logo Centro de Documentación Teatral
Logo Don Galan. Revista de investigación teatral
imagen de fondo 1
imagen de fondo 2
NÜM 1

PortadaespacioSumario

espacio en blanco
1. MONOGRÁFICO

Logo Sección

1.6 · Valle-Inclán en Hispanoamérica: los espectáculos de Alberto Castilla: de Los cuernos de don Friolera a Tirano Banderas (1968).

Por Jesús Rubio Jiménez.
 

 

II

En el principio de la dedicación al teatro por parte de Alberto Castilla estaba ya presente Valle-Inclán. Su primera función como director del TEU de la Universidad de Zaragoza –en cuya facultad de Filosofía y Letras estudiaba– fue La cabeza del Bautista, en un programa que completaban El parecido,de Pedro Salinas y Doctor Death, de 3 a 5,de Azorín. Dirigía en ese momento el grupo con José Antonio Labordeta y el estreno se produjo en Barcelona el 18 de noviembre de 1958 en el teatro de la C.A.P.S.A. durante los festivales universitarios de la ciudad1.

Ya en el TEU de Madrid, después de presentar Entremeses de Cervantes con el grupo de la facultad de Filosofía y Letras en el teatro Español y en el festival de Nancy, pasó al dirigir el Teatro Nacional Universitario e inició los trabajos que culminarían con la puesta en escena de El embrujado con más medios, pero con las limitaciones con que se hacía teatro en las Universidades españolas, incluido Madrid y aunque fuera bajo nombre tan rotundo como Teatro Nacional Universitario de España, que con toda su rimbombancia no podía ocultar la precariedad de medios con que se realizaban los espectáculos2. Con él iban a trabajar, además, durante este tiempo algunos actores con quienes compartía la experiencia del teatro zaragozano, en especial, Juan Antonio Quintana y Eduardo González.

A comienzos de 1964 ya andaban trabajando en el proyecto de El embrujado y escribió a Carlos Valle-Inclán para informarle y solicitar autorización para la función. Este le remitió a la SGAE con una breve carta, interesado como era su costumbre ante todo en la liquidación de los derechos de autor, que controlaba la SGAE:

[Carlos del Valle-Inclán]

Pontevedra II 6 64
Sr. Dn. A. Castilla
Madrid
Muy Sr. mío: Le quedo muy reconocido por el recorte que me envía al mismo tiempo que le ruego solicite de la Sociedad de Autores la autorización oportuna para representar EL EMBRUJADO.
Con este motivo se complace en saludarle muy att.

Valle-Inclán [fig. 1].

El espectáculo fue presentado en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander y después fue llevado a Barcelona en dos ocasiones. En agosto a Canet del Mar, dentro de los cursos de verano de la Universidad de Barcelona [fig. 2]. Y en septiembre-octubre al teatro Romea de Barcelona con motivo de las Fiestas de la Merced y dentro de un ciclo de Teatro latino [fig. 3].

En “Mi experiencia con Valle-Inclán” –ya desde el recuerdo– ofrece algunas indicaciones de cómo concebían el espectáculo:

 En El embrujado, la trama se desarrolla en un lugar de tierras de Salnés, en una Galicia arcaica, mágica y feudal. El tema de la obra se centra en el pugilato por la posesión de un niño, que se establece entre Rosa Galans, la madre, y el terrateniente Pedro Bolaño, presunto abuelo de la criatura quien, según afirmación de Rosa, habría sido engendrada por el difunto hijo de Bolaño, Miguel, el cual, al iniciarse el drama, ha muerto en extrañas circunstancias. (Castilla, 1989, 183).

Valle estaba interesado a su parecer en mantener la ambigüedad con el equívoco de la paternidad del niño y esto sostiene la tensión dramática de la tragedia. Y tras ejemplificar estas afirmaciones apuntaba la concepción del espectáculo, que buscaba penetrar en la estética simbolista de la pieza:

En nuestra versión teatral se trabajó a partir de un concepto expresionista en la interpretación de los dramatis personae, dándose también relevancia a todos los personajes secundarios, a la hilera de viejas y criadas, de ciegos y zagalas, de hilanderas y mendigos. En la escena, sobre un fondo de gamas grises, de solanas y casas de aldea, se buscó una atmósfera impresionista de ensueños y de sombras, de rumores de letanías y campanas, y de almas en pena. (Castilla, 1989, 185).

