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1. MONOGRÁFICO

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1.2 · Valle-Inclán y la censura de representaciones durante el franquismo.

Por Berta Muñoz Cáliz.
 

 

6.2. Las galas del difunto

La autorización para sesiones de cámara emitida en 1958 se mantuvo hasta que en 1966 la compañía Teatro Estudio de Madrid, que dirigía Miguel Narros, solicitó autorización para representar la obra en sesiones comerciales. A partir de entonces, se acordó autorizarla para mayores de 18 años, con supresiones en tres de sus páginas, sin posibilidad de radiación y a reserva de visado del ensayo general. Aunque, como venimos viendo, la autorización de los textos de Valle-Inclán para sesiones comerciales da lugar a expedientes con bastante documentación y a procesos de meses de deliberación, en este caso la autorización fue relativamente breve y sencilla.

6.3. Águila de blasón41

Esta obra fue presentada a censura en marzo de 1966 por la compañía del Teatro María Guerrero, para representarla en dicho teatro, con dirección de Adolfo Marsillach. Los censores consideraron que se trataba de un texto problemático, y aunque no llegaron a proponer su prohibición, sí consideraron necesario suprimir algunas escenas, lo que dio lugar a una extensa correspondencia entre el hijo de Valle-Inclán y varios altos cargos del Ministerio de Información. También en este caso hubo censores que cuestionaron si era pertinente censurar a Valle-Inclán, aunque ello no fue obstáculo para la imposición de varios cortes: “El texto íntegro no puede, a mi juicio, autorizarse, y menos para el María Guerrero. La cuestión es, pues, ¿puede mutilarse una obra de Don Ramón?”. El mismo censor señalaba cuáles eran las escenas que, en su opinión, habría que suprimir, e incluso justificaba esta supresión como una forma de “aligerar” el texto al modo de las modificaciones que a veces hacían los directores de escena:

Considero irrepresentables las escenas 4ª y 6ª de la Jornada Quinta. Ahora bien, hay que tener en cuenta que se trata de episodios breves y sueltos, sin inmediata conexión lógica o cronológica con los demás y, en definitiva, no son esenciales para la inteligencia de la obra. Tales escenas, ¿no se suprimen a veces por razones de ahorro de tiempo y aligeramiento de la representación?

Otro de los censores insistió en su calidad literaria, al tiempo que impuso varios cortes y señaló que debería vigilarse la puesta en escena:

[…] Su categoría literaria hace permisibles ciertas licencias y obligan a un respeto del texto que nada tiene de gratuito ni de superficial. No obstante, conviene la supresión de algunos vocablos que acaso resulten demasiado radicales para un público normal […] Con el cuidado especial de la puesta en escena y las supresiones de texto que se indican, puede autorizarse.

Finalmente, el texto se autorizó con cortes diez de sus páginas y una escena completa (Escena 7ª de la Jornada IV), a reserva de visado del ensayo general y sin posibilidad de radiación, en marzo de 1966. 

Además de los informes de los censores, en el expediente de esta obra se han conservado una serie de cartas que aportan nuevos datos acerca del proceso sufrido a su paso por la censura. Así, por ejemplo, encontramos una carta del Director General de Cinematografía y Teatro, José María García Escudero, dirigida al Ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne, en la que este llamaba la atención sobre la escena que finalmente se prohibió por completo:  

[…] En cuanto a la segunda escena en casa de “La Pichona” (folios 96 a 102), la Junta entiende que se podría autorizar con determinados cortes y cuidando mucho la realización. Mi opinión es que la escena es muy fuerte en todos los sentidos, aunque todavía lo es más en el texto original de Valle-Inclán, y que más vale suprimirla íntegramente que no darla con una serie de retoques y de limitaciones que a ciertos sectores molestaría más que la misma supresión y en los que, además, sería muy difícil no extralimitarse. […]42.

Unos días más tarde, García Escudero dirigía una nueva nota interna a Fraga Iribarne, sometiendo de nuevo a su consideración la posibilidad de prohibir por completo la escena antes referida, con los inconvenientes que esto podía suponer de cara a la posible autorización por parte de los herederos:

[…] Es la escena en que Cara de Plata y Don Farruquiño van a casa de La Pichona con el cadáver que han robado en el cementerio y, mientras don Farruquiño lo mete en un caldero para desprender la carne y dejar limpio el esqueleto que desea vender, Cara de Plata se acuesta con La Pichona.

En este momento surge un problema imprevisto y es el temor, bastante fundado, según me dicen, de que los herederos de Valle-Inclán nieguen su autorización para la representación si se impone la supresión de toda esa escena. […]

Marsillach me pide que antes de dar estado formal a la decisión del Ministerio, se reconsidere el asunto, pues alega que el texto de la escena, tal como ha quedado en la versión que va a representarse, no tiene nada grave, lo cual es cierto, y asegura que tiene pensada una puesta en escena que evitará los reparos de forma que se puedan encontrar en cuanto a la parte amorosa de dicha escena, […] haciendo que, también según en el texto, antes de acostarse con Cara de Plata, La Pichona tire un zapato al candil y lo apague, con lo que la pareja en cuestión quedará absolutamente fuera de la vista del espectador, que solo podrá ver a Don Farruquiño débilmente iluminado por la luz del fuego, mientras continúa su macabra operación en el caldero, operación a la que Marsillach quiere dar un carácter absolutamente esperpéntico y grotesco, que le quita asimismo toda gravedad.

