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NúM 6
1. MONOGRÁFICO
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1.9 · MISIÓN AL PUEBLO DESIERTO: DE LO PERDIDO Y LO SALVADO


Por Eric Pennington
 

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Al examinar lo que se ha perdido en la obra y la historia, nos damos cuenta de que no todo ha desaparecido. Misión incluye en sus palabras, alusiones y tono, el lema de salvar o recuperar lo perdido. Desde el principio, aún rodeado de sombra y silencio, existe una posible salvación. En el acto de leer el manuscrito encontrado, la Secretaria da vida a los protagonistas y recupera lo que se hundió en el pasado de la guerra. Los israelitas, perdidos por tantos años, un día después de muchas tribulaciones, entrarán en la Tierra Prometida donde florecerán. Sobre el monte de la zarza ardiente, aunque quede olvidado y recubierto de dudas sobre su autenticidad, se construirá la Iglesia de la Anunciación que, por el arte religioso, unirá para siempre la zarza ardiente con la esperanza de Jesús. La Legión Cóndor, que causó innumerables pérdidas de arte, pueblos y seres humanos, estará borrada de la faz de la tierra dentro de diez años. El arte del Prado que intentaron destruir quedará intacto para siempre, en gran parte, gracias a los nobles y humildes españoles que defendieron y conservaron sus tesoros para un futuro sin conflicto12. La España democrática borrará cada referencia pública del legado del sedicioso de Franco; hasta su nombre y apellido serán eliminados de los letreros de las calles y el Caudillo entrará en su propio Tiempo de Silencio permanente. Como se ha descrito antes, El Greco aparecerá por segunda vez en la historia del arte español para recibir los merecidos honores. Palmaroli, Alberti, Buero Vallejo y tantos más “pintarán” la contra-narrativa de la guerra civil. Se salvará a los sacrificados en la defensa de Madrid en las canciones que se escuchan durante la representación de Misión y por muchas generaciones después, al cantar “A las barricadas”, “Madrid resiste” y “Puente de los franceses”13.           

Después de enumerar lo mucho que se pudo salvar, debemos preguntarnos si Lola, Damián y Plácido lograron salvar el lienzo del Greco. La narración del manuscrito encontrado termina con Damián amenazando a Plácido, pistola en mano, para que éste no le prohíba trasladar el cuadro en su motocicleta. Dado que se ha destruido la furgoneta en el bombardeo, quedan dos opciones para transportar el cuadro a un lugar seguro: correr el riesgo de arruinarlo al llevarlo sobre la moto y su sidecar o dejarlo en el Palacio de los Marqueses con la esperanza de que las tropas rebeldes, que inevitablemente vendrán, se den cuenta de la singularidad del cuadro y hagan todo lo posible por defenderlo y asegurarlo. Nadie sabe cómo lo tratarán los nacionalistas, pero se deduce más claramente lo que le pasará al cuadro si Damián se lo lleva del modo en que piensa hacerlo. Por esta razón, Plácido se opone enfáticamente a que Damián lo transporte de ese modo. Éste, por su parte, insiste en cumplir su misión y jura que puede hacerlo sin causar daño. Su empeño por detener a Plácido es tal que le apunta con su arma [Fig. 11]. Después de una pausa los dos salen del sótano hasta la calle. En este momento de gran tirantez, las luces bajan y la narrativa cesa. Un momento después la luz vuelve a caer sobre Lola, quien confiesa que no sabe cómo va a terminar la pugna entre los dos hombres. Dice: “el más resuelto tiene una pistola y es Plácido quien le estorba decisivamente. (Llora.) ¿Qué solución puede tomar nuestro conflicto?” (83). El texto nos niega una respuesta explícita, pero el recuerdo de otra obra de Buero nos ayudará a ver un cambio de filosofía y un nuevo modus operandi en Misión. En 1977 Buero estrenó La detonación, que se centró en el disparo del arma que puso fin a la vida de Mariano José de Larra en un suicidio. Fue en esa época cuando la trayectoria del dramaturgo se tornó oscura –pesimista– después de tantos años de franquismo14. Era un mundo de represiones inflexibles donde empujaban aún a los más sensatos a quitarse la vida porque bajo la dictadura de aquellos años “no había escape”. Ahora en Misión interpretamos como más que mera casualidad el que Buero ponga otra vez una pistola en las manos de un protagonista más de veinte años después. Aunque es verdad que nadie sabe con certeza cómo va a terminar el desacuerdo entre Damián y Plácido, notamos que al subir del sótano, Damián, armado, va primero y obviamente no está apuntando con su revólver a Plácido. Éste dice al subir: “No está todo perdido”. Un comentario optimista. Luego, Lola revela que no recuerda haber oído ningún disparo –otra indicación positiva. No hubo ninguna detonación en Misión, señalando un gran cambio de curso, acción y ética en la trayectoria de Buero. La violencia cesará.