Las críticas que hemos podido rescatar se refieren sobre todo a las últimas funciones y denotan hasta qué punto el teatro de Valle-Inclán era desconocido en ese momento, pero atraía a quienes estaban interesados en recuperar su figura. Los críticos se sentían obligados a contextualizarlo con datos sobre su escritura y la supuesta vida escénica que había tenido en vida El embrujado, como hizo José María Junyent, recordando su estreno el 11 de noviembre de 1931 por Irene López Heredia y su lectura años antes en el Ateneo de Madrid, que situaba erróneamente en 1916: “y fue entonces cuando la crítica madrileña coincidió en considerar que aquella comedia bárbara o esperpéntica era más propia para la lectura que para el escenario”. No andaban bien delimitados entonces la estética bárbara y el esperpento y por ello los equiparaba, supeditando la primera al esperpento. De aquí pasaba a exponer sus reparos a la obra, que consideraba poco valiosa escénicamente:

Esta tragedia rural de tierras de Salnés. […] no merecía la pena de haberse llevado al teatro. Lo desagradable del tema no se ve compensado por cualidad alguna. No se trata de la santa pobreza con luz del cielo en la cual es efecto dramático y motivo de sincera emoción el contraste entre espiritualidad profunda y los males del cuerpo y del ambiente social. No aparece allí nada del amor de San Francisco al desprendimiento de todo lo de este mundo y los desposorios de algunos de sus seguidores con la hermana pobreza. Tampoco nos hallamos ante un caso de posesión diabólica que estremezca con su vibrar de infierno. Los mendigos astrosos que se pasean por la escena solo muestran en sus palabras y en sus acciones odio, malquerencia, envidia, venganza, ambiciones ruines. Y el señor ricacho don Pedro, se parece en todo a los mendigos y a cuyos vicios y lacras morales opone él la avaricia y el orgullo.

Drama sombrío que pudiéramos situar en la misma línea de La figlia di Yorio, de D´Annunzio: drama siniestro, desarrollado entre forcejeos de codicia e impulsos de amor, animado por las burlas sarcásticas de los ciegos agoreros y desenlazado con sacrificio de una criatura inofensiva, tiene El embrujado en su parte teatral mucho de estampa popular, de drama estático, aun en los momentos de mayor violencia. Y debe su atractivo más seguro a la palabra que cobra en el recitado un vigor y energía de sobrecogedor aliento.

Pese a su forma exterior, de verdad literaria, de colorido poderoso, de inefable poesía, El embrujado, es una obra menos que mediocre. Ante ella el público queda frío. No le interesa en lo más mínimo cuanto se desenvuelve a su vista. (Junyent, 1964) [fig. 4].

Los viejos prejuicios sobre la representabilidad del teatro de don Ramón impregnan sus juicios –la consabida muletilla de que era mejor para ser leído que representado–, pero esto no le impedía constatar que hubo lleno absoluto en el teatro Romea y fue presentado “con absoluta dignidad artística”. La dirección fue “cuidada e inteligente”, con encomiable esfuerzo de los intérpretes, aunque

La buena voluntad y el amor entrañable al teatro que profesan todos los actuantes exigen benevolencias para pasar por alto otras impropiedades y deficiencias…
[…] Digno del máximo elogio el montaje, de poderosa fuerza ambiental, en cuya realización ha puesto inteligencia, ambición y originalidad Adriana Bisquert. (Junyent, 1964).

Para A. Martínez Tomás, don Ramón revivía en su tragedia una alucinante Galicia medieval, todavía extrañamente superviviente a comienzos del siglo XX (Martínez Tomás, 1964). Su ambiente resultaba desasosegante, con sus cuadros multitudinarios y “unos personajes que tienen el tono vigoroso de los aguafuertes goyescos”. La vio representada con gran brío –para su gusto excesivo–, dirigida inteligentemente por Alberto Castilla y con figurines y escenografía de auténtico sabor valleinclaniano [fig. 5].

