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2. VARIA

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2.1 · LAS MEMORIAS TEATRALES DE JOSÉ GORDÓN: “ARTE NUEVO” Y “LA CARÁTULA”


Por Gregorio Torres Nebrera
 

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2

NUESTRA PRIMERA SESIÓN

No estamos a tantos años de distancia en el recuerdo de aquel 1945, pero un no sé qué extraño me lo hace muy lejano. Una rara melancolía hace que su recuerdo cause en mí una sensación de vejez inconcebible.

Todavía no acierto a comprender cómo se pudo levantar el telón y con ello entrar –para bien o para mal– en el teatro.

Margarita Mas25, Amparo Conde, las hermanas Speinthes, Ramón Navarro, Miguel Narros26, Enrique Cerro, Aníbal Vela (hijo)27, Justo Sanz28, con la colaboración de Pepe Franco, formaron la primera compañía de “Arte Nuevo”.

El problema de la dirección de escena era un auténtico problema, si queríamos –y lo queríamos– que aquello saliese bien. La dirección de escena es, aparte de otras muchas cosas, que abarcan desde la sensibilidad a la cultura, una profesión que necesita su práctica. Nosotros, pese a nuestros pocos años, nos dimos cuenta de ello. La vanidad y nuestra osadía no llegó a ese extremo, y que conste que, a la vista de experimentos posteriores y con la facilidad con que hoy vemos el “nacimiento de directores”, nuestra cordura tiene más mérito. Por otra parte, Alfonso Paso y yo estábamos viendo dirigir todos los días, y el resto de nuestros compañeros venían a él, al teatro, con una entrega total. Nuestro problema dejó de serlo. Pepe Franco se haría cargo, en esa sesión, de la dirección de lo actores, y yo de la dirección artística y, lógicamente, seguía con la dirección total de “Arte Nuevo”. Hoy, que el tiempo ha pasado, cómo me alegro de aquella decisión. A Pepe Franco debo lo poco que yo sepa de dirigir actores. Él fue mi auténtico profesor. Pepe hizo, además, el papel de Cupido en la farsa de José María Palacio (hijo de aquel “Palacio, buen amigo” de Antonio Machado29) Armando y Julieta. El cartel, junto a esta obra, lo formaron Ha sonado la muerte, de Alfonso Sastre y Medardo Fraile, y Un tic-tac de reloj, firmada por Paso y por mí30.

Comenzaron los ensayos. Por las noches yo no dormía pensando cómo iba a salir de aquello. La realidad es que no teníamos un céntimo. Hoy, yo esperaría a tener el dinero antes de empezar; pero estoy seguro que, de haberlo hecho entonces así, no habríamos dado ninguna sesión y todo hubiese quedado convertido en un sueño. El barco navegaba. Sin combustible, pero navegaba. Los ensayos iban tomando su forma. Las comedias ya estaban “de pie”. Encargué a Enrique Ribas los bocetos de los decorados. El bueno y alto de Enrique, que siempre fue mi colaborador plástico en el teatro, dibujaba con lentitud y sin fe. Por las mañanas yo iba a despertarle y él se ponía a trabajar. La verdad es que acertó plenamente en los bocetos, sobre todo en el de Armando y Julieta. Sancho Lobo se encargó de realizarlos… Pero ¿y el dinero? Eso mismo me preguntaba yo todos los días. Habíamos contratado el teatro Infanta Beatriz31, pero en el contrato se hacía constar que mientras no entregásemos mil quinientas pesetas, que era el cincuenta por ciento de alquiler, no se nos daría el billetaje. Pero el alquiler del Infanta Beatriz merece punto y aparte.

La empresa del teatro, y por su mediación su representante don José Luis Herencia32, no entendía muy bien aquello de teatro de ensayo o teatro experimental. Cosa nada extraña, pues lo mismo ocurría en el Sindicato del Espectáculo, de donde tengo una de las anécdotas más graciosas y que contaré a su debido tiempo. La empresa del teatro tenía la costumbre del alquiler a los grupos de aficionados. Uno de los puntos, motivo de eterna discusión, era el hecho de que nosotros abriésemos taquilla y de que hiciésemos una propaganda normal. Luego venía el pago de impuestos de menores y el de autores. Cuando alguien creíamos que nos había comprendido, nos decían:

–¡Ah, ustedes son de esos que hacen teatro de vanguardia!

