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Homenaje

Juan Serraller, nuestro editor

Emeterio Diez Puertas

Página 3

2. Editor

Tras licenciarse en 1965, Cristina empieza a trabajar en la librería alemana Buchholz. Cursando ambos estudios en la Escuela Libre de Sociología, donde tienen como profesores a José Vidal, Alfonso Ortiz o Tierno Galván, Juan elabora una lista de los libros de pensamiento fundamentales que él creía necesarios para formar a los españoles y con ello derrocar al franquismo y traer la democracia. Quiere venderlos, pese a estar muchos de ellos prohibidos, en las puertas de las facultades universitarias de Madrid, casi como un mantero de hoy. Son libros de, por ejemplo, el Fondo de Cultura Económica. Los ejemplares se los proporcionaba Javier Pradera, los importaba de Hispanoamérica o los traía de Francia.

Al mismo tiempo, desde 1968, Cristina lleva la sección de libros de Cult-art, una tienda en la Glorieta de Quevedo ligada a Joaquín Ruiz Giménez y al movimiento católico a través del Hogar del Empleado y de Cuadernos para el Diálogo. Además de vender libros y discos, Cult-art tenía una galería de arte y una sala para lecturas y presentaciones de libros. El 28 de octubre de 1971 la librería sufrió un ataque de elementos de extrema derecha por exhibir en el escaparate libros sobre Picasso, del que se celebraba su noventa cumpleaños. Por aquel entonces los atentados terroristas contra librerías eran demasiado frecuentes. Aunque dice la crónica que Cult-art terminó cerrando porque los hambrientos lectores progres saqueaban las estanterías y el negocio se fue a la quiebra.

En 1970, Juan y Cristina deciden dar un paso más y fundan la Editorial Fundamentos. Bien es cierto que, a nivel oficial, su madre, Juana Ibáñez Ajuria, era la presidenta, su hermano, José Antonio Serraller Ibáñez, el secretario y su hermana, María del Carmen Serraller Ibáñez, vocal. Juan no podía aparecer por estar fichado.

La intención de Juan y Cristina era convertir la editorial en un instrumento de cambio del país, en el sentido de que dan a la empresa una línea editorial antifranquista, democrática e internacionalista, pues sus tres objetivos eran: 1) difundir el pensamiento crítico que el régimen ha silenciado, 2) publicar textos que den una formación política y económica básica y con ello abrir el camino hacia la democracia y 3) sacar a España del aislamiento intelectual publicando textos que son referencia internacional, libros que acaben con los dogmatismos que empobrecen el conocimiento.

Esta es, más bien, la línea editorial de la primera etapa, la correspondiente a la gestión de Juan y Cristina (1970-1990). Luego, tras el divorcio, Cristina se va, vuelve unos años (1987-1990), funda una agencia literaria, continúa con traducciones de libros, como el ensayo de Philippe Sollers Sade: Sade en el Tiempo. Sade contra el Ser Supremo, publicado por Páginas de Espuma, y se instala en Estados Unidos. Esta segunda etapa, con solo Juan a la cabeza (1990-2014), se caracterizó por la crisis del libro universitario y de ensayo, el descenso de las traducciones y la búsqueda de colaboradores en las ediciones mediante ayudas oficiales o coedición con universidades, centros de formación y grupos de investigación, lo que da impulso a las publicaciones de género y teoría teatral. En esta etapa, dado que Juan se ocupaba de las relaciones con los autores y, apoyado por Encarna Nieto, de los aspectos económicos, son fundamentales en la calidad de los libros las sucesivas empleadas que Juan contrata para que se ocupen de la edición, sobre todo, Estrella Moreno y Bea Marín. Además, Juan desempeña una importante labor en la Asociación de Pequeños Editores. Finalmente, en 2014, Juan se retira por su enfermedad de Párkinson y da paso a su hija Paula Serraller, que está afrontando el reto de todo lo que para una editorial supone Internet: ediciones digitales, pirateo, trasformación del proceso de edición de los libros, tiradas más cortas, etc. (Fig. 6).

