MEMORABILIA
DE HOMENAJES Y OTROS HITOS
Precisamente, es el Teatro de Falange uno de los protagonistas indiscutibles de la temporada: al ya citado Hospital de los locos, que la prensa destaca como afortunada convergencia de lo tradicional y lo nuevo, ejemplo de teatro total en línea con Diaghilev o Max Reinhardt resuelto técnicamente a través de un arriesgado juego de luminotecnia y plataformas móviles, hay que añadir La cena del rey Baltasar, ejemplo de “teatro juvenil”, en palabras del crítico de Arriba, “teatro de arte, teatro de espíritu”, siguiendo al de Informaciones, que representaba “el tono más elevado y la concepción más perfecta de lo que es en los días actuales el arte teatral” (Luis Araujo, en ABC). Todo ello consignado en medio de continuados elogios al director, Luis Escobar, y al escenógrafo, Víctor Cortezo, y a lo largo de una amplia gira que abarca Segovia, Burgos, Santiago, Andalucía, Baleares, Madrid (en concreto, en el Paseo de las Estatuas del Retiro).
Junto a ello, el teatro histórico político deja algunas de sus huellas más significativas; entre ellas, La santa virreina, de Pemán, que, atendiendo al tema de la colonización española del continente americano, quiere revelar “la grandeza ecuménica de nuestra patria”, en palabras de su autor; su estreno en Barcelona alcanzaría caracteres de verdadera solemnidad escénica. De tono similar, en La Santa Hermandad, Eduardo Marquina presenta con relativo éxito de público, una paráfrasis histórica que pretende enlazar la el trasfondo político de la España de los Reyes Católicos, ejemplo de unidad y fortaleza, con la nueva realidad de la España nacional.
El teatro lírico, por su parte, encuentra su máximo hito en Monte Carmelo, la gran curiosidad lírica de la temporada por la controversia que desata en los medios: intento de revitalizar la zarzuela rompiendo la técnica habitual del género, según algunos, comedia lírica para otros, lo cierto es que la pieza musicada por Moreno Torroba sobre un libreto de Romero y Shaw, de ambiente andaluz, obtiene gran repercusión como demuestra el que Florián Rey comprara sus derechos para llevarla al cine. En tono menor, también obtiene el favor del público Rosa la pantalonera, sainete al más puro estilo clásico con música de Francisco Alonso. En la cartelera barcelonesa obtiene una buena acogida la comedia lírica de Dotras-Vila y José Andrés de la Prada, El caballero del amor, inspirada en la biografía de Casanova, interpretada por Ricardo Mayral y María Teresa Moreno.
Por lo que respecta a la revista musical, los éxitos más consolidados, que saltan muy frecuentemente entre las carteleras madrileña y barcelonesa, recuperan títulos de la inmediata preguerra: Las tocas, entre el Tívoli y el Martín, anuncia en prensa, junto a las primeras figuras Conchita Páez y Nelly de la Plata, un amplísimo elenco de 10 estrellas y 30 vicetiples con un lujoso vestuario de la casa Capistros; ¡Allo Hollywood!, titulado “espectáculo moderno” para evitar el controvertido marbete de revista, proyecta su reclamo en su “vuelo internacional, en la recuperación parcial de los decorados originales de Burmann y Fontanals, así como en el tirón de la vedette Conchita Leonardo, musa por entonces de Jacinto Guerrero. Con idénticos protagonistas, triunfa tanto en Madrid como en Barcelona Los brillantes, una especie de híbrido entre el sainete y la revista que contaba con libro de Antonio Quintero y Adolfo Torrado. También en el Tívoli barcelonés consigue buenos dividendos de taquilla la reposición de Mujeres de fuego, aligerada ahora de ciertas crudezas subidas de color, y donde converge la música del maestro Alonso con la buscada sensación de fastuosidad propia del género. Con distinto tenor, Carlo Monte en Montecarlo, la conocida opereta de Jardiel, es consignada por la prensa como “máximo acontecimiento lírico” y logra alcanzar en el año las cien representaciones, (exactamente igual que acontece con la reposición de Un marido de ida y vuelta, en ambos casos contando con la célebre intérprete Isabel Garcés)
Documentos para la historia del teatro español
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