[...] La vida de Galileo, en la que Brecht cuenta sus últimos 30 años. Quizá los más heroicos para el responsable de la adaptación del CDN, Ernesto Caballero, por «la decisión de romper y abandonar ese papel de hombre reconocido y disputado por las grandes cortes italianas que le tienen como científico cualificado». Ese algo más para Galileo que le hizo pasar la línea del mundo, hasta entonces, exclusividad de los humanistas.
Un compromiso que tres siglos después entendería y recogería otro de los grandes de la ciencia universal, Einstein. Él fue el que, tras ser señalado como parte culpable de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, dijera en consonancia con esa «ciencia buena»: «Condeno totalmente este recurso contra Japón, pero no pude hacer nada para impedirlo».
De esta forma, quedan englobados en un mismo grupo Galileo y Einstein, o al menos así fue dentro de la cabeza de Brecht, que, con La vida de Galileo escrita y con la mente puesta en contar la historia del alemán, vio trastocados sus planes con la mercancía lanzada desde el «Enola Gay» y el «Bockscar». Los acontecimientos obligaron al dramaturgo a cambiar en 1955 la obra sobre el astrónomo de nuevo –pues ya había tocado el original de 1938–. Su preocupación ética por los hechos y algunos aspectos de la vida del físico judío se vio reflejada en esta tercera versión, en especial en sus últimas escenas. Y a este punto es al que ha acudido Ernesto Caballero para empaparse de Brecht y poner en funcionamiento su Vida de Galileo [...]
Mucha responsabilidad social y vueltas atrás sobre las que gira el montaje, pero el protagonista indudable de todo es un Galileo que interpreta Ramon Fontserè. Figura en la que ha descubierto a «un hombre contradictorio, a un científico apasionado e incluso obsesionado con su trabajo, capaz de poder con todo hasta el punto de dejar de lado a la familia, muy típico en los genios, que se entregan a su tema, pero que pasan absolutamente del resto». Así define el actor a un personaje que quiere desligar de la provocación: «Son cosas de los pioneros». Cualquiera que dice algo antes de tiempo, aunque tenga más razón que un santo, provoca reacciones muy a su pesar», amplía Caballero, que compara a Galileo con el propio dramaturgo alemán «como dos almas gemelas». El científico lo único que buscaba es hacerle justicia a lo que sus ojos veían y terminó defenestrado hasta perder la vista en el sótano de su casa, mientras «hacía su propio teatro » –dice Fontserè–, pues pese a la prohibición él siguió analizando las manchas solares.
Viendo que la historia de la vida de Galileo es más que conocida, el punto en el que Ernesto Caballero quiere poner el enfoque es, como hizo Bertold Brecht, en «indagar las razones de los actos de los personajes, o sus omisiones», además de ahondar en el propio papel de un dramaturgo alemán «que se revisaba, se cuestionaba y que muestra una actitud de alerta que antepone el pensamiento por delante de muchos prejuicios». Como Galileo. (Julián Herrero)