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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.4 · Cervantes en los teatros nacionales


Por Fernando Doménech Rico
 

 

2007-2014. Novelas a escena

Después de los experimentos de 2005, el teatro de Cervantes ha desaparecido de los escenarios de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, pero no así sus novelas. Desde entonces se han estrenado tres adaptaciones de obras novelescas de Cervantes, de muy distinto carácter y estilo.

La primera de ellas fue El curioso impertinente, estrenada el 8 de febrero de 2007 en el Teatro Principal de Alicante con dirección de Natalia Menéndez. Se trata de la comedia de Guillén de Castro inspirada en la novela del mismo título inserta en el Quijote. El dramaturgo valenciano reelaboró la obra cervantina siguiendo los esquemas de la comedia nueva, de manera que creó, con el material narrativo de Cervantes, una obra independiente, del mismo modo que Shakespeare y Lope de Vega utilizaron historias de Bandello o de Boccaccio para crear algunas de sus obras. De hecho, este Curioso impertinente se presentó con el nombre de su autor sin añadir “basada en la novela de Cervantes”. Y así debemos considerarla, como una comedia de Guillén de Castro.

No es el caso de El coloquio de los perros, estrenada el 26 de marzo de 2013, que llevaba el subtítulo de “Adaptación libre a partir de la novela de Cervantes”, lo que supone una declaración de intenciones: por un lado, se declara la autoría de Cervantes y, por otro, se reivindica la libertad de la adaptación. Se trataba de una coproducción entre la CNTC y El Joglars, el grupo catalán de larguísima y gloriosa tradición en el teatro español contemporáneo [Fig. 10], que en los últimos años había llevado a la escena otras versiones igualmente libres de obras cervantinas, El retablo de las maravillas. Cinco variaciones sobre un tema de Cervantes (2004) [Fig. 11] y En un lugar de Manhattan (2005) [Fig. 12].

La adaptación de la novela ejemplar corrió a cargo de Albert Boadella, Ramón Fontserè y Martina Cabanas. Los tres adaptadores, de acuerdo con el estilo tradicional del grupo, utilizaron a los dos protagonistas de la narración cervantina, los perros Cipión y Berganza, y el cañamazo de la historia, consistente en la sucesión de aventuras de los canes con sus diversos dueños desgranadas mediante el diálogo entre ellos. Y ahí acaban las coincidencias con Cervantes, ya que la estructura ideada por este sirve a Els Joglars para presentar un panorama de usos y costumbres contemporáneos que expresan las nuevas relaciones de los seres humanos con los animales. Boadella explicaba sus propósitos en el programa de mano:

El tema de la relación hombre-animal y la percepción recíproca que ambos tienen adquiere hoy nuevos matices en el mundo desarrollado: la implantación de lo que llamamos sociedad del bienestar ha promovido cambios muy sustanciales en nuestra relación con las bestias. En este sentido, nos encontramos con multitud de ciudadanos contemporáneos los cuales se relacionan con perros y otras mascotas en la misma medida sentimental que lo hacen con sus semejantes humanos. Este hecho, menos frecuente en la época de Cervantes, adquiere en la actualidad unas proporciones singulares que inducen a conflictos extravagantes, al tiempo que promueven actitudes de un enorme interés en cuanto al excéntrico retrato de nuestro entorno (Boadella, en Zubieta, 2013, 25).

Con este planteamiento, y con una puesta en escena de gran sobriedad que primaba el excelente trabajo gestual de Ramón Fontserè y Pilar Sáenz como Cipión y Berganza, El coloquio de los perros incidía en los temas y los modos de Els Joglars. Cervantes quedaba muy lejos, y la fábula de los perros, ideada por él, no cuajaba en la nueva propuesta. Así lo entendieron algunos críticos. Marcos Ordóñez, en Babelia, suplemento cultural de El País, escribía que “El coloquio de los perros es una propuesta decepcionante, una puesta al día en que la voz de Cervantes se queda en balbuceo” (Ordóñez, 2013).