Por fin llegamos a un acuerdo con Herencia. Él nos entregaría el billetaje –previo el pago del cincuenta por ciento establecido– y nosotros haríamos el corte de prensa y venderíamos entradas particularmente. Lo que sobrase se llevaría a taquilla, y la venta quedaría de garantía hasta la liquidación de autores y menores33… Y, naturalmente, veinticuatro horas antes de levantar el telón, teníamos que hacer entrega de las otras mil quinientas.

Todo estaba arreglado…Pero ¿y el dinero? Yo hacía los acuerdos como si contase con el dinero, pero la verdad es que no había nada. Sancho Lobo nos había pedido quinientas pesetas como anticipo para empezar a pintar los decorados. Nos hacían falta dos mil pesetas para empezar. Por fin Alfonso Paso y yo fuimos a ver a un amigo común –José Cerdá–, y él nos sacó del apuro, dejándonos dos mil pesetas. Esto, que dicho así, parece sencillísimo, nos costó a Paso y a mí muchos quebraderos de cabeza. Aquella tarde, al dar la noticia en “Arte Nuevo”, fue una tarde de júbilo. Nuestra aventura estaba en marcha. Aquello, como por arte de magia, se iba a realizar. Recogimos el billetaje. Vendimos bastante particularmente, lo suficiente para pagar anticipos de utilería, darle más dinero a Sancho, encargar grandes cartelones en la imprenta Torerías34, que fueron fijados en todo Madrid. También se repartieron unas octavillas desafiantes, que empezaban diciendo: “Sin conocernos nos llaman locos. ¡Gracias!”. Se hizo también una emisión en Radio Nacional, presentada por Ángel Moisés35.

Por fin llegó el 31 de enero, fecha fijada para nuestra primera sesión. El ensayo general se hizo el mismo día por la mañana. A los inconvenientes que, lógicamente, nos producía la situación económica (todavía no sé cómo convencí a Herencia para que cobrase después de la función), vino a sumarse uno nuevo. La Dirección del Conservatorio de Declamación36 prohibió a los alumnos trabajar con nosotros. Se habían asustado en la “conservadora casa” de nuestro “aire vanguardista”. Hablé con doña Ana Martos, por teléfono, durante el ensayo general, y no conseguí nada. Pero los actores, con un gesto que les acreditó en su amor al teatro y a la responsabilidad adquirida, decidieron trabajar pese a esta prohibición.

Llegó la noche. Se había despertado un interés. La venta de butacas y palcos fue bien. Entresuelo y principal, muy mal. El precio, creo recordar que era de quince pesetas butaca. En total se hicieron cuatro mil pesetas. El teatro solo, costaba tres mil. El alquiler de muebles, setecientas; decorado, propaganda… y los impuestos.

Todos los críticos acudieron a nuestra llamada. En un palco entresuelo, la señorita Carmen Franco, hija del Jefe del Estado. En otro palco, el General Moscardó37, y en otro, el Subsecretario de Asuntos Exteriores.

Si hay un momento solemne en un estreno, es aquel en que el segundo apunte dice: “Tercera, luz a la batería, arriba el telón”. Nuestro telón ya estaba arriba y con él nuestras obras frente al público. A partir de ese momento ya no tendríamos salvación. Habíamos tomado el veneno del teatro. Lo teníamos dentro de la sangre.

