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Figuras. Entrevistas de la escena
FIGURAS

Carlos Hipólito. Madrid, 1956. Actor

(40’ 06’’)

Ni el teatro clásico, ni el drama, ni la comedia, ni siquiera el musical, se han resistido a este versátil actor con un extenso palmarés que incluye varios Max, Premios de la Unión de Actores o el Premio Corral de Comedias de Almagro. A su carisma personal se añade una popularidad que se ha visto acrecentada por su relevante trayectoria en el cine y la televisión.

  • Fecha: 17 de febrero de 2020.
  • Lugar: Teatro María Guerrero de Madrid.
  • Duración: 40’ 06’’
  • Operador de cámara: Víctor Camargo.
  • Realización y edición: Ana Lillo.
  • Entrevista realizada por: Natalia Erice.
  • Créditos de fotografías
    Daniel Alonso, Chicho, Roberto Fernández, Gyenes, Manuel Martínez Muñoz, Julio Ortas, Sergio Parra, Ros Ribas, Rotophot, David Ruano, Fernando Suárez, Miguel Zavala y archivo personal de Carlos Hipólito.
  • Créditos de los vídeos
    Unidad Técnica de Audiovisuales del Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música.
  • Créditos de las músicas
    Documentary - Kornev music Swing Of 1920s - jazzfun.
    Big Band Swing Party-AllenGrey.
    Jazz-LoopsLab.
    Música de la cabecera:
    Hip Hop by Nesterouk.
    Hipo Hop Trendy audio.
  • Agradecimientos
    Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional).

Tres momentos de la entrevista

Un actor al cien por cien

En casa de los Hipólito las noches en las que se emitía Estudio 1 eran todo un suceso, esos días cenaban antes para sentarse juntos alrededor de la tele a ver a aquellos emblemáticos actores que crearon escuela. “Mis padres tenían tal afición al teatro que eran de los pocos que en los años sesenta iban a los espacios off del momento”, señala Carlos con el tono admirativo que impregna cualquier comentario sobre ellos. También frecuentaban el María Guerrero, y fue allí donde los ojos de aquel niño se abrieron como platos ante la vida que desfilaba sobre el escenario y que, con el tiempo, se convertiría en la suya.

Después de serios intentos por seguir los pasos de su padre arquitecto y llevarse tres años combinando esta exigente carrera con las clases de teatro en el Laboratorio de William Layton, ocurrió lo inevitable: la balanza se inclinó del lado de las tablas. Entregado a la causa, el joven Carlos no dejaba pasar ninguna oportunidad y así se alistó a las filas del TEI estrenándose en 1976 en la obra de Dürrenmatt, Proceso por la sombra de un burro, pasando después a formar parte del TEC y de los inolvidables montajes que firmaron el trío de ases, compuesto por William Layton, José Carlos Plaza y Miguel Narros: Así que pasen cinco años (1978), Don Carlos (1979) y La dama boba (1979). Aquella compañía independiente con sede en el Pequeño Teatro Magallanes se convirtió en la cuna de un artista ávido de experiencia que, guiado por su buen olfato, no dudó en explorar más campos profesionales invitado por la actriz Carmen de la Maza a enrolarse con su compañía teatral Retablo en la extensa gira de Mariana Pineda (1982), un viajero Lorca que se paseó por Alemania, Suiza y Nueva York.

Carlos Hipólito

“Los actores nos pasamos la vida buscando cómplices en los directores y yo he tenido mucha suerte”, reconoce el artista madrileño. Si de Layton aprendió que “el mejor trabajo es el que no se nota”, con Narros conoció la magia de la dirección con su bullir de imágenes e ideas insólitas, que comprobó durante una productiva etapa en el Teatro Español trabajando a sus órdenes en El concierto de San Ovidio (1986), El sueño de una noche de verano (1986), Los enredos de Scapin (1987) y dos montajes especialmente significativos: el regreso, esta vez como protagonista, a la obra Así que pasen cinco años (1989) y su memorable encuentro con Alberto Closas en Largo viaje hacia la noche (1988), que significó un enorme aprendizaje y el primer galardón (Premio de la Villa de Madrid Ricardo Calvo) de su interminable palmarés.

Su continua exposición durante el último lustro de los ochenta le atrajo nuevas oportunidades en el Teatro María Guerrero como las Comedias bárbaras (1991), con José Carlos Plaza, y su ingreso en la Compañía Nacional de Teatro Clásico con el personaje de Don García bajo la batuta de Pilar Miró en La verdad sospechosa (1991), que marcó un punto de inflexión en su carrera, aplaudido con el Premio de la Unión de Actores; el primero de tantos, pues lo ganaría de nuevo como protagonista en El médico de su honra (1994), personaje con el que Marsillach confirmó su grandeza como actor, revalidada con los altos vuelos que alcanzó nuevamente con Aldolfo en El misántropo (1996). Las cotas humorísticas de su Alcestes ya anunciaban la vis cómica que desplegó con Josep Maria Flotats en el ‘fenómeno Yasmina Reza’: Arte (1998-2001), fuente de nuevos premios como el Max o el Ercilla.

“Pero ¿cómo me vas a dar a mí el Don Juan? ¿Estás seguro?” Así recibió la propuesta de Narros para encarnar El burlador de Sevilla en 2002, después de asumir uno de los mayores retos de su carrera: Historia de un caballo (2001), versión de Enrique Llovet dirigida por Salvador Collado sobre el cuento de Tolstoi, que le entrenó para otra de sus sorprendentes facetas, la del musical. “Siempre he intentado ser multidisciplinar, el prototipo del actor sajón que puede cantar, bailar o hacer un Shakespeare”, una declaración de intenciones, que Hipólito cumplió sobradamente haciéndose con un nuevo Max por su papel en Follies (2012), fulgurante producción de Mario Gas, que vino seguida de Sonrisas y lágrimas (2012) y Billy Elliot (2017). Taquillazos firmados por Jordi Galcerán como El método Grönholm (2004-2006), bajo la batuta de Tamzin Townsend, y aciertos como Glengarry Glen Ross (2009), con Daniel Veronese, o El crédito (2013-15), que dirigió Gerardo Vera y por el que ganó el Premio Valle-Inclán de Teatro 2014, se han ido sucediendo en la carrera de un actor que nos tocó la fibra con su premiado Joe Keller en Todos eran mis hijos (2010-11), cumpliendo así otro de sus objetivos: “Conseguir que alguien en el público se conmueva con lo que ve, que lo entienda…” Fue el director argentino Claudio Tolcachir quién le convenció para dar vida al dramático personaje de Arthur Miller, tal como recuerda Carlos, quien no duda en confesar que antes de aceptar el reto necesitó lanzarle esa pregunta tras la que se esconde la emoción y el vértigo de un gigante ante el abismo: “¿Estás seguro que de que soy el actor adecuado para ese papel?”

Por Natalia Erice

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