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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.6 · Del gallardo español al mexicano celoso: Impacto del teatro cervantino en México


Por Marx Arriaga Navarro
 

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1. Averígüelo Vargas

Correas registra “[…] que un mayordomo de un obispo de Segovia, muy solícito, y por eso malquisto de los culpados, y los con quien tenía negocios, llamado Vargas, a quien el obispo remitía todas las cosas, diciendo: «Averígüelo Vargas»” (66). Preguntarse en cuántas ocasiones se ha representado alguna comedia o entremés cervantino en el territorio mexicano, sin poseer un archivo que guarde registro detallado, pudiese ser un trabajo para Vargas. No todo está perdido, contamos con algunos registros aportados por: Manuel Mañón (1932); Luis Reyes de la Maza (1956, 1958a, 1958b, 1959, 1961, 1963, 1964); Enrique de Olavarria y Ferrari (1961); Margarita Mendoza (1987); Ángel Vázquez (2003); Luis Moncada (2007, 2010) y, desde 1981, la labor emprendida por el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), en especial (a partir del año 2011), con el proyecto “Reseña histórica del teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral”; todo lo anterior cumple la función de un soporte historiográfico básico sobre la dramaturgia mexicana.

En un sentido estricto, las comedias y entremeses escritos por Cervantes no han impactado en el teatro mexicano. Hasta el siglo XX, no tenemos noticias sobre la representación de alguna obra cervantina que destaque en el mundo teatral o entusiasme a los espectadores en México. La razón es clara, en los siglos XVII y XVIII el teatro que propone Cervantes se encuentra alejado de los gustos escénicos del espectador novohispano (González, 2012; Canavaggio, 1992; Casalduero, 1996), acostumbrado: primero a la comedia nueva y al teatro hagiográfico; después a las zarzuelas, sainetes y óperas (Mendoza, 1987; Reyes, 1956). El afrancesamiento de la cultura mexicana y el sentimiento independistas tampoco ayudaron para integrar, en el siglo XIX, aquella experimentación teatral propuesta por Cervantes (Olavarria, 1961). Tuvo que llegar el siglo XX, en su segunda mitad, ya cuando era reconocido culturalmente en México como el genio que revolucionó la novela occidental, mucho después de las lecturas alemanas del siglo XIX y del análisis crítico peninsular de la generación del 98, cuando México (guiado por un discurso de autoridad el cual asume aquel corpus como un patrimonio histórico) se propone ocupar el lugar de embajador en América de la literatura cervantina. En la última parte de este trabajo se analizará a detalle el fenómeno, ahora tan sólo anotemos: el único impacto real del teatro de Cervantes en México es el generado en lo que hoy conocemos por el Festival Internacional Cervantino [Fig. 1 y Fig. 2].

El Teatro Universitario de Guanajuato, fundado en 1952, a lo largo de sesenta años, no sólo ha ofrecido cientos o tal vez miles de funciones de teatro de manera ininterrumpida en los escenarios naturales que posee la ciudad de Guanajuato, […] la representación de Entremeses cervantinos, mundo imaginario y realidad de su mundo, obra montada originalmente por el maestro Enrique Ruelas Espinosa (1913-1987), y en la que han participado cientos de personas de distintos estratos de la sociedad y aun animales, como perros, mulas y caballos. Los Entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra son hoy un clásico de la escena cervantina en Guanajuato […] llamado por extraños “cuna iberoamericana de Cervantes” o “capital cervantina de América”; lugar de teatro, sede anual del Festival Internacional Cervantino y del Coloquio Internacional Cervantino […]. Ese es Guanajuato. Y todo a partir de un libro y de un grupo universitario de teatro que ha hecho suyo al escenario natural de la Plazuela de San Roque: “Catedral mundial del teatro”, diría el poeta Efraín Huerta. (Briseño, 2)

La escasa representación del teatro cervantino antes de la segunda mitad del siglo XX tiene una respuesta sociológica: la población mexicana no sentía atracción por aquel corpus. Sin embargo, desde el siglo XIX se aprecia una tenue búsqueda por adaptar pasajes del Quijote al teatro. El 27 de febrero de 1884, El monitor republicano publicaba:

Teatro Arbeu. Compañía dramática. Espectáculo Nacional. Grandiosa función monstruo para la tarde del domingo 17 de febrero de 1884 [...]. Repetición de la magnífica y aplaudida producción escrita en sonoros, fluidos y lindísimos versos por don F. García Cuevas, quien la tituló Don Quijote de la Mancha. (Reyes, 1964, p. 196)

Si se toma en cuenta cómo el teatro mexicano del siglo XIX estuvo marcado por el gusto hacia espectáculos musicales (Olavarria, 1961), sumado a que el Quijote había motivado a autores españoles del género chico a adaptarlo (Mendoza, 1987); ello dio como resultado la puesta en escena de las primeras obras con temática cervantina en México. El 3 de agosto de 1884, el mismo Monitor anunciaba:

Teatro Principal […], con el único objeto de dar a conocer las últimas obras de los modernos repertorios, tanto nacionales como extranjeros, tiene el honor de ofrecer a la ilustre sociedad mexicana sus humildes tareas. Las funciones tendrán lugar los días que no haya zarzuela en el Teatro Nacional […]. Repertorio Moderno de la compañía. El reloj de la Lucerna, La vengadora, La chara, la prima donna, Piensa mal y acertarás, última obra de Echegaray; Mártires o delincuentes, de Francisco Lavazuelo; La pasionaria, Severo Torreli, Después de la muerte, Última escena, La gran comedia, La caverna, Dalila, La llave del paraíso, La sexta parte del mundo, La malla, La sombra, don Cristóbal de Olid, Don Quijote de la Mancha, La Dama de los lunares y otras muchas de gran reparto. (Reyes, 1964, pp. 209-201)

Unos meses después de su éxito en el teatro Apolo de Madrid, llega a México la zarzuela que mejor había adaptado el Quijote al teatro. El 1º de febrero de 1903, El imparcial registra: “En el Principal. La venta de Don Quijote. ¡Don Quijote en el género chico! Cervantes arreglado por Fernández Shaw y musicado por el maestro Chapí”1 (Reyes, 1964, p. 201).

Pasó mucho tiempo hasta que en el año 1905 se estrenó, en el recién inaugurado Teatro de la Paz de San Luis Potosí, la obra del mexicano Manuel José Othón titulada El último capítulo:

Esta pieza, en un acto y en prosa, está dedicada al entonces gobernador del Estado, don José María Espinosa y Cuevas [...]. El buen éxito de la pieza no se hizo esperar, y hasta los periódicos de la capital hablaron de El último capítulo en términos elogiosos […]. La revista El Mundo Ilustrado, indudablemente la mejor entre las publicadas durante los últimos años del porfirismo, le dedica páginas enteras con fotografías de algunas escenas de la pieza. (Reyes, 1958, pp. 84-86).

A pesar del éxito del evento, se debe evaluar la obra de Othón como parte de los festejos internacionales sobre el III centenario del Quijote. Solo así encuentra sentido la apatía por representar comedias o entremeses cervantinos y que más mexicanos adaptasen alguno de sus elementos. Después del centenario, México regresó, en cuanto a esta temática, al gusto por el teatro musical y el género chico. Aunque fue imposible consultar el guión teatral o saber quién realizó la adaptación, en el año 1918 poseemos el registro de una zarzuela donde se refunde el Quijote, según Manuel Mañón:

Las principales novedades que ofreció la Compañía Cómico-lírica, de la que eran empresarios los hermanos Carreño, durante los primeros meses del año de 1918 en que actuó en el Teatro Principal, fueron: el estreno de la zarzuela En busca del Quijote y El Corto de Genio, el sábado 3 de enero […] (377).

Tres momentos importantes en esta historia los representan: El retablo de maese Pedro del español Manuel de Falla; bajo la dirección de Ernesto Vilches, el entremés de El viejo Celoso y La guarda Cuidadosa dirigida por Cipriano Rivas Cherif. Los tres, representados en el Teatro de Bellas Artes en el año de 1947, primeros momentos en donde se ponen en escena fragmentos originales de Cervantes (Maria, 1947a). En ese mismo año y lugar, bajo la misma dirección de Rivas Cherif, el 23 de noviembre se representó una adaptación realizada por Salvador Novo titulada Don Quijote (Maria, 1947b). Siete años después, el 21 de noviembre de 1954, en el Teatro de la Feria del Libro en La Ciudadela se presentó el entremés El juez de los divorcios (Maria, 1954). Desde esta fecha, catalizado por el Cervantino, se vuelven cotidianas las representaciones de entremeses cervantinos en México.

Una vez generado el impulso comercial sobre la literatura cervantina, surgieron obras y representaciones que aprovecharon la coyuntura político-cultural, convirtiéndose en éxitos teatrales. Desde los años setenta, tenemos noticias sobre la puesta en escena de la comedia En un lugar de la Mancha, creada por la mexicana Norma Román Calvo.

La señora Calvo eligió los episodios más teatrales y a la vez los más conocidos, los más populares, como la lucha contra los molinos de viento; el episodio cuando se arma caballero; su salida con Sancho Panza; de lo que le sucedió a Don Quijote con unos cabreros; “la brava y descomunal batalla que Don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto”, y cómo el gran Sancho Panza rindió justicia salomónica en una ínsula donde era gobernador; y otras aventuras más, que del total de la obra no son más que migajas, pero que montadas con sentido dramático duran en el escenario una hora y media (Rabell, p. 17).