Nuestros actores empezaron a hablar. El primer actor que habló en “Arte Nuevo” fue Miguel Narros, que hacía el personaje del autor en Un tic-tac de reloj38. La obra fue seguida con gran interés. Al terminar una escena entre Margarita Mas y Ramón Navarro, estalló una gran ovación. La escena, que era atrevida y muy difícil, fue muy bien interpretada. Enrique Cerro fue aplaudido en un mutis. Al finalizar la comedia –en un acto–, Alfonso y yo salimos a saludar entre grandes aplausos. Fue nuestro primer saludo en el teatro. El ambiente se había ganado. La segunda obra fue Armando y Julieta. La interpretaron, junto a Pepe Franco, Amparo Conde y Justo Sanz. El fino humor de José María Palacio fue captado por el público, que aplaudió la obra largamente. La tercera obra era un reportaje dramático, original en su forma y fondo, escrito por Sastre y Fraile. Total, un éxito extraordinario39. Las obras gustaron todas, y sobre todo gustó lo que nosotros representábamos como esperanza para la escena española. En aquella época era la época de Chiruca en el teatro40.

Al día siguiente nuestra alegría fue mayor. El primer periódico que leí fue Abc. Alfredo Marqueríe decía, entre otras muchas cosas no menos elogiosas, después de criticar las obras favorablemente: “No cabe la menor duda que los elementos que componen y dirigen «Arte Nuevo» tienen una sensibilidad, un gusto y un talento nada común. Desdeñan lo fácil y lo trivial, y buscan lo alto y lo difícil. Entretienen y hacen pensar al mismo tiempo”41. Sánchez Camargo afirmaba en El Alcázar: “En Arte Nuevo están los autores de mañana”42. Ya, Arriba, Madrid, Informaciones, Pueblo, todos, absolutamente todos, elogiaron nuestra representación. No cabíamos de gozo. Nuestra alegría era de vez en cuando cortada con la presencia de alguien que venía a cobrar alguna factura. El decir “no” aquel día era fácil. Lo difícil fue seguir. Lo lógico, después de aquel éxito, hubiese sido seguir luchando, pero con más facilidades. Pero no fue así. A partir de ese momento tuvimos un enemigo mayor: la envidia.

[núm. 111, marzo de 1958, p. 12].



25 Esta actriz intervino en el reparto del estreno de Tres sombreros de copa, a las órdenes de Pérez Puig.

26 Uno de los directores de escena españoles más acreditados, y catedrático de la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Se inició en el TEU. Ha dirigido espectáculos desde 1957. Se formó como actor en la compañía del María Guerrero, de la mano de Luis Escobar. Fue también discípulo de Jean Vilar en París. Colaboró asiduamente con William Layton. En 1961 creó el TEM, importante escuela de actores, y posteriormente el Teatro Estable Castellano. Ha dirigido en dos periodos el Teatro Español. Véase el libro dirigido por García Lorenzo y Andrés Peláez Miguel Narros: una vida para el teatro. Festival de Almagro, 2002.

27 Miembro de una estirpe de actores, Aníbal Vela (hijo) intervino en algunas películas de los años cincuenta, acompañando a su padre, como la titulada El tigre de Chamberí (1957, de Pedro Luis Ramírez), con el inolvidable José Luis Ozores, y en la década siguiente (Margarita se llama mi amor, El hombre que perdió el tren).

28 Fue uno de los actores intervinientes en la famosa película de Pedro Lazaga Los tramposos (1959).

29 Profesor del instituto soriano en el que dio clases Antonio Machado y al que dirige el poeta, desde Baeza, uno de los más hermosos poemas-epístola del libro Campos de castilla, Palacio, casado con una prima de Leonor Izquierdo, acompañó a Machado en la fundación del periódico soriano El Porvenir castellano, que lo acabó dirigiendo hasta 1918.

30 Algunas de las obras mencionadas en este texto –no todas– fueron editadas luego en el interesante volumen Quince obras de Arte Nuevo (Madrid, Ediciones Perman, 1949) [fig. 1]. Entre ellas las tres que integraron la primera sesión del grupo.

31 El ya desaparecido teatro Infanta Beatriz, sito en la calle Hermosilla, se inauguró en 1925 [fig. 2]. Allí se estrenó Bodas de sangre en 1933.