Fernando Lience Basil recomendaba que se debía prestar la máxima atención a este grupo que con su puesta en escena de El embrujado ofrecía un “intenso aguafuerte de caracteres goyescos”, “un cuadro de auténtica picaresca, por escenas de sensualidad, campo agrario, muerte y brujería. Lo pagano y lo religioso en íntima alianza en un pueblo de pasiones primarias, donde la lujuria y la avaricia son los móviles más poderosos” (Lience Basil, sin datos). Era una versión digna “de características caricaturales, como respuesta a la mezcla de pelelismo y realidad del teatro valleinclanesco” y donde “La presentación esquemática y la dirección de Alberto Castilla, [era] buena” [fig. 6].

En algunas otras reseñas se insistía en diferenciar la calidad de la tragedia que, al igual que José María Junyent, se juzgaba deficiente de la puesta en escena, que hubo acuerdo general en considerarla apropiada. Así T. A. otorgaba plena dignidad al montaje con “una buena dirección formal de Alberto Castilla, que hizo lo posible para salvar una obra que ocupa un digno lugar en el olvido”. (T. A., 1964)3.

Las cuatro fotografías del espectáculo que reproducimos dan una idea de la expresividad buscada en la puesta en escena, la disposición tendente al retablo en las escenas de grupo, la interpretación intensa de los actores principales. La austeridad de medios con que se trabajaba se advierte también en la rudimentaria indumentaria o en los objetos del atrezzo [figs. 8 a 11].



1 (Rubio Jiménez coord., 1999b, en especial, 53-54). Después dirigió en 1959, La lección, de Ionesco; El gran momento de tu vida, de William Saroyan; Entremeses, de Cervantes (55-66). En 1960, Nuestra ciudad, de Thornton Wilder, La zapatera prodigiosa, de García Lorca (67-80). Se reproducen todos los programas. (Castilla, 1999b, pp. 179-195).
2 (Castilla, 1980 y 1997). La fidelidad a Cervantes ha hecho que volviera una y otra vez a su teatro, produciendo los siguientes títulos: TEU de Zaragoza, en 1959: La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa y El viejo celoso. Spanish Theatre, University of Minnesota, en 1962: El retablo de las maravillas. Teatro de Filosofía y Letras, Universidad de Madrid, en 1964: El retablo de las maravillas y Entremés de los romances (atribuido a Cervantes). Teatro Estudio de la Universidad Nacional de Bogotá, en 1967: El viejo celoso. Hispanic Theatre, Yale University, en 1970: El juez de los divorcios; Spanish Theatre, Mount Holyoke College, en 1979: El viejo celoso y Entremés de los romances. Tántalo Teatro y El Silbo Vulnerado, Universidad de Zaragoza, en 1995: La elección de los alcaldes de Daganzo.
3 En “El embrujado de Valle-Inclán”, recorte de prensa sin datos, se dice: “Valle es autor para un teatro universitario que por naturaleza ha de ir en busca de raíces e interpretaciones radicales del teatro castellano. Pero no es Divinas palabras, sino una obra sin contrastes, lenguaje arcaico. El negro constante de la ambientación desvaloriza, no resulta trágico sino grotesco” [fig. 7].
Y Jordi Carbonell (sin datos) realizaba un repaso del ciclo, indicando que Valle-Inclán era siempre bienvenido [fig. 12]. Una nueva visión de conjunto fue la de Julio Acerete (1964) [fig. 13].

 

 

espacio en blanco

 

 

 

 


Logo Ministerio de Cultura. INAEMespacio en blancoLogo CDT


Don Galán. Revista audiovisual de investigación teatral. | cdt@inaem.mcu.es | ISSN: 2174-713X
2011 Centro de Documentación Teatral. INAEM. Gobierno de España. | Diseño Web: Toma10

Portada   |   Número Actual   |   Números Anteriores   |   Consejo de Redacción   |   Comité Científico   |   Normas de Publicación   |   Contacto   |   Enlaces