 

2.1. La lucha contra la censura

Pero poner en marcha la editorial fue toda una odisea. La Ley de Prensa e Imprenta de Fraga suponía un acto de apertura del régimen en el sentido de que un editor podía imprimir un libro sin pasar antes por censura previa, lo que se llamaba la “consulta voluntaria”, si bien antes de ponerlo a la venta, esto es, al hacer el Depósito Legal del libro, sí que había que someterlo a la censura, a una inspección conocida como censura de “depósito”. En este caso, el régimen tenía 72 horas para dar un dictamen. El silencio administrativo equivalía a su autorización. Fundamentos siempre prefirió la censura de depósito. No quería “negociar” con los censores. Prefería el todo o el nada. Publicar mil ejemplares sin retoque alguno o que se los secuestrasen todos. Creía que la presión económica y política de una prohibición recaía más sobre los censores que sobre la editorial. Además, el truco era presentar los libros cerca del fin de semana o durante el verano para conseguir el silencio administrativo o bien no abrir la puerta cuando llegaban notificaciones de secuestro. También contaban con la falta de profesionalidad de los funcionarios, que precintaban una edición en la imprenta pero luego no hacían seguimiento. Recordaba Juan Serraller en una entrevista del canal de televisión por internet Celda:

El país era una contradicción absoluta, entre otras cosas, por la negligencia de los funcionarios. En cuanto te prohibían un libro, sabías que lo agotabas. El juez decía que lo guardases en tus almacenes, pero, como nunca fueron a verlos, los vendíamos. Las librerías lo vendían en “el cuarto de atrás”. Es más, enfrente del edificio donde estaban los censores, había una librería que vendía libros prohibidos y hasta los censores los compraban.

 

Cristina Vizcaíno, por su parte, señala lo siguiente sobre la censura de depósito:

Era la forma más arriesgada pero la única posible de evitar la censura. Una vez presentado el libro ya editado si pasaban (creo) 72 horas y no había respuesta, el libro se podía ya poner en circulación. Si querían prohibirlo, tenían que acudir a un juez, y solo con el permiso de este la policía podía venir y detener la distribución. Mientrasque si el libro se presentaba en galeradas a la “Consulta Voluntaria” era cuandoles servías en bandeja quetacharan y retiraran los textos. Nosotros siempre quisimos evitar que pudieran tocarlo.

[…]

con el libro ya publicado teníamos ya ganado que cualquier censura se haría pública, y que podría aparecer en la prensa española, e incluso la extranjera si se trataba de un autor de fuera. La fuerza de la censura se basa en la clandestinidad, en cuanto se conoce produce un enorme rechazo social (citado por Tena Fernández, 2018: 387-388).

 

Además, la Ley Fraga creaba un Registro de Empresas Editoriales cuya inscripción era obligatoria para imprimir libros. La inscripción solo se lograba si la información dada sobre socios, capital y planes editoriales le parecía bien a la Dirección General de Cultura Popular. Ya hemos mencionado los testaferros de Fundamentos. En ocasiones, la censura pedía informes a la policía para evitar que estuviesen inscritas editoriales antifranquistas o bien las echaba del registro y con ello impedía que publicasen. De hecho, en 1973, Fundamentos formó parte de una lista negra de treinta y cinco editoriales conflictivas a eliminar. Fundamentos estaba en la lista por la actividad contestataria de Juan Serraller y por la  “línea temática marxista” de los libros (Rojas Claros, 2017: 105). La policía acudía a las imprentas con las que trabajaba Juan para ver si imprimían libros clandestinamente, tenían el teléfono intervenido y no era raro ver a un policía de la secreta por la calle donde estaba la editorial. Por supuesto, Fundamentos no podía pensar en recibir subvenciones para la edición y la exportación. Y era muy difícil ser escuchado en el Gremio de Editores.

Tena Fernández, Francisco Rojas Claros y otros estudiosos han investigados los problemas de censura de la editorial y citan distintos casos. El primero de ellos es El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Engels. La solicitud de la editorial Ayuso de publicar este libro había sido rechazada en octubre de 1970. Sin embargo, ese mismo año, Fundamentos presentó esta obra directamentea “Depósito”, como hacía con todas las obras marxistas, “pues considerábamos que ese tipo de obra o pasaba entera o no tenía sentido publicarla”, recuerda Cristina Vizcaíno, y esto fue considerado la censura como una verdadera provocación. Juan Serraller recordaba:

Saqué el libro, lo presenté a depósito y llega un funcionario y me empieza a gritar y a llamarme marxista. Yo, que era muy joven y atrevido, me voy al Subdirector del Ministerio a decirle que yo era un ciudadano, que había pagado mis impuestos y que había sido insultado por un funcionario. Y le expliqué que el libro no era marxista porque cuando Engels escribió el libro todavía no conocía a Marx. Con este argumento, se me autorizó la edición.