32 José Luis Herencia colaboró en los años cuarenta con Fernán Gómez en la redacción de unos guiones para ser dramatizados en Radio Madrid sobre cuestiones de la actualidad de entonces desde una perspectiva humorística.

33 El “impuesto de menores”, que en los años setenta llegaba al 5 por ciento de taquilla, fue un impuesto surgido en los tiempos del ministro franquista Arias Salgado, como penalización a un espectáculo que se consideraba disolvente desde el punto de vista moral. Se erradicó en 1986.

34 La imprenta “Torerías” editaba unos estupendos carteles de toros y tiraba un semanario taurino de igual nombre que la empresa desde 1920.

35 Ángel Moisés fue un periodista que ofrecía crónicas y entrevistas relacionadas con el teatro en Radio Nacional de España. Esos reportajes y entrevistas los recogió en un volumen titulado Última hora de actualidad. El teatro al día (Madrid, 1946), con abundantes caricaturas de gentes del teatro y un prólogo en verso de Jardiel Poncela. En las páginas 49-52 se transcribe una entrevista relacionada con el primer espectáculo de “Arte Nuevo”. El mismo autor publicó al año siguiente El libro del teatro.

36 Así se llamó durante bastante tiempo la actual RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) fundada en 1831, cuando la regente María Cristina de Borbón impulsa el Real Conservatorio de Música y Declamación. Ana Martos fue directora de aquella Institución por un cierto tiempo.

37 Militar de mucho prestigio en el Ejército franquista por su actuación en la defensa del sitio del Alcázar de Toledo. A la sazón era Jefe de Milicias de Falange y Capitán General de la IV Región Militar. En 1948 fue nombrado Delegado Nacional de Deportes.

38 En efecto, al comenzar esta pieza aparece el personaje de EL AUTOR, que saluda al público con un largo monólogo que principia: “¡Buenas noches señores! ¿Están ustedes sentados? Sí, parece que sí ¡Si supieran lo molesto que es hablar con gente que permanece en pie! Además, la empresa me ha recordado que mi deber es decirles a ustedes cosas agradables para que se diviertan y aplaudan, y las cosas agradables lo son más si las escuchamos sentados”. En el programa de mano de aquella función inicial figuraba el siguiente texto, bajo el epígrafe “Un punto de vista”: “Quizá antes de que hayáis leído estas líneas se habrá levantado el telón. Un teatro nuevo para nosotros, los españoles, va a hacer su presentación y se somete a vuestro juicio. Sabemos de sobra los inconvenientes. Lentitud y profundidad. Hemos querido haceros pensar en vez de divertiros. Mientras este teatro triunfa en el mundo entero, España lo conoce a través de sus traducciones, escasas y de buena voluntad. Nuestro propósito es ambicioso. Dar a España un puesto en ese nuevo arte mundial...”.

39 En el Abc del 30 de enero de 1946 figuró la siguiente curiosa autocrítica firmada por los cinco autores de los tres textos a representar: “Cinco autores alrededor de una cuartilla. Es necesario autocriticar, y vamos a hacerlo.– Ha sonado la muerte –dice Alfonso Sastre es un reportaje humano sobre treinta minutos trascendentales. Cuatro seres humanos viven y mueren con sencillez. En cuanto a la forma, teatro experimental, de ensayo. Eso es todo.– No –interrumpe Medardo Fraile–. Hay otra cosa. Los personajes de nuestra obra sólo viven en el recuerdo. Es, pues, una vida lírica. Lo digo para que nadie se asombre ante el tono poético del diálogo, y por otra parte… ¡Eh, un momento! –Es José María Palacio. Dice que hay poco espacio y se apodera de la pluma. Es un egoísta… Yo quiero decir también…Y escribe: Armando y Julieta es una comedia divertida. En el Infanta Beatriz será algo así como una sonrisa alegre entre dos suspiros profundos y un poco melancólicos. Suspira Medardo Fraile y Sastre. Ríe José María. El suspiro de Alfonso Paso se hace frase en nuestra cuartilla: Creo sinceramente –dice Paso– que la vida de Samuel Sohs –nacer y, sin vivir, marcharse de la vida– es hondamente trágica. Su tragedia vulgar justifica nuestra obra, casi amarga.– Es cierto –afirma José Gordón, y añade–: Un tic tac de reloj es vanguardista no sólo en el aspecto meramente formal. Aunque sus características –lentitud y profundidad– sean clásicamente europeas…Cinco autores firman una cuartilla. Después se van. Piensan en el público y en la crítica, y seguramente están algo nerviosos. Pero no dicen nada”. [fig. 3].

