Peter Brook en El espacio vacío plantea:

¿En qué punto la búsqueda de la forma es aceptación de la artificialidad? Éste es uno de los mayores problemas con que nos enfrentamos hoy en día, y mientras sigamos creyendo –aunque sea de una manera oculta– que las máscaras grotescas, los maquillajes acentuados, los trajes hieráticos, la declamación, los movimientos de ballet, son de algún modo “ritualistas” por derecho propio y, en consecuencia, líricos y profundos, nunca saldremos de la tradicional rutina del arte teatral (Brook, 1986).

En suma, y en mi traducción a la idea de espacio escénico poético: huir de todo lo ornamental y artificioso. Y no puedo dejar de citar a los utópicos y, entre ellos, los creadores del Manifiesto sobre el Teatro que lanzó Gropius en su trabajo con la Bauhaus, entre los años 1919 y 1923:

La renovación del teatro de nuestro tiempo –que, según parece, ha perdido las relaciones profundas con las variadas posibilidades de los sentimientos humanos– sólo puede ser emprendida por aquellos que se encuentran liberados de cualquier intento personal y al margen de los laberintos del teatro-negocio. Sólo ellos pueden llegar a clarificar el complejo problema del teatro, consagrándose a esta tarea en todas sus ramificaciones prácticas y teóricas (AA.VV., 1970, p. 137).

O las observaciones de otro integrante de la Bauhaus, Oskar Schlemmer cuando planteaba todo lo que quedaba por investigar en el territorio de un teatro del futuro:

Lo queda por crear todavía en el teatro:

Abstracto-formal y de color,

Estático, dinámico y tectónico,

Mecánico, automático y eléctrico,

Gimnástico, acrobático y equilibrista,

Cómico, grotesco y burlesco,

Dramático, patético y monumental,

Político, filosófico y metafísico (AA.VV., 1970, p. 173).

Algo muy parecido a lo que en esos primeros años del siglo XX buscaba también el gran Meyerhold, a través de sus investigaciones en la biomecánica:

La escena nueva permitirá suprimir el aburrido sistema de la unidad de lugar y la necesidad de embutir la acción en cuatro o cinco actos embarazosos: la maquinaria, liberada, será bastante flexible para mostrar una rápida sucesión de los episodios. La nueva escena, sin telón ni bambalinas, equipada con plataformas móviles, horizontal y verticalmente, permitirá utilizar las trasformaciones y las construcciones cinéticas (Del cuaderno de notas del autor).

Sueños de un momento revolucionario que, posteriormente, fue absorbido por los grandes espectáculos de Broadway. Pero ahí es donde justamente va a aparecer un término que no parece ser muy usado y que me parece fundamental: “la ética del espacio escénico”. Es fácil mentir desde la artificiosidad o la acumulación de elementos que pueden oscilar entre la belleza y el mal gusto, pero trabajar el espacio desde la esencialidad es una alternativa que conlleva un compromiso interno con la propia práctica del teatro. Por eso, para terminar, haré una referencia a una figura que lo dio todo por su discurso y su oficio. Director de escena y escenógrafo, pero sobre todo, creador de mundos escénicos, ése fue Tadeusz Kantor:

Tomo conciencia de que debo hacer algo con el objeto para que empiece a existir, algo que no tenga ninguna relación con su función vital; siento que es necesario ser ritual, que sea absurdo desde el punto de vista de la vida y que pueda atraer el objeto hacia la esfera del Arte (Del cuaderno de notas del autor).

En suma, pensemos también que la concepción de un espacio escénico, una arquitectura teatral o un espacio escenográfico tiene mucho que ver con conocimientos técnicos, pero sin olvidar nunca que lo que mueve todo ello es el pensamiento. Por tanto, filosofar sobre cualquier elemento de la práctica teatral es tomar conciencia de su función social y artística.