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NúM 6
5. EL ESPECTÁCULO Y LA CRÍTICA
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ANÁLISIS CRÍTICO
Grabación

5.1 · Hilos, de La Rous Teatro:
Un teatro para niños desde la memoria de las emociones


Por Berta Muñoz Cáliz
 

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Un hilo narrativo que da sentido a la memoria personal y colectiva

Hilos es una alegoría, y así se le explica al espectador desde el inicio del espectáculo. La actriz nos cuenta cómo nacemos unidos a nuestra madre por un hilo que es el cordón umbilical, cómo a lo largo de la vida se va cortando y dividiéndose en nuevos hilos, y cómo esos hilos, finalmente, acaban uniéndose de nuevo. Una historia con final feliz en la que todo cobra un sentido, y un homenaje de la creadora a su madre; un reencuentro emocional con todo lo que ella supuso en su vida. La propia Rosa Díaz ha comentado que el espectáculo surgió a raíz de su pérdida:

Para mí el momento en que una madre se pierde es un momento de cambio radical, de pérdida de muchas cosas. De repente, sentirte huérfana en el más amplio sentido de la palabra (…) Es como ese paso de verdad de la infancia a la madurez de golpe. Porque tienes siempre este punto de referencia de la madre. 

(…) De esto habla el espectáculo. Los hilos que nos unen a esas personas, los hilos que se cortan, los hilos que desaparecen, los hilos invisibles que permanecen. Cómo en el crecimiento vamos rompiendo con cosas, pero el hilo de la vida al final es uno, que está compuesto de todo esto. (S.a., 2015).

De acuerdo con este planteamiento, la estructura de Hilos no es dramática, sino esencialmente narrativa. En efecto, la progresión dramática, basada en conflictos, apenas se vislumbra en este espectáculo, en el que la protagonista evoca a su madre, y la madre, interpretada igualmente por Rosa Díaz, nos cuenta su vida: su nacimiento, la elección de su nombre, su paso por la escuela –una escuela autoritaria en la que los estudiantes tienen que memorizar historias que no comprenden, y con la que hace reír a los niños del público–, la guerra civil, el diagnóstico del médico que se equivocó al decirle que no podría tener hijos –tuvo nada menos que catorce–, y así sucesivamente, tal como relata la propia Díaz en una entrevista:

Lo que yo he intentado es imaginar cómo era mi madre desde chiquitita hasta que se fue. Y cómo ha ido pasando a lo largo de su vida por caminos e hilos muy distintos, y ha dejado catorce hilos que son los catorce hijos, que esos hijos a su vez están dejando otros hilos y esos hilos a la vez continuaran creciendo. Y también, desde luego, lo que ella me ha dado y lo que nos deja. Estos son los hilos con los que estamos ahora tejiendo. (S.a., 2015).

Hilos se sitúa en el ámbito de la autoficción, de la llamada dramaturgia del yo, y ha sido concebido por su autora para salvar sus recuerdos, para darles sentido, para hacerlos trascender dándoles continuidad a través de su comunicación a los niños. Los componentes autobiográficos son claros y se manifiestan en cada detalle. Así, por ejemplo, las fotografías que se proyectan en escena, sobre un fondo de hilos, son en realidad fotos familiares. En varias ocasiones se alude a la ciudad de Albacete, en la que nació Rosa Díaz; por ejemplo, en el carrete de hilo que aparece en escena, leemos “hilos de Albacete”, e incluso, cuando la madre se presenta ante los niños, les cuenta que nació en esta ciudad. Como en otros espectáculos de Díaz y La Rous Teatro, en Hilos la necesidad de expresión personal prevalece sobre la preocupación por ofrecer unos contenidos al público infantil, y así lo ha expresado la propia autora: “Cuando me pongo a crear nunca pienso en edades, ni en qué tipo de público, ni para quién voy a realizar el espectáculo, aunque lógicamente el espectáculo va dirigido al público, a las personas. El punto de partida es qué quiero contar y cómo lo quiero contar” (Díaz y García, 2011: 5). La propia Díaz, comentando sus procesos de creación, señala que parte siempre “de cosas que suceden a mi alrededor, que me preocupan, me afectan o que, de alguna manera, me tocan personalmente” (Díaz y García, 2011: 5).

Hemos afirmado que Hilos es más narrativa que dramática en su estructura, algo que es relativamente frecuente en el actual teatro para niños, pero la actriz no se limita a narrar su historia. En Hilos hay narración oral, pero también hay teatro de títeres, clown, mimo… La actriz se interpreta a sí misma, a su madre, a su abuela, manipula la marioneta con la que interpreta a su padre, interpreta al maestro de escuela, a unos personajes de leyenda –manipulados a su vez por la niña– que luchan a caballo al pie de un castillo recortable… A lo largo de sus escenas, Díaz incluye igualmente elementos que resultan próximos al circo, con referencias a números de equilibrismo y de magia, siempre sin perder la unidad del espectáculo, sin que llegue a perderse la atmósfera lírica que se consigue crear, gracias a la comicidad y a la ternura que impregna dichos números, siempre filtrados a través de la mirada de la niña protagonista.

