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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.12 · CAMPOS GARCÍA, Jesús, 7.000 gallinas y un camello, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía, 2009, 230 pp.

Por Virtudes Serrano.
 

 

Portada del libro


CAMPOS GARCÍA, Jesús, 7.000 gallinas y un camello, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía, 2009, 230 pp.

Virtudes Serrano


Con esta edición, el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía recupera a uno de sus hijos, el jienense Jesús Campos y devuelve a la luz una de las obras más recordadas y controvertidas del autor. En 1974, Jesús Campos obtuvo el Premio Lope de Vega con 7. 000 gallinas y un camello, una propuesta espectacular que en una reciente entrevista para la revista norteamericana Estreno él calificaba de “hiperrealista”, término válido para describir una primera lectura textual y escénica de la misma.

El argumento se podría, a primera vista, encasillar en el subgénero del drama rural con matices sociales. La pareja protagonista desea salir adelante mediante la explotación de la granja avícola en cuyo entorno sucede la acción, aunque las actitudes vitales de cada uno de sus componentes es muy diferente; el medio campesino es, así mismo, donde se produce el tradicional desajuste amoroso, en este caso provocado por la relación ilícita entre el dueño de la granja y la hija de su empleado, una menor, pero a estos elementos de la tradición realista se superponen los valores simbólicos. La cría de aves y el lugar apartado en el que se encuentra la granja, elementos a los que Marta se aferra, se convierten en signos de estabilidad pero también de sometimiento; por su parte, el deseo de viajar a lugares exóticos y la imagen soñada del camello son ideales pretendidos e inalcanzados de Juan.

El escenario, por la presencia de multitud de gallinas colocadas en sus jaulas, tal como se verían en una granja, por el suelo de tierra que pisan los personajes, por el agua que transportan en cubos, por el pienso amasado en escena, ofrece la imagen de “hiperrealista”, tal como advierte su autor; además, la forma de expresión oral, sobre la que las acotaciones aconsejan el respeto a la clase social de quienes la emplean y el acento andaluz de los que proceden del medio campesino, rubrica tal categoría estética. No obstante, igual número de elementos evocan las recuperadas vanguardias de los autores desde finales de los sesenta. La hibridación entre lo real y lo simbólico, intrínsecos al texto y a algunos de los efectos de la puesta en escena, comienzan antes de levantarse el telón, cuando una orquesta de cámara que cuenta entre sus músicos a seres tan ilógicos e imprevisibles como un hombre-mono, un travestido, una sirena, un indio piel roja, un familiar de los Monster, un ángel, Frankenstein y un músico-maniquí, interpreta La Primavera de Vivaldi. Además, al ir a comenzar la representación, el director de la orquesta será levantado por un pie y sacado de escena. Otros signos no verbales añaden matices irracionales o alejados de la realidad de ambiente y personajes: durante el desarrollo de la historia conviven en el escenario los animales de la granja, los personajes, el músico-maniquí y dos esculturas clásicas. Al final de la obra, los intérpretes de La Primavera no serán ya los profesores de la orquesta sino las versiones heterodoxas de un cantaor de flamenco y un grupo de rock, signos a su vez de la renovación y la esperanza.

Jesús Campos, a lo largo de su amplia creación literaria para el teatro, ha construido complejas estructuras parabólicas y simbólicas en las que, a veces, a partir de situaciones aparentemente cotidianas, ha pasado revista a las cuestiones que en cada momento le han preocupado. Así mismo, constantemente ha manipulado géneros, técnicas, estéticas, de forma que su trayectoria está marcada por la constante experimentación de fórmulas y componentes en el texto y en la representación. Al mismo tiempo, y esta obra es buena muestra de ello, ha sabido reutilizar la experiencia propia como material dramatúrgico; en sus propuestas permite observar al hombre que ha vivido antes de escribir. En los años sesenta, él mismo regentó una granja avícola. Por otra parte, no resulta difícil relacionar su concepción del espacio escénico y el empleo e intervención de los objetos y los signos escénicos no verbales, en 7.000 gallinas y un camello y en otras de piezas, con su profesión de decorador.

Por todo ello es sumamente interesante la edición que ahora nos ocupa, donde la presencia del texto (primera parte del volumen, pp. 5-94) se acompaña de una importante apoyatura gráfica que reproduce su representación, con lo que se puede afirmar que el lector se hallará ante un libro-espectáculo. Tras el título de la obra, un imponente telón de boca da paso a la reproducción del programa de mano de 1976. Una serie de fotografías de la orquesta, en distintos momentos de la ejecución de la obertura ilustran la didascalia inicial; abundantes fotos del montaje salpican el texto dramático, de forma que el receptor podrá componer con eficacia la estética del montaje.

La segunda parte del libro se distribuye en cuatro apartados: “Cuaderno de bitácora de 7.000 gallinas y un camello”, por Jesús Campos García (pp. 95-142); “Así opinaron las dos Españas”, por Berta Muñoz Cáliz (pp. 143-178); “Retrato de primavera con armadura” , por Julio Huélamo Kosma (pp. 179-204) y “Cronología y bibliografía de Jesús Campos García”, por Berta Muñoz Cáliz (205-230), magníficamente ilustrados con fotografías y reproducciones facsimilares de bocetos, documentos, críticas periodísticas y portadas de libros.

En “Cuaderno de bitácora…”, el autor explica con detalle, ágil expresión y gran sentido del humor, el proceso de composición de la pieza y, posteriormente, del espectáculo; cita anécdotas, desvela trucos, comenta dificultades (la mayor de todas, el incendio del Teatro Español, durante uno de sus ensayos (pp. 125-133) y la posterior búsqueda de escenario para una representación ya en marcha). Interés muy señalado tienen las reproducciones de los bocetos de la escenografía acompañados de los textos explicativos de la misma. Los pormenores sobre el espacio sonoro, la iluminación o la caracterización de los personajes constituyen un verdadero taller de dramaturgia.

De la recepción en prensa del estreno se ocupa Berta Muñoz en “Así opinaron las dos Españas”, una interesantísima muestra sobre la crítica que tuvo la obra en los medios de información del momento, lo que permite al lector tomar conciencia de la importancia del hecho escénico y recuperar completa la memoria de su recepción. En su artículo, Julio Huélamo analiza con agudeza el texto y lo coloca en relación con las modalidades teatrales imperantes y los factores políticos en los que se sitúa el estreno. El volumen se cierra con una completa “Cronología” y una bien ilustrada “bibliografía”.

El libro en su conjunto traslada al lector actual la figura y la obra de un autor y recupera, a través de los ricos comentarios que sazonan todos y cada uno de sus apartados, la memoria del esfuerzo y la lucha por sobrevivir de la dramaturgia española del siglo XX.

 

 

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