 

El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado fue la obra de mayor éxito de la editorial hasta el fin de la censura (Fig. 7).

Cristina Vizcaino menciona el caso de Nueva crítica y arte moderno (1971) de Pierre Daix:

Recuerdo que en uno de nuestros primeros libros que era sobre arte y creación, escrito por el crítico francés Pierre Daix, había una referencia al Guernica, y una nota al pie que decía:Pablo Picasso, 1937”. Bueno pues nos lo devolvieron tachado tanto el nombre del cuadro como el del autor. Yo les dije “pero esto es una cita de un pintor y su cuadro, no hay ninguna alusión política ni crítica”, y me contestaron “Picasso y sus cuadros no existen en España”. Ahí se puede comprobar el nivel de la censura. (citado por Tena Fernández, 2018: 387).

 

Humor viene de humo (1972), de Moncho Goicochea, fue acusado de “odio al Régimen y peligrosidad de sus textos para la juventud”. La censura pidió la retirada de los 3.000 ejemplares de los que constaba su edición.

El nuevo mundo amoroso (1975), del socialista utópico Charles Fourier, cuya publicación había sido negada a Barral en consulta voluntaria, fue tildado por los censores de depósito de socialismo erótico,promiscuidad sexual y defensa de la homosexualidad. Aunque, finalmente, se optó por el silencio administrativo ante el temor de que el secuestro de la obra no fuese respaldado por los tribunales.

Cristina Vizcaíno añade:

Recuerdo haber ido ante el juez por Paradiso (1974)], de Lezama Lima, Obras escogidas de Fidel Castro (1976), las Obras escogidas de Mao Tse-Tung (1974), Documentos secretos de la ITT (La CIA contra Chile) (1972) y Las memorias de un provo (1975), de Roel van Dujin. Otra forma de secuestro era que la policía venía a la editorial y nos ofrecía no retirarlos si solo vendíamos el libro fuera de España. Diciendo que así nosotros salvábamos la inversión económica y ellos por su parte se salvaban de aparecer como secuestradores. Eso ocurrió con el libro de Salvador Allende, La vía chilena hacia el socialismo (1971), durante un corto periodo, pero luego lo pusimos a la venta.

[…]

Nunca tuvimos ningún juicio por lo penal. El proceso iba desde denuncias administrativas o policiales, secuestro, declaraciones ante el juez, amenazas de sanciones y finalmente los jueces sobreseían la causa. (Citado por Tena Fernández, 2018: 389).

 

Con El derecho a la pereza (1977), de Paul Lafargue, también prohibido previamente en la consulta voluntaria efectuada por treseditoriales diferentes (Barral, Ayuso y Ediciones 62), pasó lo siguiente. Dice Juan Serraller en la entrevista concedida a Celda:

Me llaman por teléfono del ministerio de Información y me dicen: “Le prohibimos El derecho a la pereza”. Y yo les digo: “No, díganmelo oficialmente. Porque si solo está prohibido por esta conversación telefónica, yo lo imprimo”. Y lo puse a la venta.

 

  En realidad, esta obra sufre los siguientes avatares:

El censor destaca que pertenece al yerno de Marx y atenta no solo con lo estipulado en el artículo segundo de la Ley de Prensa e Imprenta, sino también con los artículos 251 y 252, junto con el 165 bis b) del código penal.

A todo ello, se suma el ataque al párrafo X de la Ley de Principios del Movimiento Nacional, el artículo 30 del Fuero de los españoles y el XII del Fuero del Trabajo. Por consiguiente, procedía que pasara a disposición del ministerio fiscal tras la denuncia oficial y sugerencia de secuestro. Finalmente, hecha la consulta al Fiscal y al Magistrado Juez de Orden Público, el Director General de Cultura Popular (que tramitó la denuncia) sentencia que en base al informe del Fiscal procede el “Silencio Administrativo”. Pero, bajo la premisa de que prácticamente la totalidad de la edición sea exportada y la difusión en ámbito nacional sea mínima y discreta. Demanda a la que Fundamentos accede distribuyendo sus ejemplares fuera de España (menos los que ya estaban en circulación nacional). (Tena Fernández, 2018: 385).