Así, regresa el Quijote como tema de interés para la dramaturgia mexicana. Su adaptación responde a una necesidad de consumo propiciada por la consolidación del modelo educativo nacional, el cual desde 1921 venía normando la lectura de algunos clásicos de la literatura universal. Para los años 70, México ya contaba con una clase media robusta, generada por el “Milagro mexicano”, la cual reconocía ciertos tópicos culturales; eso provocó un caldo de cultivo óptimo para su capitalización. Otro ejemplo que logró un impacto comercial en cartelera es El hombre de la Mancha. En el año 1969, la obra musical del norteamericano Dale Wasserman se estrenó en México en el teatro Manolo Fábregas bajo la dirección del propio Fábregas. Desde entonces, El hombre de la Mancha ha despertado entusiasmo entre críticos y espectadores (Malkah, 1980).

Fuera de Guanajuato, es hasta los años noventa que tenemos noticias de cómo el teatro mexicano incorpora de manera esporádica (la mayoría de ocasiones vinculada a propósitos universitarios) la puesta en escena de entremeses cervantinos. En 1990, el 18 de enero, en el Teatro Legaria, bajo la dirección de Paco Roustand se presentó: Los trotes del paso acá (CITRU, p. 81), una colección de textos de Lope de Rueda, Cervantes y Peón Contreras. Casi un mes después, el 10 de febrero, en el Teatro Santa Catarina se estrenó: En 3 Cervantes te veas, una selección de entremeses cervantinos (ibíd., p. 41). También sabemos que en ese mismo año, en el teatro Tepeyac, bajo la dirección de José Solé se presentaron algunos entremeses (Ibid, p. 105). A inicios del año 2002, en la ciudad de Querétaro, bajo la dirección de Leonardo Kosta, se presentó El Quijote.

¡Y cuánta insensibilidad! Pues más de veinte años después, Leonardo Kosta ha vuelto a Querétaro con una versión para marionetas de El Quijote que he gozado, en la compañía atónita de mi hijo, por su amorosa serenidad, por su conmovedora sencillez, por la veneración (libre de cualquier aspaviento) con que el encanecido titiritero maneja los hilos y comparte la vida de sus criaturas. (Obregón, p. 21).

Explotada la veta comercial de adaptaciones del Quijote, se ha presentado el teatro cervantino como un cadáver lujosamente trajeado. Permítaseme, como homenaje, recordar las palabras que Francisco Ruiz Ramón ofrecía sobre las representaciones del teatro clásico español.

Ningún puente ha sido tendido entre el significado pasado de nuestro teatro clásico y su sentido presente. Se les ha presentado al espectador contemporáneo como cadáveres lujosamente trajeados y brillantemente enjoyados, no como parte viva de nuestro presente, sino como restos de nuestro pasado, no a nuestra hora ni a la hora de nuestra conciencia, sino a la hora de nadie, como relojes parados […]. (p. 119)

Este mismo fenómeno sucedió con el teatro cervantino en México. La propuesta teatral que he podido consignar revela un interés por capitalizar algunas temáticas archiconocidas de Cervantes. No se encuentran muchas excepciones, lo más cercano es el intento por actualizar su obra con la cultura general de Hispanoamérica y aunque escrito por un dramaturgo español, y estrenado cinco años antes en Barcelona, Sanchis Sinisterra en el El retablo de Eldorado combina el entremés de El retablo de las maravillas con fragmentos de las crónicas sobre la conquista de América. En México fue estrenada el 21 de septiembre de 1990 en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario (Toro, 1995). Después realizó una gira presentándose en Guanajuato (13/10/1990 y 31/05/1991) (como parte del Cervantino), Puebla (5/04/1991), San Antonio (4/05/1991), León (20/07/1991) y Querétaro (27/07/1991).

Lo normal ha sido que la propuesta vanguardista de Cervantes para el teatro no tuviera un calado en la dramaturgia mexicana, tan solo se aprecia un pequeño impulso comercial propiciado por los estereotipos y ambiciones culturales de una agonizante clase media mexicana. Como conclusión, fuera de los entremeses representados año tras año por los estudiantes de la Universidad de Guanajuato, bajo el pretexto del Festival Internacional Cervantino, tanto El hombre de la Mancha como En un lugar de la Mancha son las obras que mayor impacto han tenido en el teatro comercial mexicano moderno.



1 Manuel Mañón consigna sobre esta misma representación: “El 28 fue contratado el barítono Felipe Llera, anunciándose su debut para próxima fecha, y el 31 se estrenó la zarzuela de Fernández Shaw con música de Chapí titulada La Venta de Don Quijote, basada sobre la escena de la Venta, de la novela de Cervantes, habiendo gustado mucho tanto el libreto como la música” (248).

 

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