Yo, maldita india; La infanta de Velázquez y Ella se vaJerónimo López Mozo
Edición de Virtudes Serrano. Cátedra, Letras Hispánicas, 819, Madrid, 2019

De los casi noventa textos dramáticos escritos por Jerónimo López Mozo (1942) a lo largo de sus más de cinco décadas dedicadas al teatro, Virtudes Serrano, profunda conocedora de su obra, para la presente edición, ha seleccionado, como aclara en la contraportada,

[...] tres obras, tres personajes femeninos, tres mujeres que padecen la condición de víctimas de los sistemas en los que les ha tocado vivir y que muestran las formas de su rebeldía. Tres piezas que, con estéticas diversas, evidencian los males de un patriarcado opresor, a veces sanguinario, siempre fabricante de víctimas: la india Malinche, la Infanta Margarita de Austria y Ella, la mujer del presente.

Es incuestionable, como avala su trayectoria y los numerosos reconocimientos que se le han otorgado, que López Mozo es un referente en los últimos cincuenta años del teatro español, y ello desde el compromiso, tanto con la sociedad en que se halla inmerso como con las nuevas formas estéticas que han jalonado el devenir de la escena occidental.

En las páginas introductorias, Virtudes Serrano, con el rigor y honestidad que la caracterizan, presenta la trayectoria de Jerónimo López Mozo con unas etapas formales claramente diferenciadas en sus primeros años, pero que confluyen con el nuevo siglo. Desde 1965, en que el dramaturgo inicia su andadura con Los novios o la teoría de los números combinatorios, hasta el inicio de la década de los 90, con títulos tan señeros como Moncho y Mimí, Matadero solemne, Guernica, Anarchia 36 o El Fernando, todos anteriores a la muerte de Franco, y, por lo tanto, con continuos problemas con la censura, Jerónimo López Mozo se mueve en una estética más experimental y vanguardista, acorde, por otra parte, con los movimientos europeos del momento, lo que llevó a que se le encuadrase en la ambigua generación del llamado Nuevo Teatro Español. Se trata de un periodo –marcado por la denuncia, la referencia directa o mediatizada por la historia a la guerra civil– en que López Mozo, como muchos otros dramaturgos del momento, trabaja en colaboración con el teatro universitario o los denominados grupos independientes.

La llegada de la democracia, que tantas expectativas había generado entre las gentes del teatro, y en España entera, no produjo los esperados frutos para López Mozo, quien ha apuntado que la Transición obligó a una cierta “operación olvido” cuyas primeras víctimas fueron aquellos autores y obras que podían resultar molestos al nuevo orden instaurado. A estos años pertenecen, entre otras, Como reses, Tiempos muertos, D.J., Yo, maldita india.

Señala Virtudes Serrano que, al filo de los 90, y con Eloídes como primer fruto, se inicia una etapa de “realismo selectivo”, no del detalle, sino de presentación con fórmulas ágiles de una realidad urbana que arroja a sus calles a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. En este grupo se incluirían Ahlán y las obras que tienen su referente en el terrorismo islamista y de ETA: Hijos de Hybris, Bajo los rascacielos (Manhattan Cota -20), Extraños en el tren, etc. Aunque hemos señalado las mencionadas etapas, lo cierto es que, como matiza Virtudes Serrano (p. 41), “La alternancia entre la expresión realista de los conflictos más próximos y diferentes formas de experimentación formal constituye una marca caracterizadora del autor en su dramaturgia”.

La amplia y documentada bibliografía realizada por Serrano nos permite apreciar la profunda implicación de López Mozo en el medio teatral español, no sólo como dramaturgo, sino como auténtico partícipe en la reflexión y crítica del devenir de nuestra escena a través de las principales revistas de cada momento: Yorick, Pipirijaina, El Público, Reseña, Cuadernos de Dramaturgia, etc. Igualmente, nos conduce a apreciar las dificultades que la magnífica literatura dramática de López Mozo ha encontrado y encuentra para subir a los escenarios. Cuando este hecho se ha producido, siempre ha sido de forma alejada de los circuitos comerciales, y de la mano de directores (Antonio Malonda, Luis Maluenda, Mariano de Paco, etc.) que apuestan por un teatro que, dada la idiosincrasia de la escena española actual, tan diferente de la labor de nuestro dramaturgo, necesariamente conducen a públicos minoritarios.

