¿“ARTISTA” o “ARTESANA”?: TRABAJO EN EQUIPO, CREATIVIDAD Y AUTORIA ESCÉNICA

Cuando se habla con Elisa Sanz de sus innumerables premios, ella siempre resalta el papel de los que se los conceden, insistiendo en la ilusión que le hace que se acuerden de ella los “compañeros de la profesión” o los “directores de escena”. Este comentario no es un tópico más, o falsa modestia, sino que creo que está íntimamente ligado a una forma de trabajar en la que la creatividad se desarrolla de manera conjunta; como parte de un equipo y a partir de unas condiciones y un contexto dado. Y que como tal es valorado.

Con sus galardones se está considerando, consciente o inconscientemente, el reconocimiento de un tipo de poder, de un modelo de presente y de futuro, de una forma de trabajar, distintos… En el que el principal objetivo, la función de su “arte” está basada sobre la colaboración y la relación con el conjunto. Cuestionando con su práctica el mismo concepto de “grandeza”: la idea de que hay unas “artes menores” (artesanía) y unas “artes mayores” (Arte) que diferenciar y segregar, desarrolladas gracias a la figura de un único creador individual, al que hay que reverenciar. Gracias a ese cuestionamiento original, no sólo reivindicamos figuras tradicionalmente excluidas, sino que se introduce lo que, siguiendo la terminología acuñada por Roberta Gandolfi (2003) podría llamarse un nuevo canon teatral, que pondría en valor aspectos habitualmente poco tenidos en cuenta. En declaraciones a la autora afirmaba Elisa Sanz:

El proceso creativo creo que tiene diferentes niveles. En un primer nivel el trabajo es más personal, siempre con unas líneas trazadas por el director, pero en este primer enfrentamiento al texto prefiero trabajar sola, sin el resto del equipo, para generar una idea propia e imágenes sin contaminar. En un segundo nivel estas ideas se comparten con el resto del equipo (dirección, escenografía, vestuario, iluminación, música) y es aquí donde bailan las imágenes y entre todos se genera un boceto final de propuesta. El tercer y último nivel es poner en pie este boceto creado por las ideas de todo el equipo artístico y que finalmente forma un único espectáculo. El trabajo en equipo es importantísimo. Siempre que se respete la personalidad artística de cada componente y que la unión de todas de cómo resultado una obra donde no se note la personalidad artística de ninguno (Blas, 2012, p. 42).

Como en otros momentos de crisis, parece que, al quebrarse las barreras entre artes menores y artes mayores, arquitectura y artes aplicadas, artes temporales y artes visuales, Arte y Vida, se amplían las posibilidades de las mujeres. Situación que no es nada nueva, sino de candente actualidad, y en el que desempeña un papel relevante la valoración del trabajo artesano realizado por mujeres anónimas; como por ejemplo se reflejó desde finales del siglo XIX en el interés de los artistas de vanguardia de algunas zonas de Europa por las artes y oficios tradicionales, como la tejeduría, el bordado, la talla en madera y los esmaltes, y que llevó a una mayor “tolerancia” social hacia la mujer artista. Así, Mikhail Tsetlin, amigo de la célebre artista rusa Goncharova, escribía en 1916:

Las mujeres han legado al patrimonio artístico de la humanidad mucho más de lo que pudiera suponerse. Han sido ellas las colaboradores desconocidas, ocultas, del arte. Han sido ellas las que hicieron los encajes, bordaron los tejidos, tejieron las alfombras. Ellas subieron el nivel de vida artístico con sus aspiraciones estéticas. (Recogido en: Bowlt y Drutt, 2000, p. 25).

Así pues, las grietas en las fronteras de un sistema en decadencia permiten la apertura a otros planteamientos sobre la creación y la autoría. Esta última es otro de los caballos de batalla de nuestra incansable trabajadora escénica, que aprovecha toda ocasión para cuestionar el actual reparto de los derechos de autor y reivindicar la creación de una academia de las artes escénicas, como la que tiene el cine:

Creo que es necesario revisar la Ley de Propiedad Intelectual. Está anticuada y no corresponde a la realidad de los procesos de creación tanto escénica como de otras artes.

Si tenemos claro que una puesta en escena es una obra artística y única, que es el conjunto del trabajo artístico de un grupo de creadores y que este grupo de creadores son los responsables de la obra final, entonces, creo, estamos hablando de autores de una obra. ¿Es igual una puesta en escena de un texto dirigido por un director u otro, con escenografía de uno u otro o vestuario de un figurinista u otro? Pues no, Son obras distintas. Si una puesta en escena teatral es una obra artística y una creación original, los autores de la misma son: Dramaturgo, Director de escena, Escenógrafo, Figurinista, Iluminador, músico y coreógrafo, y si hay creación audiovisual pues también.

No deberíamos seguir sin derechos de autor en este país cuando en otros los disfrutan desde hace años. Recordemos la Ley. Según el artículo 7: “Los derechos sobre una obra que sea resultado unitario de la colaboración de varios autores corresponden a todos ellos”. Si se entendiera la puesta en escena como una “obra única”, que lo es, los miembros del equipo artístico serían los autores, ya que una puesta en escena es siempre el resultado unitario de la colaboración de todos.

Actualmente no puedo ser autora de mi trabajo. Eso sí, puedo ser autora de mis bocetos de vestuario, que no son más que hojas de trabajo que no tienen ningún valor artístico hasta que no están puestos sobre el actor y sobre el escenario. Yo no me considero ni artista plástica ni diseñadora, me considero escenógrafa y figurinista (en todo caso, artista escénica), y me gustaría que estas dos palabras aparecieran en la Ley de Propiedad Intelectual, así como la de Director de escena. Y también me gustaría que apareciera “Obra Escénica” como una obra artística creadapor varios AUTORES. (Blas, 2012, p. 42).