 

Juan Serraller hace balance de estos años del tardofranquismo en la siguiente cita:

Tuvimos mucha suerte en el sentido industrial y económico porque el campo estaba abierto. Lo que sacábamos lo vendíamos siempre todo y a unas velocidades sorprendentes. Mi madre me decía: “¿Por qué vas tan deprisa?”. Y yo le contestaba: “Porque esto no puede durar”. Sacábamos un libro e inmediatamente ganábamos dinero. Además, algunas editoriales que se parecían a nosotros, la policía las había cerrado, con lo cual había menos competidores para la clase de libros que nosotros editábamos.

 

En realidad, con la censura hubo un último coletazo. En 1979, se prohíbe El libro rojo del cole, editado por Nuestra Cultura con viñetas de Romeu, por su tratamiento de la sexualidad y las drogas. Juan impulsó entonces que 24 editores lo publicaran también. De modo que, aunque secuestrado, se vendía clandestinamente por todas partes. Se vendieron cientos de miles de ejemplares. Los 24 editores fueron procesados y se les impusieron multas, pero ninguno pagó y no pasó nada.

A este periodo heroico el periodista Félix Maraña le dedicó estos versos: “Fundamentos es la meca / de un ideario moderno / que nos libró del infierno / en un tiempo sin salida. / Por su conducta atrevida, / nuestro agradecer eterno”.

 

2.2. Colecciones

Pese a estos difíciles comienzos, la editorial fue creciendo y hoy dispone de un fondo de 1.355 títulos, según la base de ISBN. Dada la formación de Juan y Cristina, las primeras publicaciones, como hemos visto en el epígrafe anterior, se orientan hacia temas sociales, políticos y culturales. En concreto, crean la Colección Ciencia y la Colección Arte. En la primera, hoy con casi cuatrocientos títulos, abren las siguientes series:Política y Sociología, Economía, Psicología Básica y Clínica, Psicoanálisis y Psicoterapia de Grupo, Lingüística y Comunicación, Filosofía y Antropología, Serie Práctica y, más tarde, Género. La Colección Arte contiene las series: Teoría Teatral, Cine, Crítica, Literatura y Humor-Cómix.

Las series Economía y Política y Sociología nacen para publicar las obras clásicas de los grandes pensadores de la izquierda como Frederick Engels, Paul Lafargue o bien el texto de Paul Frölich sobre Rosa Luxemburgo. Como hemos indicado, Juan y Cristina estudian en la Escuela Libre de Ciencias Sociales, que posteriormente da lugar a la Facultad de Ciencias Sociales. Y, en 1968, ella se gradúa en el Centro de Enseñanza e Investigación (CEISA), escuela de sociología critica fundada por José Vidal Beneyto y que acogió a los profesores expedientados en la Universidad: Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo. Jaime Pastor dice que Fundamentos fue pionera en la edición de libros en estos campos de conocimiento. Jesús Ibáñez y Alfonso Ortiz, padres de la escuela sociológica cualitativa de Madrid, publicaron en Fundamentos porque Juan, que era un auténtico sociólogo crítico, les dio todo su apoyo.

En Filosofía y Antropología, aparecen textos de Edgar Morin, Enrique Pajón y Ana María Leyra, además de El arte de la guerra, de Sun Tzu, que va por la 19ª edición. Las series de Psicología y Psicoanálisis, con más de cuarenta títulos, se abre con textos como Introducción a Piaget, de P. G. Richmond, que va por su 15ª edición, A partir de Marx y Freud, de Jean François Lyotard, o Loca verdad (Verdad y verosimilitud del texto psicótico), de Julia Kristeva, que va por la 3ª edición. La serie Lingüística y Comunicación no llega a tener gran desarrollo, pese a que se inicia con un texto de Noam Chomsky y Morris Halle: Principios de fonología generativa. La serie Género comienza en el 2009 con El cepo y el torno: la reclusión femenina en el Madrid del siglo XVIII, de Victoria López Barahona, siendo el texto de Raquel Osborne, Mujeres bajo sospecha: memoria y sexualidad (1930-1980), el de mayor número de ediciones (Fig. 8).

