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Figuras. Entrevistas de la escena
FIGURAS

Juan Mayorga. Madrid, 1965. Autor, adaptador y director escénico.

(40’ 14’’)

La suya fue una infancia y una adolescencia llena de palabras. Las que pronunciaba su padre, acostumbrado a leer en voz alta mientras sus hijos jugaban a mil y una batallas. Las que recibió por primera vez desde un escenario, escritas por Lorca y en boca de Nuria Espert, que le cambiarían la vida. Porque entonces Juan Mayorga comprendió que, aunque el teatro no le enviaba señales claras, sí le enseñaba a estar atento, a escuchar. Aquello fue el inicio de su andadura como joven (y premiado) dramaturgo. Desde entonces, ha llenado la escena con poderosas palabras capaces de conmover al público, perpetuar la memoria, detener el tiempo y hacernos comprender el silencio: ese misterio del que, irremediablemente, surgen textos que, para un letraherido como él, se convierten en instrumento idóneo para salir al encuentro de los otros, para intentar comprender el mundo y celebrar a los seres humanos.

  • Fecha: 28 de octubre de 2020.
  • Lugar: Real Academia Española.
  • Duración: 40’ 14’’
  • Operador de cámara: Víctor Camargo.
  • Realización y edición: Ana Lillo.
  • Entrevista realizada por: Rosa Alvares.
  • Créditos de fotografías
    Daniel Alonso, Antonio Castro, Chicho, Ros Ribas, David Ruano, Henri Soumireu-Lartigue y fotografías del legado Juan Mayorga.
  • Créditos de los vídeos
    Unidad Técnica de Audiovisuales del Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música.
  • Créditos de las músicas
    A Moments Reflection - audionautix.com.
    Namasté - audionautix.com.
    Isolation Swing by Admiral Bob (c) copyright 2020 Licensed under a Creative Commons Attribution (3.0) license. http://dig.ccmixter.org/files/admiralbob77/61465 Ft: SmoJos
    Música de la cabecera:
    Hip Hop by Nesterouk.
    Hipo Hop Trendy audio.
  • Agradecimientos
    Cervantes Theatre, Neos Kosmos Theatre, Real Academia Española, Redroom Theatre, Sala Beckett, y Teatro Cuyás.

Tres momentos de la entrevista

El filósofo que se hizo teatrero

Contemplando en un escenario a un grupo de cómicos dando vida a las palabras que Federico García Lorca había escrito en Doña Rosita la soltera, un adolescente Juan Mayorga (Madrid, 1965) descubriría la que acabaría siendo su manera de interpretar el mundo. La filosofía y las matemáticas se cruzaron en su camino para estar siempre presentes en su trayectoria como materia de la que se nutre su teatro ya desde sus inicios, cuando entró a formar parte de las actividades auspiciadas por el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas (CNNTE), iniciativa dirigida por Guillermo Heras capaz de imaginar una escena más contemporánea y libre. “Tras recibir un accésit al Premio Marqués de Bradomín por Siete hombres buenos, se me invitó a un taller de dramaturgia impartido por Paloma Pedrero”, recuerda. “Después vinieron otros de Luis Araujo y Marco Antonio de la Parra, publicaciones, un primer estreno… Poco a poco me fui acercando más al mundo del teatro y sentí que podía vivir en él”.

Mayorga fue forjando su voz como dramaturgo, estrechando contacto con otros teatroheridos como él y descubriendo que el teatro alcanza su pleno significado cuando se desarrolla como arte colectivo, en el encuentro con actores, directores y todos los que participan en la ceremonia teatral, incluido el público. Ese espíritu de camaradería que, en sus inicios le llevó a formar parte de El Astillero –peculiar compañía teatral formada, no por intérpretes, sino por autores–, siempre le ha acompañado; de hecho, han sido frecuentes sus colaboraciones con Animalario, otra tribu fundamental en el teatro español contemporáneo, liderada por Andrés Lima, Alberto San Juan y Juan Cavestany, con quien escribió mano a mano Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente. A ellos se siente estrechamente ligado por amistad y por algunas de las mejores puestas en escena de sus obras, como Hamelin, El chico de la última fila o Las últimas palabras de Copito de Nieve: “Como el narrador, un dramaturgo puede contar historias a través de sus personajes y asaltar la lengua. Pero tiene un privilegio que no tienen los demás escritores: otros creadores van a desplazar sus palabras a lugares imprevistos por él”.

Entrevista Juan Mayorga

A su faceta como autor teatral, ha sumado la docencia; también ser adaptador de grandes del teatro universal, entre ellos, Calderón, Dostoievski, Valle-Inclán, Shakespeare, Eurípides o Dürrenmatt; algo que, según asegura, le ha permitido “entrar en la cocina de los grandes y esperar que algo se le pegue a uno”. Mayorga entiende a esos autores como sus contemporáneos porque, pese a los años que nos separan, compartimos con ellos inquietudes vitales. Por esa razón, se siente un creador que escribe no solo para sus coetáneos, sino para las gentes del teatro, los críticos y los espectadores que están aún por llegar.

Como buen filósofo, defiende un teatro que pone en jaque nuestra sociedad y sentimientos, que obliga al público a interpelarse por lo que sucede al abandonar su butaca: “Todos estamos convocados por la filosofía a reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestra relación con los demás, con los que nos antecedieron, con los que vendrán…” Mayorga, por su parte, siempre está en continuo conflicto con sus textos, que revisa constantemente. Y ese aprendizaje de su propia escritura no está exento de la puesta en escena de sus obras, razón por la que acabó creando su propia compañía, La loca de la casa, con la que debutó como director llevando a las tablas La lengua en pedazos.

Además, este creador cuenta con un aliado omnipresente, el paso del tiempo, según él, “verdadero autor” de su obra, imprescindible para desentrañar el misterio de quienes fuimos y de quienes seremos. Juan Mayorga no entra en ese arcano desde una mirada de superioridad, sino como alguien que, desde la humildad, dibuja un mapa observando la realidad, escogiendo lo que considera relevante para representarlo en cada texto. Igual que la niña de El cartógrafo, testigo mudo para que, después de ella, nadie olvide. Porque, si algo debe aprender un dramaturgo, es a luchar por mantener viva la memoria. Y en ese sentido, él da lecciones magistrales en títulos como Angelus Novus, La tortuga de Darwin o Himmelweg, entre otras.

Enamorado de las palabras, su corpus teatral las ha convertido en centro de reflexión filosófica por su poder de pervertir, convencer y también de sanar o liberar, tal como demuestran Hamelin, El traductor de Blumemberg o Cartas de amor a Stalin. Y junto a la palabra siempre el silencio: ese extraño compañero de un autor para la escena porque, como asegura, “es parte de la lengua y determinante del lenguaje teatral”. No en vano, lo elevó a la categoría de protagonista de su discurso de ingreso en la Real Academia Española, donde Mayorga –que ocupa el sillón M mayúscula– ha encontrado un espacio idóneo para “vivir pendiente de lo que las personas hacen con las palabras y de lo que las palabras hacen con las personas”. Cada término que Mayorga pone en boca de sus personajes se convierte en instrumento valiosísimo para sacudir nuestras convicciones y transformarnos. Quizá por eso su público espera que cada nueva obra le venza, como al sultán de Sherezade, dispuesto a sucumbir ante una historia bien contada. Igual que le ocurrió al chico que él mismo fue y que cayó para siempre en las redes del teatro por la bendita palabra de un poeta.

Por Rosa Alvares

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