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1. MONOGRÁFICO

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1.2 · Valle-Inclán y la censura de representaciones durante el franquismo.

Por Berta Muñoz Cáliz.
 

 

4. LOS PRIMEROS INTENTOS DE REPRESENTAR A VALLE-INCLÁN EN RÉGIMEN COMERCIAL

A partir de 1960 serán varios los intentos de representar a Valle-Inclán en régimen comercial, e incluso en los teatros institucionales, mediante su programación en los Teatros Nacionales y en los Festivales de España. Estos intentos vendrán en primer lugar de la mano de José Tamayo y la compañía Lope de Vega, si bien en un primer momento este director tendrá que conformarse con representar estas obras en producción privada. Así, en 1960 se denegó la programación de Divinas palabras en el Teatro Español, e igualmente, en 1967, se excluyó Luces de bohemia de la programación de los Festivales de España. También en 1965 se denegó la programación en los Teatros Nacionales de Cara de Plata, como veremos más adelante.

4.1. Divinas palabras

Dos años después de su prohibición a Dido Pequeño Teatro, sería precisamente Divinas palabras la primera obra de Valle-Inclán que intentaría ponerse en escena en régimen comercial. En 1960, la compañía Lope de Vega solicitó representar esta obra en el Teatro Español de Madrid, y con este motivo se iniciaron los trámites para su posible autorización13. Gracias a los informes que se emitieron entonces sabemos que el adaptador, Gonzalo Torrente Ballester, había realizado una labor previa de autocensura:

[…]. El adaptador se ha limitado a bien poco: suprimió media docena escasa de párrafos –algunos irreverentes, otros de excesiva morbosidad-, cerró algunos cuadros con frases más definitorias y alteró el matiz crudo del final –en la obra Mari Gaila es llevada desnuda ante el marido-. A pesar de esta labor de limpieza quedan muchas expresiones violentas, hirientes […]. Yo recomendaría algo más de mesura dialéctica. […]

Entre los censores, hubo quien señaló que la creía irrepresentable, tildándola de “repugnante e inmoral, irreverente e irreligiosa”, e igualmente comentaron que, pese a la labor del adaptador, “la trama conserva aún durezas y atrevimientos”, sobre todo en lo concerniente al desenlace. También llamaron la atención sobre el hecho de que la obra se fuera a representar en un teatro nacional; finalmente, señalaron que no se concedería licencia ni para “radiarse ni televisarse, ni Festivales de España en su día. Y con itinerario limitado” [fig. 6].

Aunque no hay constancia documental del dictamen que se emitió en esta ocasión, lo cierto es que no se debió autorizar. Poco después, Carlos del Valle-Inclán, lamentaba en una carta que se cerrara el paso a Valle-Inclán mientras se autorizaban otras obras de autores clásicos y extranjeros, al tiempo que amenazaba con llevar el tema directamente a manos del Caudillo14; además, advertía que una revista extranjera, Life, quería publicar el texto íntegro de Divinas palabras con apostillas sobre la censura en España, y mostraba su interés en hacer llegar esta noticia al Director General y al Ministro de Educación.

La carta de Valle-Inclán fue remitida por José Tamayo a José Muñoz Fontán, director General de Cinematografía y Teatro15, acompañada de una nueva misiva firmada por Tamayo con nuevos argumentos a favor de la autorización de la obra. En el expediente encontramos además una copia de una extensa carta dirigida al Ministerio de Asuntos Exteriores en la que se atacaba lo “anticuado” del criterio de los censores y se hacía referencia al carácter de “clásico” de la literatura española que había adquirido el dramaturgo gallego, lo que convertía su prohibición en “una vergüenza para el país”16. Al recibir esta carta, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Mª Castiella, la remitió al Ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, acompañándola de una nueva misiva firmada por él17 en la que le advertía que “algunas de las razones que aduce, en cuanto se refiere al efecto de una eventual prohibición en el extranjero, deberían ser tenidas en cuenta en el momento que tomes tu decisión sobre este asunto”.