Personalmente, y dado el nuevo cariz que ha tomado el asunto, no me parece mal esta solución, condicionándola, como es natural, a un cuidadoso visado de la puesta en escena […]43

Al parecer, según se indica en una nota manuscrita, se mantuvo la orden de suprimir la escena completa por decisión del Ministro [fig. 10]. Sería Pío Cabanillas, que por entonces ocupaba el cargo de Subsecretario en el Ministerio de Información, quien personalmente informara a Carlos del Valle-Inclán sobre los cortes ordenados por los censores. Este le respondió con una misiva en la que este mostraba su incredulidad ante las noticias que le habían llegado de la supresión de alguna escena completa44, a lo que Cabanillas respondió que los censores se habían limitado a suprimir la palabra “cabrón”, junto con una serie de situaciones, y señalaba que, en su opinión, se había procedido de la forma más “respetuosa”, suprimiendo algunos fragmentos antes que desvirtuándolos. Según el Subsecretario, la obra de Valle-Inclán era irrepresentable tal como se presentaba en su versión original, debido a que el dramaturgo no la había escrito “para la escena”, y explicaba en qué consistían los cambios que la censura había introducido en el texto:

[…] Es el caso de Águila de Blasón, del final de la escena IV de la Jornada Segunda, en la que D. Pedrito, según acotación del texto original, ciñe con sus brazos a Liberata, la derriba y la posee; de la escena VI de la Jornada Tercera, en que la Preñada se alza al basquiña y descubre el vientre hidrópico, y de la escena VII de la Jornada Cuarta, en que mientras D. Farruquiño mete al muerto en el caldero, lo cuece y lo voltea, la Pichona, en la cama, se entrega a Cara de Plata en una acción que el texto literario apostilla con singular crudeza.

En cuanto a la Primera Escena, ha parecido suficiente sustituir el hecho de la violación por la insinuación de la misma, derribando el hombre a la mujer y besándola; no ha parecido que plantease ningún problema la supresión de la acción de la Preñada en la Segunda Escena citada; en cuanto a la última, se ha optado por su total supresión, en atención a que, de haberse pretendido una fidelidad absoluta al texto original, habría que mostrar a los dos amantes en la cama simultaneando sus relaciones amorosas y el diálogo con D. Farruquiño, lo que evidentemente era irrepresentable, y cualquier clase de limitaciones y arreglos en la presentación nos han parecido menos respetuosos con la obra que eliminar el montaje de la escena, […]45.

Tras recibir el texto con las modificaciones impuestas por los censores, Carlos del Valle-Inclán escribió de nuevo a Cabanillas comparando el trato que el teatro de su padre recibía en España con el que recibía en otros países del mundo46, y dirigió un telegrama al Ministerio de Información con la amenaza soterrada de informar a la prensa extranjera sobre el tema, al tiempo que hacía ver la contradicción que suponían estas supresiones en un momento en el que se acababa de aprobar una nueva Ley de Prensa supuestamente más permisiva. Sin que quede explicado mediante documentación alguna, junto a este telegrama, encontramos otro de tono muy distinto, dirigido directamente al Ministro de Información y Turismo, en el que el heredero del dramaturgo autorizaba “sin reservas” el estreno en España de la obra de su padre.

Tres años después, en agosto de 1969, el Grupo Teatro 70 solicitó representar la obra dentro de la II Campaña Nacional de Teatro, con dirección de Adolfo Marsillach. En esta ocasión, al igual que la anterior, la obra fue autorizada para representaciones comerciales, a reserva de visado del ensayo general; aunque en la guía de censura se indica que se autorizó “sin supresiones”, es previsible que se tratara de un texto al que ya se habían incorporado las tachaduras impuestas anteriormente, pues de otro modo, antes que levantar las supresiones, el trámite ordinario hubiera sido que los censores enjuiciaran de nuevo el texto, cosa que no sucedió.

6.4. Cuento de abril

En 1966 la compañía Pequeño Teatro presentó a censura Cuento de abril47, que sería autorizada sin cortes para mayores de 14 años, sin necesidad de visado del ensayo general, e incluso con posibilidad de emitirse por radio [fig. 11]. Este fue probablemente el texto de Valle-Inclán que se autorizó en condiciones más permisivas, entre otros motivos, debido a “su carácter de clásico”.

6.5. Farsa italiana de la enamorada del rey

También en 1966 se presentaba a censura Farsa italiana de la enamorada del rey48, en este caso por la compañía titular del Teatro María Guerrero, para representarla durante la temporada 1966/67, en dicho teatro, con dirección de José Luis Alonso. Al igual que las anteriores, tampoco esta obra tuvo problemas con la censura, autorizándose con las mismas condiciones que Cuento de abril.



41 Expediente: 83/66. Signatura AGA: 73/9535.
42 Carta fechada a 15 de marzo de 1966.
43 Nota fechada en Madrid, a 21 de marzo de 1966.
44 Carta fechada en Pontevedra, a 27 de marzo de 1966.
45 Carta fechada en Madrid, a 31 de marzo de 1966.
46 “[…] Yo no sé como tú “si en cualquier país y circunstancia” se procedería como aquí, y ahora, con Águila de Blasón, pero sí sé perfectamente lo que hizo el Ministerio de Información con Divinas palabras y puedo asegurarte que no hicieron lo mismo en París, ni tampoco en Suecia y Argentina cuando se representó dicha obra”. Carta fechada en Pontevedra, a 2 de abril de 1966.
47 Expediente: 200/66.  Signatura AGA: 73/9.551.
48 Expediente: 301/66. Signatura AGA: 73/9.567.

 

 

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