Con la Colección Arte, Juan y Cristina pretendían aportar a la editorial una línea más ligera, al mismo tiempo que daban curso a su gusto por el cine, el teatro, el cómic y la literatura. La serie Teoría Teatral se abre con obras sobre la formación del actor de Meyerhold, Strasberg, Layton, Jorge Eines y María O. Knébel. Luego, como ya comentamos, cobra gran fuerza al iniciar en 1998 su colaboración con la RESAD. La serie Cine, con más de cuarenta títulos, comienza dirigiéndola su hermano José Antonio Serraller. Apuesta por estudios sobre directores como Ford, Kazan, Lang, Rossellini, además de textos básicos para estudiantes, los guiones de los Hermanos Marx y la Praxis del cine de Noël Burch. En la serie Crítica aparecen estudios literarios de Vladimir Propp, Antonin Artaud, Julia Kristeva o Emil E. Volek. Humor-Cómix, de corto desarrollo, publica a Miguel Gila, Lenny Bruce, Jean-Jacques Sempé y, sobre todo, aparecen tres volúmenes de Comix Underground USA, una antología del comic en Estados Unidos.

En 1979, se crea la Colección Espiral, libros de pequeño formato con cinco series. La primera, Canciones, la de mayor éxito y con más de cien títulos, publica letras musicales en edición bilingüe: Janis Joplin, John Lennon, Georges Moustak, Jim Morrison o Bob Dylan, que recibiría el Nobel de Literatura. Ficción recoge textos narrativos del Marqués de Sade, Herman Melville, Henry James o Arno Schmidt. Ensayo publica a Jacques Derrida, Julia Kristeva o Charles Fourier. Teatro, de la que hablaremos después, recoge obras de autores contemporáneos.

Además, el contacto con la Université de Poitiers hace que se inicie en 1990 la colección Espiral Hispano-Americana, donde se publican estudios sobre Cortázar, Onetti, Borges y, entre los autores teatrales españoles, Valle-Inclán, Buero Vallejo y Jerónimo López Mozo. La aparición más tardía de la colección Espiral se debe a que bajo el franquismo era muy difícil publicar novela y teatro contemporáneo por culpa de la censura.

Poco después, en los años ochenta del siglo pasado, Fundamentos crea la colección Club de Ajedrez publicando el Tratado elemental de ajedrez, de Ricardo Aguilera, libro que hasta ese momento el propio autor se había autoeditado. Muy pocos saben que esta colección, con más de treinta títulos, es uno de los pilares que sostienen económicamente la empresa. Incluso ha tenido un repunte de ventas al coincidir el encierro en casa por el COVID 19 y la emisión de la serie Gambito de gama (Netflix, 2020). Fundamentos del ajedrez, de José Raúl Capablanca, va ya por la 19ª edición.

Finalmente, fuera de colección y en colaboración con la RESAD, se publica, entre 1998 y 2014, 33 números de la revista Acotaciones (Fig. 9). El alto coste que significaba sacarla adelante, el escaso número de ventas y la aparición del Open Journal Systems (OJS) para revistas académicas en la web motivó la desaparición de la publicación en papel y la emigración a Internet.

 

2.3. Teatro

El teatro, desde luego, ha sido una de las bases de la editorial. Sus series Espiral Teatro, más de 200 libros con obras dramáticas, y Arte. Teoría teatral, con más de 100 títulos, son dos de las líneas con mayor número de títulos dentro del catálogo de Fundamentos, aunque otra cosa sea sus ventas. De hecho, en 2009 Serraller confesaba que la que obtenía beneficios era la serie de teoría teatral y gracias a ella podía permitirse editar la colección de autores dramáticos (Serraller, 2009). Esta realidad ha hecho que, en los últimos años, el número de textos dramáticos publicados haya descendido y que Fundamentos ya no esté entre las 25 primeras empresas editoras de literatura dramática, según fuentes del ISBN. Sacar 4-5 libros al año es todo un esfuerzo que solo se afronta con ayudas del ministerio, la RESAD u otras instituciones. Hay que recordar que en España se editan unos 450 libros de literatura dramática al año, pero, sobre todo, son ediciones de autores clásicos y libros ligados a las lecturas obligatorias en el sistema de enseñanza: Shakespeare, Calderón, Lope de Vega, Fernando de Rojas, Molière, Moratín, Cervantes, Tirso de Molina, Zorrilla, Valle-Inclán y Mihura. De teoría teatral se editan en España unos 50 libros al año, y Fundamentos, en colaboración con la RESAD, ha llegado a proporcionar unos cinco títulos al año, es decir, un 5%. Un éxito dentro de los parámetros tan bajos en que nos movemos.

