Entrevista

Entrevista con Ignacio García. Un puente hacia un nuevo Siglo de Oro

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IG: Para mí el teatro es pensamiento en acción, pensamiento en escena y narración de dimensión poética. El actor es siempre el centro del trabajo teatral, pero hay una reflexión sobre la sonoridad de una obra (en el teatro en verso más aún) que se acaba traduciendo también en la adaptación o en la escritura musical. Es apasionante el trabajo de hacer aflorar el sonido de un texto o de un trabajo de dirección o actoral. En cuanto a la colaboración con otros directores, a mí personalmente me encanta tratar de comprender y dar forma musical a las ideas de otro director, y he podido aprender mucho con grandes directores al hacer música para ellos, como por ejemplo Helena Pimenta en los últimos años con la CNTC (fig. 6 y fig. 7).También es una liberación que sólo sea tu responsabilidad el aspecto sonoro y poder concentrarte en ello sabiendo que el resto no te toca como cuando diriges.

EF: En el pasado ya habías colaborado de manera asidua con el Festival de Almagro como director de espectáculos en muchas de las ediciones. ¿De qué manera es distinto volver al Festival este año como director?

IG: Es completamente distinto. He tenido la suerte de estar como director, ayudante o músico en 15 de las 17 últimas ediciones antes de llegar como director, y eso me ha ayudado mucho, ya que conozco la mayoría de los espacios, el público, los equipos… pero una cosa es concentrarse en hacer un buen espectáculo y otra tratar de coordinar un equipo que piense, invente una mirada sobre los clásicos, y la haga posible luego en la práctica. Y más si se quiere abrir el Siglo de Oro a lugares tan diversos, ampliar el número de producciones y representaciones, y dar una mirada lo más amplia e inclusiva posible a nuestros clásicos.

EF: ¿Crees que la distancia de tus años fuera de España te ha dado una nueva perspectiva sobre tu misión artística para el Festival?

IG: Por supuesto, creo que en estos años de peregrinaje he visto cómo en cada lugar defienden con orgullo su propio patrimonio para garantizar su existencia y la excelencia en la manera de hacerlo. Lo hacen los noruegos con Ibsen, los austríacos con Mozart y los ingleses con Shakespeare, y eso es lo que nosotros debemos hacer con un patrimonio común, que no es de un autor ni de un país, sino de una época y un entorno geográfico muy amplio, donde caben Lope y Sor Juana, Cervantes, Calderón, Ana Caro y Juan Ruiz de Alarcón. Ahora, ya de peregrino en mi patria, como diría Lope, trato de pelear con el espléndido equipo del Festival para que Almagro sea la casa común de todos los que hacen, estudian y aman el Siglo de Oro, tratando de que ningún artista ni ningún espectador queden fuera a priori, y haciendo que la Reserva Natural del Siglo de Oro que es Almagro, garantice la pervivencia escénica de este repertorio, que pase armónica y orgánicamente de los libros al escenario.

EF: Oírte hablar de la mirada inclusiva con la que tú y tu equipo habéis diseñado esta edición del Festival (fig. 8). me llena de esperanza, pero también me hace pensar en lo exclusivistas que pueden llegar a ser las actividades culturales y, lo que es peor, nuestro conformismo. ¿De qué modos los clásicos ‒dentro de un entorno adecuado‒ pueden ayudar a las jóvenes generaciones a cuestionarse un poco más nuestra historia y nuestra cultura?

IG: Claro, nos han contado muchas leyendas negras de nuestra historia, incluida la teatral. Los tablados y los teatros del mundo hispánico aurisecular eran oasis de libertad en los que reyes y mendigos, hombres y mujeres, ricos y pobres, podían convivir de una manera armónica, cosa que no era posible en la calle ni en los palacios. Allí se podían decir cosas, denunciar injusticias y exigir cambios de una manera más libre y abierta, y en eso cumplían a la perfección la función del arte y de la cultura: proponer a una sociedad un modelo progresista de convivencia más avanzado del que hay en la calle. En el Festival de Almagro nos sentimos herederos de ese sentimiento libertario y tratamos de que hoy sigamos en esa misión: no somos un contenedor de buenos espectáculos (a pesar de que los mejores del mundo en repertorio clásico hispánico vengan a Almagro), sino un espacio de pensamiento, de convivencia y de reflexión sobre la sociedad que somos y la que queremos ser. Eso se hace pensando y divirtiendo, con comedia y con drama, con música y con danza, ya que la reflexión de la que hablamos no es pasiva y plúmbea sino luminosa y dinámica, viva.