Las tres obras seleccionadas por Virtudes Serrano, comparten, además de una determinada visión de la mujer, un nítido ejemplo de técnicas de intertextualidad, tanto con las crónicas sobre la conquista de América, como con destacados creadores del siglo XX, tal es el caso de Tadeusz Kantor y Henrik Ibsen.

Yo, maldita india, escrita en 1988, presenta a Malinche frente a las grandes personalidades de la conquista de México, “para reivindicar su figura, pero también para poner ante la mirada del espectador actual el profundo problema personal y social del mestizaje, de la extranjería”, según Serrano (p. 53). Desde el punto de vista formal, se trata de un amplísimo acto único que, de forma similar a las novelas dialogadas de Galdós, ofrece, principalmente, de la mano de la Historia verdadera de la conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, a quien convierte en pivote sobre el que basculan los recuerdos, la visión imparcial de la campaña encabezada por Cortés para llevar a cabo la conquista de México entre 1519 y 1521. En este fresco, como consecuencia de la mente enferma de Bernal Díaz, conviven, de forma desordenada cronológicamente, grandes personajes de la historia como Moctezuma, Cuauhtémoc, Malinche, Cortés, Fray Bartolomé, etc., con seres anónimos que también contribuyeron, con su intrahistoria, a que los hechos se desarrollaran como sucedieron realmente y no sólo como narran las crónicas oficiales. Como explica el dramaturgo, Yo, maldita india es una “propuesta” desde la que deben trabajar conjuntamente el autor y un director, pero, en todo caso, se trata de un magnífico ejemplo de literatura dramática, lo que explica los destacados galardones recibidos.

De mayor complejidad formal y temática (y, por lo tanto, con mayores dificultades para su montaje en una escena como la actual española, en la que se prodigan los productos light), pero no por ello de menor interés para un lector/espectador proactivo, goza La infanta de Velázquez, escrita por Jerónimo López Mozo en 1999, “ejemplo de experimentación y compromiso”, a decir de Virtudes Serrano (p. 64), quien apunta que “La infanta recorre trescientos años de horrores hasta desembocar en el estudio de Tadeusz Kantor, donde, al representar su propia historia, comprenderá la profunda tragedia de su existir”. Realmente, lo que, con este texto, consigue López Mozo es presentar, en un calculado desorden temporal, un friso, en catorce escenas, de los grandes conflictos del siglo XX, al margen de rendir un homenaje a los creadores Velázquez y Kantor, de quienes toma algunas de sus formas escénicas, que conviven con el crudo realismo de las escenas en que se indaga en los mecanismos del poder. La Infanta de Velázquez es una magnífica muestra de literatura dramática a la espera de un gran director que resuelva de manera accesible ese, a veces, enigmático universo, pleno de referencias no diletantes, que ha conformado López Mozo de la mano de Kantor y Velázquez, y que únicamente la cuidadosa edición de Virtudes Serrano permite saborear plenamente.

Con elementos intertextuales de la ibseniana Casa de muñecas, Jerónimo López Mozo escribió, en 2001, Ella se va, que subió a las tablas en 2004 bajo la atenta dirección de Mariano de Paco, alcanzando una respuesta favorable por parte del público y de la crítica. Frente a las otras protagonistas, según Serrano, “Más cotidiana, Ella, una mujer del presente de la escritura, muestra su acto de rebeldía frente al abuso encubierto que padece y que es común a tantas mujeres de nuestro primer mundo […]”. Debido a la actualidad y cercanía del conflicto, López Mozo optó por una estética realista, “salpicada” con escenas, como es habitual en él, con un fuerte componente imaginativo y frecuentes saltos espacio temporales.

Virtudes Serrano nos presenta tres textos –Yo, maldita india, La Infanta de Velázquez y Ella se va– que reflejan tres momentos y estéticas en la trayectoria de López Mozo y que evidencian al enorme escritor que, en continuo contacto con los problemas y tendencias escénicas del momento, da vida a unos seres que pretenden escapar de la condición de víctimas en que las han colocado la historia y la sociedad.