También intervino en el proceso el Secretario General Técnico del Ministerio de Educación Nacional, Antonio Tena Artigas, quien dirigió un nuevo escrito a José Muñoz Fontán, solicitándole, de parte de su “buen amigo” Carlos del Valle-Inclán, que le informara personalmente sobre el asunto de la censura de Divinas palabras para su representación en el Teatro Español de Madrid18. En su contestación, Muñoz Fontán19 escribió:

La inclusión de esta obra para su representación en un Teatro Oficial no fue en ningún momento aprobada, sin que esto suponga ni desconocimiento de sus valores artísticos ni prohibición de ser representada en España. Tengo entendido que el Sr. Tamayo, como Director de una Compañía Privada, tiene el proyecto de llevarla a la escena y si en el mismo persiste podrá convertirse en realidad. […]

Poco después, en mayo del mismo año, José Tamayo solicitó autorización para representar la obra en Barcelona con su propia compañía, sin el apoyo de su programación en un teatro oficial. En esta ocasión los censores insistieron en sus reparos, aunque la autorizaban para mayores de 18 años, con la condición de suprimir fragmentos en quince de sus páginas, “y con limitación de itinerario teatral, de radio y televisión”. Uno de ellos especificaba los fragmentos que debían ser suprimidos:

Repasados los pasajes anotados en informes precedentes, creo que deben subsistir todas las supresiones señaladas sobre el hecho de que el Sacristán aparezca vestido de sotana y roquete… Quedan también como muy duros de roer las Escenas VI (final) de la Jornada Segunda y la Escena IV de la Jornada Tercera. Esta sobre todo se presta a morbosidades. Así mismo, en las palabras finales debería evitarse el decirlas en latín. Aunque no creo que tenga mayor importancia.-

Meses más tarde, la compañía presentó una nueva versión del texto, en la que se habían realizado muchas de las modificaciones impuestas. Tras recibir esta versión, uno de los censores señalaría que “se han introducido casi todas las adaptaciones marcadas en Informes anteriores. Algunas no han sido aceptadas; pero creo que se puede acceder a tolerarlas”, aunque advertía:

Con todo, debe cuidarse que en la Escena Última, MARÍA GAILA, la esposa adúltera, no aprezca (sic) en escena desnuda y en actitudes sugerentemente morbosas para el espectador… Y qué Dios nos ampare a todos!

Finalmente, en agosto de 1960, la obra se autorizó para mayores de 18 años, a reserva de visado del ensayo general y sin posibilidad de radiación. En la Guía de censura que se entregó a la compañía se indica que “La presente guía de censura solamente ampara la puesta en escena de la obra Divinas palabras en Madrid y Barcelona”. Esta limitación de ruta se iría ampliando posteriormente, aunque hubo ciudades en las que esta obra no se pudo representar20. Años más tarde, en 1968, Ramón Tamayo volvió a solicitar autorización para representar esta obra dentro de la 1ª Campaña Nacional de Teatro, autorización que le fue concedida.



13 Expediente: 134-60; signatura AGA: 73/9330
14 Carta fechada en Pontevedra, a 16 de abril de 1960.
15 Carta fechada el 25 de abril de 1960.
16 Dicha carta no aparece firmada ni lleva fecha alguna, pero debió ser escrita hacia el mes de abril de 1960 por Carlos del Valle-Inclán, según se indica en una nota que la acompaña.
17 Carta fechada el 21 de abril de 1960.
18 Carta fechada en Madrid, a 27 de abril de 1960.
19 Carta fechada en Madrid, a 2 de mayo de 1960.
20 Así, en 1962 el Gobernador civil de Canarias solicitaba autorización para la representación de esta obra, y unos días más tarde le fue autorizada. Poco después José Tamayo solicitaba una ampliación de ruta y le fue concedida parcialmente, aunque con visado del ensayo general de carácter vinculante. Las ciudades en las que se autorizó la representación de Divinas palabras fueron Madrid, Barcelona, Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra, Villagarcía, Ferrol del Caudillo, Oviedo, Gijón, Santander, Bilbao, San Sebastián, Zaragoza, Tarragona, Valencia, Palma de Mallorca, Granada y Cádiz, es decir, las que había indicado José Tamayo en su carta al Director General de Cinematografía y Teatro, a las que se añadían Valladolid, Salamanca y León, que no se autorizaron.
A propósito de la ciudad de Valladolid, el censor que se encargó del caso escribió: “También aduce el Sr. Tamayo como motivo en su favor la evolución del público en los últimos años, apartándose del carácter timorato y no muy acercado de los últimos años… En algunos lugares, sí, es cierto, el público se ha hecho ‘mayorcito de edad’… Pero ¿de qué parte del mundo es Valladolid…?”.

 

 

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