EF: Relacionado con esa visión feminista que el Festival está adquiriendo al revalorizar el trabajo de nuestras artistas áureas y creadoras contemporáneas, ¿tienes un objetivo específico en mente de aquí a cinco años?

IG: El crecimiento está siendo muy grande y muy rápido en la presencia de las mujeres en el Festival, y creemos que es un camino necesario para corregir un agravio y un error histórico. Este año han sido 14 autoras del Siglo de Oro, 25 autoras contemporáneas versionando clásicos y 26 directoras, y estamos muy cerca de la paridad, que ya está garantizada por las bases en el caso de los certámenes Barroco Infantil y AlmagrOff. Este año ha sido fundamental en ese sentido la asesoría y colaboración del Instituto de la Mujer, que colabora con el Festival y nos orienta en las acciones y programas sobre la materia. También ha sido importante que por primera vez una mujer del Siglo de Oro, Sor Juana Inés de la Cruz, mujer y mexicana como representación de dos territorios importantes para nuestra visión, haya sido la imagen del cartel y el lema de esta edición del Festival. Nuestro objetivo a cinco años es normalizar esta paridad en todas las secciones y equipos del Festival.

EF: Como también has comentado, otro de los fuertes de esta edición del Festival es la de recalcar su multiculturalidad y, mirando el programa, creo que lo has logrado con creces. Fuera del contexto del Festival, y más relacionado con el teatro en nuestro país, viniendo de los Estados Unidos, echo de menos los repartos multiculturales en las compañías nacionales. Cuando vivía en Nueva York, en Repertorio español, por ejemplo, podías ver una Vida es Sueño con una multitud de acentos. Siento que todavía no hemos llegado a ese punto aquí. ¿Qué opinas?

IG: El Festival y todo nuestro equipo tienen una marcada vocación americanista e internacional. Este año se ha podido escuchar Siglo de Oro con acentos de México, de Chile, de Argentina y de Uruguay, y hemos escuchado los versos de Lope en francés y dialectos de Costa de Marfil, y a Calderón en estonio y en polaco, y esa es nuestra visión multicultural del fenómeno aurisecular, una mirada más amplia y más ecléctica en lenguas, estilos y estéticas. Para nosotros no hay límites, y las combinaciones de lenguas y acentos serán siempre bienvenidas en Almagro y en este viaje de abrir cada vez más nuestros horizontes, y por supuesto seguiremos estimulando los proyectos multiculturales sobre el Siglo de Oro.

EF: Mario Gas declaraba recientemente, a propósito de su montaje sobre La hija del aire, que hay que serles infieles a los clásicos para serles fieles, y Alfredo Michel Modenessi, el gran traductor de Shakespeare al español, decía a propósito de la traducción que el original siempre quedaba ahí por mucho que lo cambiásemos. ¿Dónde te sitúas en este debate al que tanto les gusta volver a los académicos?

IG: Yo creo que las obras deben ser reinterpretadas para seguir vivas y que los artistas tienen la obligación de hacer lecturas contemporáneas que hablen desde el presente sin traicionar la esencia de las obras del pasado, y creo que es un equilibrio difícil pero no imposible. Matsuo Bashò lo explica muy bien: “No sigas las huellas de los antiguos, busca lo que ellos buscaron”. Se trata de ir a la esencia sabiendo que han cambiado los actores, los teatros, los medios técnicos, los espectadores y las convenciones. Para mí es muy importante no perder la esencia del verso, de su belleza de forma y contenido, de su musicalidad y sus ideas, y en eso quizás trato de encontrar un equilibrio entre quienes rompen el verso para darle organicidad y los que siguen buscando una cierta forma antigua y rígida. Creo que se puede conservar la sonoridad siendo muy elocuente la emisión del verso, y creo que ese es el encanto del verso clásico español, la perfecta armonía entre forma y fondo cuando se hace bien. No obstante, aunque esta es mi opinión como director de escena, en el Festival de Almagro tratamos de que quepan diferentes escuelas y maneras de abordar el verso.