Desde luego, en el caso de la RESAD, esta labor no hubiese sido posible sin los profesores que han colaborado en una o varias de las siguientes tareas: autores (Ricardo Doménech, Ana Fernández Valbuena, Pablo Iglesias Simón, José Luis Raymond, Julio Escalada, Ana Contreras…), traductores (Ignacio García May, Sergio Leal, Vicente Fuentes, Jorge Saura, Sol Garre…), miembros del Consejo Editorial (Fernando Doménech, Pedro Víllora, Yolanda Porras, Felisa de Blas, David Ojeda…) o, simplemente, con sus propuestas: diciendo qué había que publicar. Los sucesivos directores y todo el claustro siempre han defendido entregar una cantidad nada despreciable del presupuesto del centro a las publicaciones.

Naturalmente, Fundamentos-Teatro es más que RESAD-Fundamentos. Junto a El actor y la diana, de Declan Donnellan, aparecen libros promovidos por la propia editorial que han sido grandes éxitos, como El método del Actors Studio. Conversaciones con Lee Strasberg de R.H. Hethmon (Fig. 10), y ¿Por qué? Trampolín del actor, de William Layton (Fig. 11). Igualmente basta ver el impacto que la muerte de Juan tuvo entre los dramaturgos españoles y entre los estudiosos del teatro español para entender el círculo tan grande de complicidades que Juan tejió: Fermín Cabal, Manuel Martínez Mediero, Carmen Resino, José Luis Alonso de Santos, Jaime Salom, Paloma Pedrero... A modo de ejemplo, me gustaría recoger los testimonios de Ignacio Amestoy, Marga Piñero, Patricia W. O’Connor y Jerónimo López Mozo. Me escribió el primero:

Juan Serraller fue un referente dentro del mundo intelectual y del mundo editorial. 

Por lo que se refiere al teatro, un alentador de un teatro diferente, comprometido con la realidad, desde los ámbitos éticos y estéticos.

También fue un guía. 

Una gran parte de mi obra teatral ha sido editada por él, desde el comienzo de los años 90 del pasado siglo, y continuada por su hija Paula.

A finales de los años noventa, fue el “salvador” de la revista Acotaciones, que había tenido un primer número, editada por la RESAD, en julio-agosto del 90, dirigida por Ricardo Doménech, sin proseguir en su deriva. Hasta que nueve años más tarde será con Fundamentos cuando la revista inicie su segunda etapa... hasta hoy. 

Fue entrañable, como siempre, la recepción por parte de Juan Serraller. Acompañé a Ricardo Doménech en el encuentro con el editor para relanzar Acotaciones. Dos intelectuales comprometidos unían sus fuerzas.  A partir de aquel momento, Serraller tuvo en la RESAD, un magnífico aliado. 

Hasta su última etapa de lucidez tuve en Juan Serraller un compañero de fatigas y un sabio consejero. Sus luchas por la libertad en el franquismo eran una brújula en el enmarañado tiempo de la Transición.

Como vasco, comprendió y alentó mis experiencias teatrales en los más duros tiempos del conflicto en nuestra tierra. Una labor culminada por Paula.

 

Marga Piñero me comentó en un email:

Con Juan Serraller he charlado muchas horas…. Su mente inquieta y emprendedora transitaba por muchos temas y en todos ellos quería arrojar luz para que pudiésemos pensar mejor el mundo. Ese fue, creo, su propósito como editor, incluso en tiempos oscuros que silenciaban el pensamiento crítico. También me hablaba de Paula e Iñaki, sus hijos, con enorme ternura.

 

Patricia W. O’Connor, con motivo de su muerte, escribió:

España ha perdido un defensor no solo de los valores prohibidos durante la dictadura franquista sino también de las dramaturgas españolas. [Con él publiqué] el primer libro sobre el tema, Dramaturgas españolas de hoy (1988).

 

Jerónimo López Mozo escribió a la familia:

El teatro español, y muy especialmente los autores, tenemos contraída una deuda con él, tanto por habernos acogido en el catálogo de Fundamentos como por haber puesto a nuestro alcance importantes libros teóricos. Todavía recuerdo nuestro primer encuentro […] nos reunió a un grupo de autores que empezábamos nuestra andadura para hablarnos de su proyecto editorial.