También en 2013, y en el mismo Teatro Pavón, sede provisional de la CNTC, se estrenó una nueva adaptación de una novela cervantina, con muchas menos pretensiones, pero con excelentes resultados. Hablamos de En un lugar del Quijote, el espectáculo de la compañía Ron Lalá. La compañía madrileña había conseguido anteriormente un éxito notable con Siglo de Oro, siglo de ahora, en donde mostraba su capacidad para traer a la actualidad toda la deslenguada y grotesca comicidad de los entremeses barrocos gracias a la endiablada capacidad de Álvaro Tato para renovar el conceptismo en versos agilísimos, perfectos de ritmo y musicalidad.

En un lugar del Quijote no se parece a ninguna de las adaptaciones anteriores de la novela cervantina. Y el secreto está en que Ron Lalá ha comprendido una de las claves básicas del Quijote, el hecho de que el ingenioso hidalgo no vive en un lugar de la Mancha, sino en el anchuroso espacio de la literatura. Si Cervantes jugó constantemente con los recursos metaliterarios de crear un falso narrador, Cide Hamete Benengeli, de hacer que en la segunda parte Don Quijote tenga noticias del falso Quijote de Avellaneda, si, en fin, sus dos protagonistas viven en un mundo de ficciones caballerescas y pastoriles, Ron Lalá traslada todo ese juego a la escena, comenzando con la escenografía de Curt Allen Wilmer, que convierte las paredes en muros de papel, en libros que contienen las aventuras de sus quiméricos personajes [Fig. 13].

Ron Lalá no cuenta solamente las aventuras de Don Quijote y Sancho, sino que presenta también el proceso de creación de la novela, haciendo coincidir en el mismo espacio, en un juego metateatral muy cervantino, a Cervantes, a Cide Hamete (morito de Lavapiés) con los personajes del libro. Hay, como es marca de la casa, un constante ir y venir del mundo del Renacimiento (o el Manierismo, como defendía Hauser) a la actualidad, del mismo modo que se rompe la cuarta pared y los personajes hablan con el público, entran y salen por la sala, involucran a los espectadores en la acción...

Una adaptación de un clásico como el Quijote tiene siempre un peligro: el que los especialistas, o algunos lectores medianamente cultos, echen en falta algún episodio que se les antoja fundamental. Pero Ron Lalá desactiva este posible reproche con un rasgo de humor genial: la sólida formación filológica de alguno de sus miembros les ha suministrado un recurso propio de las eruditas ediciones académicas: la nota al pie. Y con todo descaro los ronlaleros cantan varias notas al pie, en las que declaran que se han dejado fuera de la función una serie de aventuras que nos relatan en cascada ritmada y rimada con tan profusión que no cabe duda de que las conocen muy bien. Y acaban con una recomendación: quien quiera el Quijote entero que se lo compre y lo lea.

En un lugar del Quijote se estrenó en el Teatro Pavón en diciembre de 2013, dentro de un espacio de la programación de la CNTC dedicada especialmente al público infantil y juvenil. El éxito fue absoluto, no solamente entre los niños y adolescentes, sino entre el público de todas las edades. La crítica no escatimó los elogios. Javier Vallejo, desde las páginas de El País, lo denominaba “un afortunado juguete cómico, lírico y metateatral para todos los públicos” (Vallejo, 2013); Javier Villán, en El Mundo, indica que “el talento de Ron Lalá ni siquiera es necesario demostrarlo, por obvio” (Villán, 2013); y Juan Ignacio García Garzón, en ABC, lo considera “un gran trabajo que pone un pie en las aventuras quijotescas y otro en nuestro presente” (García Garzón, 2013). Los elogios alcanzaron a la dirección de Yayo Cáceres, a la iluminación de Miguel Ángel Camacho, la escenografía de Curt Allen Wilmer, el vestuario de Tatiana de Sarabia, pero sobre todo a la interpretación de Juan Cañas, Íñigo Echevarría (Don Quijote), Daniel Rovalher (Sancho), Álvaro Tato y Miguel Magdalena, todos ellos “notables en la palabra y magníficos en lao musical” (García Garzón, 2013). El espectáculo de Ron Lalá se ha repuesto en el mismo Teatro Pavón en diciembre de 2014 con un éxito similar al de la temporada anterior.

 

 

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