En realidad, aunque existe un hilo narrativo, se podría hablar de una estructura hecha de emociones, de instantes de emoción, más vinculada al género lírico que al narrativo. A este respecto, parece oportuno citar unas palabras de Santiago Martín acerca del teatro de una de sus coautoras, Itziar Pascual, que creemos que definen igualmente a la creación que nos ocupa:

He leído y oído a menudo que el teatro de Itziar es poético. Prefiero decir lírico (…) en la medida en que podemos hablar de novela lírica. Novela lírica no quiere decir novela de altos vuelos poéticos, sino un tipo de narrativa en el que el monólogo, la corriente de conciencia tiene importancia esencial para la estructura y la línea horizontal. (Martín Bermúdez, 2016).

Confluyen así, en este aspecto, las dramaturgias de sendas autoras. Y lo cierto es que, pese a la importante carga autobiográfica, a lo largo del espectáculo se mantiene un equilibrio difícil entre lo personal y lo universal, entre lo íntimo y lo colectivo, entre el pasado y el presente. Y es que, pese a los detalles personales, se trata de una historia que, en lo esencial, podría ser compartida por muchas personas de esa generación. En cierto modo, tal como se dijo, nos encontramos ante un espectáculo que podría situarse en el espacio de un teatro de la memoria, aunque en este caso no se trate tanto de acontecimientos históricos relevantes como de un conjunto de episodios que forman parte de la intrahistoria de las mujeres de España. No porque no aparezcan aquí hechos históricos de gran magnitud, pues la protagonista vivió en primera persona la guerra civil española –que aquí se nos muestra a través del punto de vista de una niña–, sino porque los pequeños hechos de la vida personal e íntima cobran tanta importancia como los grandes acontecimientos que afectaron a la colectividad. Se podría decir que todo el espectáculo es un ejercicio de memoria de la protagonista, un ejercicio para perpetuar ese hilo de acontecimientos y de emociones que, como el de Ariadna, impide perderse en el laberinto y dota de sentido a la propia historia.

La memoria está presente en cada uno de los detalles de esta obra (significativamente, en primer término del escenario vemos la portada de un disco: “La canción del olvido”). En este sentido, hay que señalar que la memoria es un tema fundamental en el teatro de Itziar Pascual, y en su caso, tal como señala García Manso, viene determinado por “la necesidad de situar al público ante aquellos sucesos históricos del pasado reciente que, por su componente traumático, no han sido asimilados por la comunidad y que (…) deben ser integrados en su memoria, con el fin de construir una identidad colectiva más libre y más justa” (263). Además, en Hilos están presentes otros de los temas que preocupan tanto a Pascual como a Díaz; entre ellos, la guerra. Era el tema central de El refugio, como ya se dijo, y aparece también en varios de los textos breves de Itziar Pascual, aunque no fueran escritos para niños: Hijas del viento, Electra, Cuando todo termine o Catalina; concretamente, la memoria de la guerra civil española y su impacto en la vida de las mujeres estaba presente en Lágrimas secas, protagonizada por mujeres republicanas que marchaban al exilio.

Y pese a su fuerte vinculación con la historia personal de Díaz, el personaje femenino que encarna la protagonista también nos permite vislumbrar, a través de estos Hilos, a otras protagonistas de las obras de Pascual: personajes generalmente anónimos, invisibilizados por la historia, pero fuertes y resistentes. En Hilos nos encontramos con una protagonista que nunca fue visible en ningún contexto político, una mujer del pueblo que nunca sobresalió en el ámbito de la vida pública; una vida, como tantas, ignorada por la historiografía y las representaciones culturales (García Manso, 263). La protagonista de Hilos podía haber sido una de esas “hijas del viento” a las que se refiere Pascual en la pieza breve del mismo título, una de esas mujeres que viven expuestas a ser víctimas de una guerra que no entienden ni comparten: “las hijas del viento, las sitiadas, / las que caminan detrás de los pasos” (Pascual, 2011: 18).

Sin embargo, esta es una obra para niños, y tal vez por ello, las coautoras, Pascual y Díaz, no nos hablan de una víctima, sino de una mujer que, pese a las dificultades, logra sobreponerse y sobrevivir, que encuentra un sentido en lo que narra y que quiere transmitirlo. En cierto modo, nos hablan de una heroína; construyen una épica de lo cotidiano, de lo próximo, haciéndonos partícipes de esa aventura heroica de salir adelante día a día. Recordemos que Pascual conoce muy bien el teatro para niños de la dramaturga canadiense Suzanne Lebeau, una autora para quien la única frontera que no se debe traspasar en el teatro para niños es la de la desesperanza. Y como ella, no evita el tratamiento de temas que en otro tiempo pudieron considerarse tabú en la literatura infantil, sino que intenta abordarlos desde una perspectiva sincera y esperanzada al mismo tiempo.

 

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