin, esta vez, por haber querido hacer una obra teatral sin pretensiones, resulta que las tiene, y Maravilla es obra para mucho tiempo y que supone un verdadero retorno del género lírico envuelto en teatro de verdad”.

Tampoco puede calificarse como menor el éxito obtenido por La violetera, gracias a la interpretación de Raquel Meller y a la partitura firmada por el maestro José Padilla, que también obtendría un extraordinario reconocimiento por El relicario. Además, el espectáculo, con libreto de J. Andrés de Prada, que constituye “la escenificación de algunos momentos de la vida artística de Raquel Meller”, se presentó con “auténtica opulencia y depurado buen gusto, consiguiendo que la postura escénica contituya por sí misma un elemento primordial del triunfo logrado”, que también conseguiría en el teatro Cómico de Barcelona.

Otro de los éxitos teatrales de la temporada sería la comedia Chiruca, de Adolfo Torrado, estrenada en el teatro Infanta Isabel, de Madrid, en la que destacó la interpretación de actrices como Isabelita Garcés e Irene Caba Alba, y de actores como Ismael Merlo. La crítica elogió la habilidad e ingenio del autor, así como su ágil combinación del sentido dramático y de la comicidad, aunque no todos los críticos vieron con buenos ojos la nueva producción de Torrado, como sucedió con Alfredo Marqueríe, a quien las comedias de este autor le producían verdadera irritación. También recibiría una notable atención por parte de la prensa el estreno en el teatro María Guerrero de la comedia Dulcinea, de Gaston Baty, dirigida por Luis Escobar, comisario de los Teatros Nacionales, con un reparto encabezado por Ana Mariscal, así como la adaptación de Lo que el viento se llevó, hecha por Cayetano Luca de Tena en el teatro Español, con decorados de Emilio Burgos y figurines de Vicente Viudes, e interpretada en su papel principal por Mercedes Prendes. Fueron, en general, muy elogiosas las críticas que recibió el montaje, críticas que podríamos sintetizar con algunos párrafos escritos por M. Sánchez Camargo en las páginas de El Alcázar: “Gaston Baty ha realizado una obra maestra en el teatro contemporáneo [...] su desarrollo cautiva, emociona y atrae. Tiene una sensibilidad tan profunda que hiere la sensibilidad en todo instante [...] la exaltación católica que se percibe siempre en los recuerdos que suscita, hace que un cendal cubra las asperezas que el autor ha creído necesarias para hacer mayor la reacción y el efecto”.

En este mismo teatro obtuvo también un reconocido éxito la puesta en escena del Tenorio, dirigida por Manuel Augusto García Viñolas. Además de contar con un excelente grupo de artistas, la obra se presentaba con unas novedosas líneas de dirección. Según pareciera desprenderse de los comentarios, la clave del éxito estuvo, a juicio de la crítica, en la voluntad de renovación observada en la propuesta: “Es éste un Tenorio singular que, como advierte el programa, no se acoge a ninguno de los recursos que desde hace muchos años se practican en su nombre. Y así, con música y canciones de la época, con reconstituciones de carnaval sevillano de entonces, con vestidos apropiados, con técnica de auto sacramental y juego de luces [...] con escena de sofá sin sofá [...] señala una nueva época en la regeneración escénica”. Parece, en cualquier caso, que se evocaba un modelo barroco antes que uno romántico o, lo que es lo mismo, que se trataba de una propuesta perfectamente alineada con la recuperación del viejo ideario de la España imperial extendido a la vida del país durante aquellos años. Fueron muchos, no obstante, los críticos que destacaron esta puesta en escena. Una de las críticas más entusiastas aparecería en las páginas del diario El Alcázar, firmada por E. Morales de Acebedo. En ella podíamos leer: “Se iba a ver la obra cual si se tratase de un rito obligatorio, y unas veces por grandes actores, por medianos otras y por detestables las más, escuchamos los sonoros versos, asistimos a apoteosis de guardarropía y nos tornamos a casa con la satisfacción del deber cumplido. Todo se acabó. La versión que se nos dio anoche en el Español ha herido de muerte a los Tenorios de marionetas y de anacronismos; a los Tenorios rimbombantes y cantarines. En este de ahora, junto a las bellezas espectaculares de su presentación -verdadero exponente de arte exquisito- hay exactitud histórica de ambiente e indumentaria. Un prodigio de realización”.

Aunque ya nos hemos ocupado de este espectáculo en otro lugar, el estreno de la comedia “Napoleón, de Mussolini y Forzano”, generó una serie de comentarios que nos han animado a incluir el estreno también en el breve repaso por esta sección. Torrente Ballester le dedicó uno de sus artículos extensos y, en general, puede decirse que juzgó con simpatía la propuesta encabezada por Guillermo Marín. En cuanto al texto, le llamaba la atención que la obra presentara un retrato más acabado del personaje de Fouché que el del propio protagonista, Napoleón. Tampoco debemos pasar por alto en esta sección el comentario sobre el estreno de Lo que el viento se llevó, que dirigió Cayetano Luca de Tena en el teatro Español. Dado que lo hemos incluido de manera algo más pormenorizada en el apartado referido a las relaciones del teatro con otros lenguajes expresivos, aquí citaremos únicamente el comentario de Gonzalo Torrente Ballester, quien restaba interés a la obra, pero elogiaba vivamente el trabajo de Luca de Tena y del equipo artístico en la puesta en escena.

En el capítulo de los homenajes, Federico Sopeña destacaría la brillante versión que se realizaría de El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla, dirigido por Ernesto Halfter, y con decorados de Vicente Viudes. A juicio de Sopeña, “el triunfo que obtuvo ayer es de los que marcan una fecha en la historia de cualquier artista. La Orquesta Nacional ha tenido ayer su mejor día.


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