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NúM 6
2. VARIA
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2.5 · APUNTES Y DOCUMENTOS SOBRE LA HISTORIA DEL TEATRO DE LA COMEDIA (1875-1915)


Por Eugénie Sancha Fernández
 

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1. INTRODUCCIÓN

El Teatro de la Comedia1, situado en una calle en la que un importante coliseo municipal le impondría competencia, la del Príncipe, se erigió a lo largo de cuarenta años, entre su inauguración en septiembre de 18752 y su incendio en abril de 1915, como uno de los lugares privilegiados para el ocio de la aristocracia y de la burguesía de la Restauración. El Teatro de la Comedia se inauguró oficialmente el 18 de septiembre de 1875, aunque ya anteriormente se venía anunciando su apertura en los periódicos (de hecho, estaba previsto que el teatro abriera durante la temporada 1874-1875, objetivo que no se logró debido a los atrasos en las obras) [Fig. 1]. Tuvo un padrino de excepción: el rey Alfonso XII lo inauguró. Para atraer a un público refinado, había que tener un local con la misma calidad. Desde el primer momento el Teatro de la Comedia se puso de moda. En la inauguración, todas las localidades estaban vendidas. Silverio López de Larrainza, el propietario del local, no escatimó en gastos ni en lujo para atraer al público y llenar diariamente las localidades y ser el coliseo de moda de la capital.

El Teatro de la Comedia, como su nombre indica, se dedicaría durante los primeros tiempos únicamente a la programación de comedias. El actor Emilio Mario, su primer empresario, llegó a establecer un teatro por horas, o por secciones3, en un marco aristocrático, lugar que no existía en su momento [LE, 19-05-1875, Madrid, Año XXVII, nº8243; LE, 05-08-1875, Madrid, Año XXVII, nº8318]. De hecho, con esa idea inicial comenzaron el proyecto tanto Emilio Mario [Fig. 2] como Silverio López, el propietario, y Francisco Arderíus, el de los Bufos, socio en un principio aunque acabaría desligándose del proyecto4 [Fig. 3]. Los tres habían decidido el cuadro principal de artistas contratados: Balbina Valverde [Fig. 4], Dolores Fernández, Soledad Morera, Carmen Calmarino y Emilia Ballesteros; Emilio Mario, Francisco Arderíus, José Suárez, Elías Aguirre y Enrique Sánchez de León.

Finalmente, la idea inicial de abrir un teatro al alcance de todos pronto sería abandonada, convirtiéndose el Teatro de la Comedia en un coliseo para las clases pudientes (alta burguesía y nobleza) y clase media, tal como era habitual en la época (Amorós, 2002, 312). Una vez dejado atrás el populismo democrático del sexenio en cuanto a las actividades culturales, la oligarquía aristocrática acabaría imponiendo sus preferencias (Menéndez Onrubia, 1987, 54). Pepe Rubio cuenta en sus memorias que Emilio Mario desistió de la idea del teatro por horas a escasos días de la inauguración (Rubio, 1927, 54); en su lugar, programaría una sola sección, basada sobre todo en comedias costumbristas, más cercanas al gusto de su público5.



1 Este artículo forma parte de la tesis doctoral El Teatro de la Comedia de Madrid (1875-1915): su historia y reconstrucción de la cartelera, dirigida por la Doctora María Pilar Espín Templado y defendida en la UNED el 20 de enero de 2016. En línea: http://www2.uned.es/centro-investigacion-SELITEN@T/pdf/Tesis_Teatro_Comedia_1875-1915.pdf

3 El teatro por horas, o por secciones, sistema de organización del espectáculo teatral consistente en ofrecer al público cuatro obras diversas de un acto cada una, de una hora de duración y con entrada independiente en cada caso y a precio asequible, estaba triunfando en Madrid en el último cuarto de siglo (Espín Templado, 1995). Así, por ejemplo, frente a los precios de un Teatro Español, en el que ver a Matilde Díez costaba unas 5 o 6 pesetas por función (Zurita, 1920, 6), en el teatro por horas se empezó con 25 céntimos (a real la pieza).

4 Durante las obras de construcción del teatro, Francisco Arderíus se marchó a Sevilla con el cuadro de actores, mientras que Emilio Mario se quedó en Madrid para seguir y alentar la pronta finalización de la obra. El 20 de febrero de 1975, Arderíus rompió su pacto con Emilio Mario y Silverio López; según él, le habían apartado del negocio durante su ausencia (Rubio, 1927, 50).

5 El gusto de la mentalidad burguesa de la época alternaba alta comedia, juguetes cómicos, comedia realista comprometida (Enrique Gaspar, Eugenio Sellés), así como traducciones y adaptaciones de Sardou y Dumas (hijo); también con alguna de Scribe (Menéndez Onrubia, 1987, 50).

 

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