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5. EL ESPECTÁCULO Y LA CRÍTICA

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Grabación ANÁLISIS CRÍTICO  
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5.1 · EL NACIONAL, DE ALBERT BOADELLA: EN DEFENSA DEL TEATRO PURO

Por Milagros Sánchez Arnosi
 

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2. El Nacional: Encendido homenaje al teatro en estado puro

2.1. Versiones, título e intención

La versión de 2012 respeta en líneas generales la original de 1993, aunque hay aportaciones nuevas para adaptarla a las circunstancias actuales, así como un mayor protagonismo de la música. La reposición de la obra desconcertó y provocó algunas críticas hacia Albert Boadella por ser director del teatro público madrileño El Canal. Estas críticas omiten y obvian la importante labor realizada por el dramaturgo al frente de este teatro de la comunidad de Madrid al dar cabida a una programación amplia, variada, sugerente y de alta calidad. Lo fundamental es que el motivo de la reposición se carga de sentido por diferentes razones: la celebración de medio siglo de existencia de la compañía, ser un texto que se convierte en una llamada de atención en estos tiempos de crisis –como la sufrida en 1993–, sobre la oficialización de una cultura sumisa con el poder, a la vez que enfatizar el despilfarro y opulencia de montajes, operísticos o no, espectaculares y costosísimos, pero sin poesía, como “los mamotretos del Teatro Real de Madrid, que fagocitan el 90 por ciento de los presupuestos escénicos”. Boadella ve totalmente adecuada esta reposición porque las circunstancias que vivimos actualmente son de crisis, pero, también, porque es un texto que sintetiza muchos de los elementos que configuran su teatro, siendo uno de los montajes más emblemáticos de la compañía, y un exponente de sus cuatro básicas señas de identidad sobre las que hemos insistido anteriormente: humor, sarcasmo, investigación y sátira. Pero, también, el dramaturgo, que se ha burlado de casi todo, demuestra en esta obra que es capaz de mofarse de su propia profesión haciéndolo sin concesiones. Todo lo cual nos permite concluir que el panorama teatral no ha variado mucho desde 1993 salvo en un aspecto: aquellos eran muy buenos tiempos para Boadella y su grupo.
El título es muy significativo, como en todo el teatro de Boadella, en cuanto que menciona el núcleo del argumento y el dardo hacia el que se apunta. Un título que omite, precisamente el sustantivo origen del texto: el teatro. Hay alusión, como ya hemos señalado, a la crisis del 93, año en que se estrenó, y en el que se decidió la edificación del teatro Nacional de Cataluña, un teatro público diseñado por el arquitecto Bofill y que para Boadella “es una barraca que se ha construido para un señor y sus megalomanías”, en donde hay “un deprimente jolgorio”. Un desatino ostentoso y fuera de lugar4. Pero, también, hay otra razón en el trasfondo que desencadenará el texto que tiene que ver con la actuación de Joglars en el Odeón de París, en donde representaban Yo tengo un tío en América. La experiencia fue terrible por el exceso de burocracia que imperaba en el teatro francés: había que hacer instancias para todo, hasta para mover un aparato, con lo que el trabajo se ralentizaba haciendo imposible el funcionamiento eficaz, lo que disparará la metáfora inicial como respuesta a ese absurdo delirio funcionarial que rodea a todo teatro institucional, todo lo cual le llevó a escribir en el programa de mano de El Nacional:

Las piojosas carretas de la farándula han sido sustituidas por costosos edificios faraónicos dedicados a la lírica con montajes espectaculares y fichajes de lujo, pero en este camino de abundancia y ostentación para impresionar a un público sediento de monumentalismo se ha perdido la poesía de lo sugerido, que, en definitiva, representa la esencia de nuestro oficio” (Boadella Albert, Programa de mano).

Palabras que pueden relacionarse con la opinión que Zola plasmó en su libro Le naturalisme au théâtre cuando, precisamente hablando del teatro Odeón, censuró que era el escenario de gravosas representaciones de ópera y cómo los cientos de miles de francos salidos de los bolsillos de los ciudadanos caían en el pozo sin fondo de los teatros líricos. Señalaba, también, Zola que los espectáculos del Odeón no exigían por parte del espectador ningún esfuerzo de su inteligencia, palabras que pueden ser suscritas por Boadella, que defiende, por otro lado, la obligatoriedad de realizar un teatro cívico cuando de dineros públicos se trata sin que sea necesario gastar millones. Lo único que se necesita son buenos textos, actores y directores. Por tanto, la impresión que produjo a Joglars el Odeón fue la de un teatro funcionarial, esterilizado por una burocracia absurda, lo que, unido a la construcción del Teatro Nacional de Cataluña sobre unas premisas similares, provocarán un texto ácido contra una costosa maquinaria escénica cuya acción tendría lugar, como no podría ser de otro modo, en un teatro público venido a menos.

 

2.2. Uso del castellano

Además de los cambios no significativos introducidos en la versión de 2012 y que buscan una mayor actualización con el momento social, tenemos que concluir que sí hay una novedad muy importante que tiene que ver con la decisión de Boadella de desvincularse completamente de Cataluña y “renunciar” al uso del catalán en sus textos en favor de la lengua castellana. Esta es la razón de que el nombre del personaje principal se haya convertido en Don José y que no diga ni una palabra en catalán, lo que si ocurría en la versión de 1993. Esta elección filológica no es en absoluto gratuita y tiene mucho que ver con la consideración que de la diversidad lingüística tiene Albert Boadella, para quien la variedad no debe transformarse en enfrentamiento y recelo, sino en factor de cohesión. El hecho de que el nacionalismo, como sostiene el dramaturgo, use la lengua como un efectivo militar contra el castellano le parece deplorable, porque el castellano es una lengua que, por otro lado, siempre se ha hablado con naturalidad en Barcelona, una ciudad que ha mantenido su bilingüismo como una de sus grandes riquezas. Es esta obsesión por el uso nacionalista de la lengua lo que condujo a Boadella a renunciar a escribir las dos versiones en catalán y en castellano que normalmente hacía con anterioridad al recrudecimiento del problema, para adoptar una sola lengua: el castellano, lo que motivó que tanto El retablo de las maravillas como En un lugar de Manhattan, representados en Cataluña, y, ahora la nueva versión de El Nacional, se hicieran en versión castellana. Esta ruptura y decisión no han sido fáciles y es algo que jamás hubiera imaginado este dramaturgo catalán para el que las sardanas de Pep Ventura eran la mejor música y para el que el Ampurdán era “algo parecido a la Toscana”.

