MEMORABILIA
DE HOMENAJES Y OTROS HITOS
Entre los éxitos del puro género cómico, en el que las compañías de López Somoza, Muñoz Sampedro, Casimiro Ortas o Mariano Ozores son de cita obligada, pueden consignarse como hitos destacados títulos como Bésame, que te conviene, de Carlos Arniches, éxito indiscutible en el Teatro Martín, ¿Quién me compra un lío?, de Lucio y Moyrón, que aborda lúdicamente el tema del indiano que regresa a su tierra, o ¡Que se case Rita!, en la que Antonio Paso, hijo, y Emilio Sáez componían una trama argumental basada en una sucesión de hilarantes disparates, a juicio de la crítica. En otra línea más proclive a la sonrisa que a la carcajada y con un punto de picardía que roza los límites de la censura, la comedia de Benedetti, Medio minuto de amor, vertida desde el cine por José Juan Cadenas, obtiene un buen éxito, sobre todo en el teatro Eslava de Madrid, prolongando después el estreno en el Poliorama de Barcelona. Con una impronta más delicada y selecta, originada en parte en su procedencia novelística, una suave bildungsroman, Cristina de Guzmán, profesora de idiomas, de Carmen de Icaza, se funda en el carácter psicológicamente complejo y suavemente dramático de los personajes, sobre todo de la protagonista, con lo que le bastó para lograr el aplauso de la crítica y un éxito centenario en taquilla, que más tarde se prolongaría incluso como serial radiofónico.
Quizá todavía, y precisamente por su singularidad, que las aleja de las corrientes o géneros al uso, conviene señalar tres espectáculos con sello propio y bien distintos entre sí: por un lado, el reestreno de Cui-Ping-Sing, fantasía poética de Agustín de Foxá, cuyo corte orientalista y delicado entronca con la vertiente exótica del teatro modernista de escaso seguimiento en la tradición de nuestro teatro salvo excepciones (El pavo real, de Eduardo Marquina), pero también con el sentido general de los dramaturgos, Jardiel entre ellos, que se sumaban a la cruzada “contra la cruda mediocridad del realismo”; en polo opuesto cabe señalar El reóforo, de Joaquín Pérez Madrigal, concebido en varios cuadros como un periódico escénico y con finalidad propagandística del nuevo Régimen, que, a salvo la ideología concreta, recuerda por muchos motivos el teatro de agitación política del periodo de entreguerras e impulsado en los frentes españoles por el bando republicano. Por último, Las hijas de Lot, de Serrano Anguita, podría considerarse quizá como el máximo exponente de transgresión al abordar un asunto que desde el título, y a pesar de que su final trunca la expectativa sugerida, no deja de perfilarse en un argumento de naturaleza incestuosa (que, por cierto, el propio García Lorca, y con el mismo título tenía previsto abordar, así lo indica en algunas declaraciones a la prensa, en uno de sus proyectos dramáticos inacabados).
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