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1. MONOGRÁFICO

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1.2 · Valle-Inclán y la censura de representaciones durante el franquismo.

Por Berta Muñoz Cáliz.
 

 

6. EL AÑO DEL CENTENARIO (1966)

Con motivo del centenario de Valle-Inclán el propio régimen franquista va a intentar apropiarse de la figura del dramaturgo y estrenar alguna de sus obras en los Teatros Nacionales. A finales de 1965 hubo un intento de que se programara en dichos teatros Cara de plata; aunque los datos conservados sobre este proceso son incompletos, sabemos que este estreno no se autorizó. Finalmente, la pieza que alcanzó el estreno en el Teatro María Guerrero durante el año 66 sería Águila de Blasón, con dirección de Adolfo Marsillach. Poco después, a comienzos de 1967, lo haría La enamorada del rey, en un espectáculo que incluía igualmente las piezas La rosa de papel y La cabeza del Bautista, dirigidas por José Luis Alonso. Aunque ya en 1963 se había autorizado para su representación comercial alguna de las piezas del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, sería a comienzos de 1967 cuando se representaran en un teatro oficial. También en el 66 se autorizó para su representación comercial Las galas del difunto a Miguel Narros, que poco antes había sido nombrado director del Teatro Español, si bien finalmente no tenemos noticia de que este estreno se llevara a cabo, en este caso, por cuestiones ajenas a la censura.

También hubo algunas compañías privadas que intentaron representar distintas obras de Valle-Inclán durante ese año. Una de ellas fue Pequeño Teatro, a la que se autorizó sin problemas Cuento de abril. Finalmente, también en el 66 el grupo independiente Los Goliardos presentó a censura Farsa y licencia de la reina castiza, que únicamente se autorizaría para sesiones de cámara, sin que se produjeran cambios en este dictamen hasta el final de la dictadura.

6.1. Cara de plata37

El primer documento que se conserva en el expediente referido al proceso de censura de esta obra data de 1965, año en que, al parecer, fue presentada para su estreno en los Teatros Nacionales. No obstante, según se deduce de uno de los informes, ya con anterioridad se había presentado una versión más completa, y ahora se enjuiciaba una versión mutilada por la propia compañía. Como veremos, la representación no llegó a autorizarse para sesiones comerciales, por lo que el estreno de Cara de plata aún hubo de esperar dos años más38.

En uno de los informes en los que se denegaba la autorización se aportaban los siguientes argumentos para justificar este dictamen:

Me inclino a la no autorización de esta obra en teatro comercial. A ello me impulsa 1) la excesiva abundancia de expresiones difícilmente tolerables por un público mayoritario, 2) la descarnada presentación de un clérigo vicioso, sacrílego, [ilegible] con más pretensión estética que hondura religiosa, 3) la mezcla (ilegible: ¿desencantada?) de lo religioso, la superstición y una sensualidad más o menos deforme, lo que da lugar a un clima morboso, 4) La insistencia en un clima sexual desordenado y obsesivo. […]

Otro de los censores se refirió a ella como “Obra violenta por sus situaciones y la crudeza del lenguaje”, y encontraba especialmente problemáticas algunas escenas como la de “Fuso Negro, así como la de Cara de Plata con Pichona de Bisbisera”; además, señaló que había “una abundancia de tacos y palabrotas”. También hubo quien se refirió a ella en términos positivos, como “un clásico del siglo XX”. No obstante, finalmente, el texto se autorizó solo para sesiones de cámara.

Dos años después, en septiembre de 1967, la Compañía titular del Teatro Moratín de Barcelona volvía a solicitar autorización para representar esta obra, con motivo de la inauguración de dicho teatro en diciembre de ese año. En general, los censores señalaron que sería necesario imponer un número considerable de supresiones, y en algún caso, incluso, se propuso autorizarla únicamente para teatros de cámara. Otro de los censores se limitó a recordar que en cualquier caso sería necesaria la autorización de la familia Valle-Inclán, y en consecuencia, en el dictamen de la Junta se indica que “Se acuerda recabar autorización de los herederos del autor para la versión presentada para su estreno en el Teatro Moratín”.

El director de escena, José María Loperena, realizó una serie de cortes y modificaciones en el texto, con vistas a posibilitar su autorización, según explicaba en una carta a José María García Escudero39:

[…] Son tres, a mi modo de ver, las escenas cuya solución plástica debe ser alterada. Alteración impuesta por la importancia meramente visual que el espectador medio podría otorgar a lo que acontece en el escenario, […].

La primera de ellas es la impuesta por la acotación […] que dice textualmente: “Cara de plata de (sic) hunde una mano en los pechos”. Dicha acotación será alterada, a tenor de la posible supresión de alguna de las frases de la escena, por la censura, y, en todos los puestos, “Cara de Plata cogerá a La Pichona por la cintura, e intentará abrazarla”.

La escena 4ª de la 3ª jornada de la obra, cuya acotación inicial la localiza Valle Inclam (sic) en “La cama de La Pichona”, será movida en la habitación de la misma, haciendo presuponer al espectador “que todo aquello que se inicia en la escena 7ª de la 2ª jornada ha transcurrido ya”, como así parece desprenderse del texto; habiendo llegado la visita de Cara de Plata a La Pichona a su fin. Los actores, naturalmente, llevarán las ropas necesarias para ello.