Pronto las luces vuelven a iluminar a los miembros del Círculo de Estudios, y después de discutir la historia un poco más, el Presidente se dirige a los lectores y dice, con un toque de literatura distópica, que quiere reportar los hechos del pasado desde una nueva perspectiva: “Señores socios y visitantes: que cada cual imagine el destino de esos tres cuya misión se nos ha relatado y en cuya aventura yo creo firmemente” (86). Después de confesarles que quizá sigan calientes las brasas de la guerra, el líder de los lectores revela su esperanza, repitiendo las palabras de Plácido, que “quizá no todo está perdido” (87)15. Se ve aquí, en la última oferta del autor a su público, la incorporación del tema de la anticipación, la esperanza, tan inspirador como era en la Pastoral de Corelli en El concierto de San Ovidio. Al reconocer que el dramaturgo deja la conclusión del drama en manos de los espectadores, uno se percata de otra innovación en el teatro de Buero16 y de que ahora el maestro cree que su público es capaz de entender, congeniar y dar pasos firmes hacia un futuro mejor. Con la mención de los cuadros de Palmaroli y el desafío sutil de que el lector y el espectador adivinen cuáles fueron los dos lienzos, el dramaturgo ha preparado a su público para crear el desenlace. Es con esta maniobra, de dejar la conclusión abierta, como se nos permite apreciar que la “forma” –el uso de la técnica de abreviar la narración inesperadamente– respalda y complementa la “función” del drama de invitar a otros a que “escriban” las últimas escenas. Es decir, Buero Vallejo, desde 1939, ha estado distanciando a sus compatriotas de su realidad histórica para sumergirlos en su mundo teatral por medio de mecanismos de inmersión bastante conocidos y elogiados. Ahora, en su último drama, Buero ha planeado un momento crucial, en el que las personas de carne y hueso puedan de verdad participar en el drama. Serán los nuevos autores; serán ellos los que determinarán cómo concluirá la historia. Al culminar su carrera, si se analiza bien, éste es un acto de verdadera fe (“su irrenunciable fe” [Díez de Revenga, 2]) y confianza por parte de Buero en su pueblo español. Durante cincuenta años ha educado y ha orientado a su público a tomar decisiones éticas siguiendo los arquetipos expuestos en sus dramáticas historias. La retirada ha llegado, es la hora de que el dramaturgo se aparte del teatro y cese su “misión” de componer tragedias para su querida patria. Ya no dudaremos, ni diremos mas: “Quizá ellos, algún día, ellos”. No. Ese día ha llegado.17 Dado el amplio y profundo impacto del teatro moral y humano de Buero Vallejo, han quedado huellas enormes en los espectadores; una de las más éticas es la de “Me siento... él”, el futuro prometedor y esperanzador vendrá de ellos, quienes verdaderamente sabrán hacerlo realidad por ser partícipes activos del teatro bueriano en Misión al pueblo desierto.



12 Rafael Alberti los describe con bastante emoción en Noche de guerra en el Museo del Prado.

13 Para estudiar cómo se emplea la música en Misión, véase: Dixon, 2008, 567-88.

14 Aunque se estrenó en 1977, Buero Vallejo empezó a escribir La detonación en 1975, bajo la mano dura de Franco.

15 Esta es la segunda vocalización de la frase diciendo que “no está todo perdido”. Como vimos, Plácido también dice lo mismo cuando sube del sótano con Damián, aunque es en el momento de más tensión del drama (83).

16 Díez de Revenga alaba este mecanismo, “[un] gesto tan original como suspender el final y dejarlo abierto”.

17 Para Francisco Umbral, la conclusión es positiva también, como ve que “las dos Españas tienen algunos valores que les pueden unir” (64).

 

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