 

2.3. Metateatro

Es El Nacional es una síntesis del concepto teatral de Joglars, resumido en páginas anteriores, y una reivindicación del mismo.
Como hemos apuntado, Boadella siempre ha manifestado desdén por el teatro oficial, así como su desconfianza hacia el arte subvencionado estatalmente en cuanto que es una manera de plegarse al poder, una forma de vasallaje y sumisión que hace del teatro español contemporáneo un arte domesticado, dócil y edulcorado. Hay, por tanto, un ataque al teatro de Estado, pero, sobre todo, a los que conforman el gremio. Para Boadella el teatro, entre otros aspectos, debe ser crítico y enraizado en lo social, no dudando en señalar que esto es muy difícil de encontrar en España, matizando que otras compañías teatrales podrían haberse sumado a la actitud combativa de Joglars, que no ha dejado títere con cabeza, concentrando sus puyas contra Franco, Pujol, el nacionalismo, Felipe González o la petulante progresía de izquierdas. Boadella tiene muy presente que el teatro debe ser algo vivo, en profunda relación con lo que sucede en la calle. Como esto no es así, concluye:

 Así tenemos el teatro que tenemos: inocuo, cortesano, seudorrespetable. (El Mundo, 2003)

El Nacional reflexiona sobre teatro dentro del teatro, de ópera, un juego metateatral que ya practicó en obras anteriores como Gabinete Libermann (1984), Ubú president (1995) y, posteriormente, En un lugar de Manhattan (2005) Gracias a ello podemos establecer el concepto que del mismo tiene Boadella y que es la marca, la identificación de la compañía, expresado a través de su alter ego Don José:
- Rechazo del teatro grandilocuente, como denuncia Don José, protagonista de la obra:

[…] este es un oficio de putas, cabrones y maricones. Y su grandeza está en que las putas hacen de Virgen, los cabrones de héroes y los maricones de don Juan. ¡Esta es la auténtica magia del teatro, señorita! (Boadella, Albert, 2012.)

- El teatro es un ritual litúrgico, sagrado así lo cree Don José.
- Preferencia por actores no intelectuales, no contaminados con teorías teatrales para que consigan una interpretación natural, por eso el ex acomodador se rodea de una pandilla de indigentes y marginales.
- El teatro no debe ser una imitación de la realidad, no es el espejo de la vida. El arte es convertir la miseria humana en tragicomedia.
- Para lo que es fundamental el humor usado por Boadella para satirizar las situaciones más dramáticas.
- Repulsa de la improvisación, el histrionismo, la hipérbole, el amaneramiento y cualquier exceso.
- Defensa del silencio como manera de comunicar más eficazmente que con la palabra.
- Rechazo del teatro experimental y vanguardista, así como la música atonal y disonante.
- Justificación de dos elementos fundamentales que el teatro debe tener: emoción y poesía.
- Crítica a las fisuras de la farándula y a los actores por: exhibicionistas, trepas, ególatras, mansos, envidiosos, narcisistas y divos; también por ser fanfarrones y viles como Rigoletto. De ahí que Don José asegure que hay que sentir el personaje que vaya a interpretarse y que un actor:

“De momento son una mierda. Interpreten la mierda y tienen que conseguir engañar a las moscas que es mucho más difícil que engañar al público. Interpreten, interpreten. Antes de nada, mirar y oler”.

- “Mirar y oler” dos infinitivos que definen la manera en cómo Boadella se acerca al tema: observando y documentándose.
- Crítica al elitismo cultural y a la complejidad burocrática que no agiliza el proceso entre la idea y la realización. Boadella a través de Don José, arremete contra asesores culturales, artistas, funcionarios, jurados de premios nacionales de teatro, críticos, directores de teatros nacionales, técnicos de cultura, artistas de vanguardia, periodistas mercenarios (no duda en fusilar en escena a un periodista del País por representar la arrogancia de una progresía de izquierdas sabelotodo), programadores, fundaciones artísticas, galardonados de las artes, ministros de cultura, intelectuales nacionalistas…
- Defensa de un teatro cívico y no un gueto para exquisitos.
- El teatro es una verdad suprema, una verdad diferente a la de la vida.
- Una vuelta a la sencillez porque el mejor teatro es el que se ha hecho con unas velas, gente sentada en bancos de madera y un escenario compuesto por unas tarimas en donde la acción encandilaba la atención de los espectadores.
- Siete son los pecados capitales recogidos en esta obra y que afectan al teatro: envidia, lujuria, gula, ira, soberbia, pereza y avaricia



4 No hay que olvidar que cuando José María Flotats fue director del Teatro Nacional de Cataluña no invitó a Joglars a actuar, por lo que Boadella no dudó en acusarle de mantener una actitud sectaria, afirmando que la única razón por la que el grupo no actuó en ese espacio fue por el vasallaje del director hacia Pujol, que quiso que así fuera.

 

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