Y con referencia a la última escena de la comedia; me refiero naturalmente a la entrada “del sacrílego Abad de San Clemente” […], se prescindirá de “la copa de plata con el pan del Sacramente” (sic), que será sustituida por una simple cruz sin imagen. […]

Por su parte, Carlos del Valle-Inclán escribió una carta a la Sociedad General de Autores, acerca de las modificaciones impuestas al texto, de la que se ha conservado una copia en el expediente de esta obra40. En ella, el heredero del dramaturgo señalaba que aceptaba los cortes si habían sido ordenados por el director de escena, pero no los aceptaba en ningún caso si procedían de la censura. En octubre de 1967, una vez conocida la respuesta de Carlos del Valle-Inclán, la Junta acordó pasar la obra a la lectura por los miembros del Pleno, donde la mayoría de los censores coincidieron en autorizarla para sesiones comerciales, con diferentes condiciones y con distintas tachaduras. En su mayoría, optaron por suprimir varios fragmentos y vigilar la puesta en escena:

De sobra es conocida esta famosa comedia bárbara en la que destaca la prosa gráfica, rebuscada y violenta del esperpento valleinclanesco. Lo arriscado de tipos y situaciones es tan expresivo que solo con ponerlos en pie de escena supone máxima concesión y homenaje a un autor. Y aunque en el texto se limen algunas palabras, más escritas para leídas que para dichas, no creo se adultere en absoluto el sentido de la obra ni el respeto a su creador. […]

Como se dijo, el director de la obra había realizado ya ciertas supresiones, además de las realizadas anteriormente por otros lectores de la Junta:

Se me ha remitido un ejemplar limpio de supresiones. Sé que existen algunas propuestas por la dirección escénica, por ser indispensable abreviar el texto no escrito para la representación y por ciertos escrúpulos alguna vez excesivos. […]

Entre los censores, hubo quienes se mostraron partidarios de autorizar el texto en su práctica totalidad y quienes consideraban necesario imponer varios cortes. Uno de los principales argumentos para autorizarlo en su totalidad fue la calidad literaria del texto y el prestigio del autor, así como la inconveniencia de prohibirlo para la propia imagen de la censura: “Por añadidura, su prohibición originaría una situación engorrosa por tratarse de obra de un gran autor español”. Aun así, algunos censores sostienen que ciertos cortes resultan imprescindibles:

Valle-Inclán es así, y así hay que tomarlo… o dejarlo. Soy partidario de la primera de las disyuntivas y únicamente aconsejo suprimir dos palabrotas que, por ir en función de calificativos de estamentos religiosos u oficiales, rebasan a las meras expresiones de mal gusto y resultan denigrantes para una cierta religiosidad y para el Gobierno, respectivamente.

Otros confían en que el propio director de escena realizaría las modificaciones oportunas: “me inclinaría por respetar íntegro el texto, texto que sin duda habrá de ser modificado en el montaje por razones evidentes”; e incluso apuntan la idea de que se advierta al espectador desde el programa de mano: “Si además se subraya en el programa de mano que pertenece a la serie de Comedias bárbaras, se consigue una previa advertencia al espectador de lo que va a ocurrir en escena”.

Los fragmentos que consideraron más problemáticos coincidían básicamente con los que había suprimido el propio Loperena, según explicaba en la carta antes citada. Así, uno de ellos fue la escena en la que aparece el símbolo religioso de la copa con el Pan del Sacramento, hasta el punto de que hubo quien consideró que este era realmente el único corte imprescindible:

Únicamente, y por rayar ya en extremos que a mi juicio son inaceptables y casi blasfemos, debería suprimirse, en el mismo final de la obra, la presentación en escena del Santísimo Sacramento, que puede ser, a mi juicio, sustituido por un crucifijo.

E incluso llegó a tildarse de “sacrílega”: “Por lo sacrílega interesaría suprimir de la última escena cuando es arrebatado el Cáliz de manos del Abad”. También las escenas de Cara de Plata en la cama con Pichona fueron destacadas entre las más problemáticas, aunque hubo quien propuso autorizarlas siempre que se cuidara la puesta en escena: “Y aun estas escenas las trataría escénicamente de modo que pudieran darse”. También hubo quien señaló que se deberían cuidar, además de las escenas eróticas, “la presentación externa del Abad y las cosas religiosas”.

Tras su paso por el Pleno, en octubre de 1967 se decidió autorizar esta obra para mayores de 18 años, con cortes en trece de sus páginas, sin posibilidad de radiación y a reserva de visado del ensayo general. La mayoría de los cortes eran palabras malsonantes, como “putas”, “cabrón”, “con maricones y putas”, “virgo”, “hijo de puta” o “puto”. También se prohibió el fragmento en que Cara de Plata le hunde la mano en los pechos a la Pichona, y las alusiones a “la copa de plata con el pan del Sacramento” o al “cuerpo de Cristo”. Además de los fragmentos que finalmente se censuraron, en el libreto presentado a censura se puede leer la palabra “Visado” junto a escenas como la 7ª de la Jornada 2ª, donde Pichona la Bisbisera está desnuda en la cama y Cara de Plata va a sentarse junto a ella, o la Escena 4ª de la Jornada 3ª, donde también Cara de Plata y la Pichona se encuentran en la cama.



37 Expediente: 272/67. Signatura AGA: 73/9614
38 En un informe firmado por José María Artola, en cuyo dorso se indica “Sesión del día 21 de diciembre de 1965”, se puede leer: “Presentan libretos con unas supresiones hechas por los mismos solicitantes, motivo por el que se le envía para una nueva lectura e informe”.
39 Carta fechada en Barcelona, a 25 de octubre de 1967.
40 Carta fechada en Pontevedra, a 2 de octubre de 1967. José Caturla Zamora, el empresario que firmó la instancia presentada a censura por la compañía del Teatro Moratín, envió copia de esta carta al ministerio, motivo por el cual esta se conserva dicha carta en el expediente de esta obra (a su vez, según comenta, él la había recibido a través de la Sociedad General de Autores).

 

 

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