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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.4 · Cervantes en los teatros nacionales


Por Fernando Doménech Rico
 

 

1939-1964. La herencia de La Barraca

Esta falta de interés por Cervantes tuvo, no obstante, una excepción: los entremeses cervantinos, que se representaron en numerosas ocasiones.

En una fecha tan temprana como el 31 de julio de 1939 la compañía “Carro de la Farándula”, de FET y de las JONS, dirigida por Felipe Lluch, estrenaba La guarda cuidadosa como complemento del auto sacramental El hijo pródigo, de Lope de Vega. En marzo de 1942 el Teatro Español Universitario (TEU) representaba La guarda cuidadosa, junto con Los sacristanes burlados, de Quiñones de Benavente. En 1944 el mismo TEU representaba La cueva de Salamanca como entremés de La ciudad lejana, de Crespo y Ayesta. Y ese mismo entremés aparecía en otro montaje del TEU, Vida del estudiante español en el teatro, formado por varias obras cortas, estrenado en el Teatro María Guerrero en diciembre de 1945 y repuesto en 1953.

En este proceso de recuperación y puesta en escena del entremés hubo una figura destacada, que muestra a las claras la filiación con el teatro republicano y muy especialmente con La Barraca, el grupo universitario liderado por Federico García Lorca y Eduardo Ugarte que contribuyó como ninguna otra institución a la recuperación del teatro clásico durante la II República. Se trata de Modesto Higueras, el director del TEU:

Las experiencias de teatro universitario durante la Segunda República –“La Barraca”, “El Buho”– tuvieron su continuación después de la Guerra Civil, por supuesto bajos otros patrones ideológicos, lo que marcaba el sectarismo nacionalcatolicista. Curiosamente, un antiguo integrante del grupo de Lorca y miembro de Falange Española, Modesto Higueras, fue el primer director del Teatro Español Universitario (TEU), dependiente del Sindicato Español Universitario. En la labor de Modesto Higueras los clásicos desempeñaron un papel destacado, tanto esn los espectáculos presentados en el Teatro Español como en el María Guerrero y en los Festivales del Frente de Juventudes. Tal vez por influjo del magisterio lorquiano, muchos de ellos estuvieron constituidos por pasos de Lope de Rueda, entremeses de Cervantes y sainetes de Ramón de la Cruz y Ricardo de la Vega (Huerta Calvo, 2006, 34).

Efectivamente, Higueras había sido uno de los “barracos”, y no uno cualquiera, sino uno de los actores favoritos de García Lorca (véase el artículo de Huerta Calvo en este mismo número de Don Galán).

La recuperación del entremés, después de su desaparición de los escenarios españoles en 1780, se había producido en la década de 1920 de mano de uno de los principales promotores de la renovación teatral española, Cipriano de Rivas Cherif, y precisamente con los entremeses cervantinos, uno de los cuales, La guarda cuidadosa, fue una de las constantes de toda su carrera artística. Aparecía ya el 20 de abril de 1921 entre los estrenos del Teatro de la Escuela Nueva; en 1926 sirvió para abrir las representaciones en el Círculo de Bellas Artes; en 1943 fue la obra elegida para comenzar en el Penal del Dueso con el título de El fanfarrón; y en 1947 volvió a ser la obra que inauguró el Teatro Español de América. (Aguilera / Aznar, 2000, passim).

La Barraca fue en este aspecto deudora de la preferencia de Rivas Cherif por los entremeses cervantinos, aunque también al gusto personal de García Lorca, que ya había representado en su casa de Granada, en una sesión en donde participó Manuel de Falla, el entremés de Los dos habladores. Pero sea por la razón que sea, fue uno de los espectáculos favoritos de La Barraca. En julio de 1932 representaron Los dos habladores, La cueva de Salamanca y La guarda cuidadosa. En la primavera de 1933 se añadió El retablo de las maravillas. A partir de ese momento, tanto en forma de función completa (lo que los clásicos llamaban “folla”) como en forma de complemento de una de las obras largas, los barracos no dejaron de representar los entremeses cervantinos en ninguna de sus actuaciones (Doménech, 2013, 50-53).

El ejemplo de La Barraca prendió en los dos bandos de la Guerra Civil. El grupo falangista de teatro La Tarumba montó en en Sevilla en 1937 Los dos habladores y El retablo de las maravillas, y en Segovia, en 1938, La guarda cuidadosa (Dennis y Peral, 2010: 13). Y al otro lado del mundo un joven exiliado que había llegado a Chile en el Winnipeg, José Ricardo Morales, abría la primera sesión del Teatro Experimental de la Universidad de Chile con La guarda cuidadosa.

La labor de Modesto Higueras al frente del TEU entra, por tanto, dentro de un movimiento de recuperación del entremés basado casi exclusivamente en un autor, Cervantes, y en unas pocas de sus obras. Resulta casi comprensible que en la España nacionalcatólica no pudiese aparecer ni el título de El juez de los divorcios, pero es curioso que no se intentase siquiera representar El vizcaíno fingido, El rufián viudo o La elección de los alcaldes de Daganzo ni siquiera entre los grupos del exilio.

Después de los montajes de Higueras hubo nuevas representaciones de entremeses cervantinos. El retablo de las maravillas se presentó como entremés de Reinar después de morir, de Vélez de Guevara, en octubre de 1964, con dirección de Salvador Salazar [Fig. 2]. Ya en el último periodo del franquismo, en mayo de 1974, hubo una representación de entremeses a cargo del Cuadro de Educación y Descanso del Ministerio de Información y Turismo. Pero los montajes más significativos son los de otro director de teatro universitario que, como Modesto Higueras, también tenía muy presente el ejemplo lorquiano. El 15 de noviembre de 1959 el TEU de Zaragoza, dirigido por Alberto Castilla, presentaba en el Teatro María Guerrero un espectáculo con tres entremeses de Cervantes, La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa y El viejo celoso. Era un programa que dependía todavía del repertorio de La Barraca, pero incluía ya un nuevo entremés, el picante y desvergonzado Viejo celoso. Y el 13 de abril de 1964 el mismo Alberto Castilla, al frente del Grupo escénico de la Facultad de Filosofía y Letras, estrenaba en el Teatro Español un nuevo espectáculo de entremeses que incluía los cervantinos El viejo celoso y El retablo de las maravillas junto con el anónimo Entremés de los romances, en el que varios estudiosos han visto el origen de algunos de los primeros episodios del Quijote.

La postura de Alberto Castilla era, como se puede comprobar, de renovación del repertorio lorquiano dentro de una marcada continuidad. Continuidad que se rompió cuando emprendió otra empresa entre quijotesca y lorquiana: en 1965, en medio de la agitación estudiantil del campus de Madrid, montó con el TEU una versión de Fuenteovejuna que partía de la que había estrenado Lorca en La Barraca. La gran diferencia estaba en que los monjes de Calatrava se convertían en guardias civiles y los campesinos cantaban canciones de García Lorca. La obra tuvo un gran éxito internacional, pero Alberto Castilla tuvo que exiliarse.

 

 

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