40 Muy conocida obra del dramaturgo Adolfo Torrado, uno de los nombres de éxito en la comedia sin problemas, blanca, del primer teatro franquista. Puede verse ahora el texto de esta pieza, y su análisis por Eduardo Pérez-Rasilla, en el vol. I de la Historia y antología del teatro español de posguerra de Víctor García Ruiz y Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Fundamentos, 2003, pp. 297-387.

41 En efecto, el diario Abc del 1 de febrero de 1946, p. 25, dejaba constancia de esta primera sesión en una breve crónica de Alfredo Marqueríe, que copio en su totalidad: “Anoche, y en función benéfica dedicada a la ayuda que el Gobierno español dispensa a los niños extranjeros, se presentó en el Infanta Beatriz la compañía de teatro moderno Arte Nuevo. Estrenó la comedia en un acto Un tic tac de reloj, original de José Gordón y Alfonso Paso, llena de felices sugestiones dialécticas, bien escrita y mejor pensada y también el “reportaje” en un acto Ha sonado la muerte, donde Alfonso Sastre y Medardo Fraile se inician felizmente en las lides escénicas con eficaz sentido dramático, estudio de caracteres y suelto diálogo. Como complemento de estas obras fue estrenada la farsa de José María Palacio Armando y Julieta, positivamente graciosa, como ciertas famosas “burlas olímpicas” del actual teatro francés, llena de rasgos de ingenio y de intencionada ironía. La mejor crítica de estas obras, donde es patente la influencia de ciertos autores de hoy y muy en especial de Thornton Wilder –en sus Navidades en la casa Bayard y La ciudad pequeñita– se hace en la farsa de José María Palacio, donde, hablando de la moda del explicador en las comedias, sugiere que llegará un momento en que los espectadores pasarán al escenario para que los actores saluden en el patio de butacas. Sin embargo hay que reconocer en los elementos que dirigen y componen Arte Nuevo una loabilísima intención, una cultura, una finura y una sensibilidad literarias nada comunes. Su deseo de encontrar caminos nobles para la renovación teatral es evidente. Desdeñan lo fácil y lo trivial y buscan lo alto y lo difícil. Quieren entretener y hacer pensar al mismo tiempo. No les importa –de momento– deshacer los viejos moldes y conectar el teatro con las orientaciones últimas que en definitiva reanudan la tradición de la tragedia clásica, de los mimos y moralidades, de los misterios y las pantomimas en su versión de 1946. Y por eso merecen nuestra mejor y más sincera palabra de aliento como el público les tributó anoche sus encendidos y prolongados aplausos al final de todas las obras. En ese premio del éxito participaron actrices y actores: el admirable José Franco, que prestó su generoso concurso a esta tarea; Margarita Mas, Enrique Cerro, Navarro, Miguel Narros, Amparito Conde, Justo Sanz, José Luis López, Herminia Spitzer, Isabel Ferraz y Aníbal Vela (hijo), que se reveló como un gran actor en su doble condición de humor y de dramatismo. El decorado de Ribas, realizado por Sancho Lobo, el vestuario de Cornejo, la dirección escénica del ya citado José Franco, y la general de Gordón Paso, contribuyeron al feliz resultado”. [fig. 4].

42 Sánchez Camargo fue uno de los críticos, junto a Marqueríe, que más apoyaron la experiencia vanguardista de “Arte Nuevo”. A él dedicó Sastre un artículo de despedida de la formación en el mismo periódico El Alcázar, artículo referido en la nota 73.

 

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