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6. HOMENAJE

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6.1 · FRANCISCO ÁLVARO: LA MIRADA TOTAL

Por Fernando Herrero.
 

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AÑO 1984

Resulta curiosa la posición previa del espectador y los críticos respecto a Teledeum del entonces irreverente Albert Boadella. La negatividad absoluta lo que contrasta con las positivas posturas previas ante Brecht y Jean Genet.

Teledeum

“EL ESPECTADOR.— Tres meses antes de presentarse en la Sala Olimpia, de Madrid, se había estrenado en Barcelona Teledeum, una pieza mediocre y bastante aburrida, pero ostentosamente blasfematoria. Inmediatamente del estreno en la Ciudad Condal, el diario madrileño El País dedicó entera la página 28 de 21 de enero de 1984, para dar cuenta, con grandes caracteres, de que el estreno del montaje de “Els Joglars” había sido aludido en una homilía del cardenal arzobispo de Barcelona, doctor Jubany, si bien no se nombraba concretamente el espectáculo. Le faltó tiempo a Albert Boadella y, por supuesto, a El País para aprovechar las ocasión en una especie de “legitima defensa”, pues “El defensa propia” se titulaba el comentario que, firmado por Boadella se publicaba en la página ya citada del también citado periódico, inmediatamente del “resumen” de la homilía del cardenal Jubany, solo que esta ocupaba un pequeño espacio (la cuarta parte de la página) reservando el resto íntegramente para la airada protesta del director y empresario de “Els Joglars”…… “hasta aquí, la trayectoria de un espectáculo que los historiadores del futuro no tendrán ocasión de conocer ni siquiera en letra impresa, porque el texto de Teledeum no resiste, no ya un análisis, ni siquiera una ligera lectura.”

“EL ESPECTADOR.— El señor Alberto Boadella es, sin embargo, un listo –el equivalente del pícaro, pero menos, que tanto abundó en nuestra literatura, reflejo de pasadas épocas–. Claro que los pícaros, además de pasar hambre, tenían gracia. El señor Boadella carece de ingenio, pero tiene una masía para descansar de sus lucubraciones. Ya me dirán ustedes si entre listos no anda el juego cuando, como broche de oro de su campaña sobre Teledeum, consiguió que el señor Balbín le dedicara una “Clave” en la que, por cierto, todos los reunidos “de las más diversas tendencias” coincidieron en que el señor Alberto Boadella era, dentro de nuestro teatro, de nuestra escena, una figura de primera magnitud… Es ya un lugar común, pero hay que repetirlo: ¡Que país, Miquelarena!...

 La ópera de perra gorda

“EL ESPECTADOR.— El Centro Dramático de la Generalidad de Cataluña ha traído al Teatro María Guerrero (CDN) un espectáculo que, en su conjunto, no puede equipararse a ninguno de los que venimos comentando en estos libros (1958-1984) porque es superior a todos, incluso a los mejores que nos llegaron de Europa y América. Es algo hermoso y digno de emular. Supongo que el costo de este gran espectáculo, su montaje y realización habrá sido cuantioso. No importa. Otros más pretenciosos hemos visto con resultados mediocres. Tres horas y media largas de representación, más los entreactos y el prólogo en el vestíbulo del teatro; frío en la sala (era el día siguiente del ciclón Hortensia la función a la que asistí) hasta que rebosante de público en butacas, plateas, palcos y “entrada general”, el ambiente se fue caldeando y la representación, desde sus comienzos, fue en “crescendo” hasta la última escena final, sin altibajos ni vacilaciones, con tal brillantez (ahora es imprescindible la palabra tópica) que nunca los aplausos y ovaciones sonaron tan unánimes ni fueron tan prolongados y merecidos. Porque, además, no era día de estreno”.

Las criadas

“EL ESPECTADOR.— Las criadas se estrenó el 11 de junio de 1962 (libro V) en el desaparecido Teatro Goya, en versión española de Luis Medina y Manuel Herrero, dirección de Álvaro Guadaño y escenografía de Pablo Runyan. Los tres personajes de Las criadas fueron interpretados por María Paz Ballesteros, Laly Soldevilla y Esmeralda Adam. He trascrito la fecha de estreno porque es probable que la mayoría de los lectores de estos libros no tengan el tomo V, agotado, y también para resumirles “lo que va de ayer a hoy”, pues de los 15 críticos que figuran en los coloquios de estos libros, solo a tres pudimos reunir en el coloquio que fue, por otra parte, más subjetivo que orientador. No obstante, es oportuno recordar la inquietud de “Dido, Pequeño Teatro” que dirigió y animó durante tantos años Josefina Sánchez Pedreño, y puso en órbita, como ahora decimos, una de las obras fundamentales del teatro de nuestros días –ya años–, pues han transcurrido 22 desde la primera versión a que nos referimos y quince de la que nos ofreció Víctor García, con Nuria Espert, Julieta Serrano y Mayrata O’Wisiedo como intérpretes (ver libro XII), que es la misma que ahora vuelve a la Sala Olimpia y que pudiera servir como homenaje póstumo al original y controvertido director Víctor García, fallecido en 1982, a los 47 años (libro XXV). La única diferencia de estas “criadas” a la que vimos en el Fígaro en 1969 está en la versión literaria, aquella de Manuel Herrero, la de ahora, de Armando Moreno”.

El año 1984 no es precisamente notable, salvo quizás, el Festival de Otoño que trajo una obra maestra: Einstein on the beach, de Philiph Glass, en montaje de Robert Wilson. No aparecen nuevos autores en el teatro español y lo más interesante se encuentra en Brecht y la reposición de Genet y sus Criadas, cuando ya había muerto Víctor García. Los nombres de siempre, nuevos montajes de Valle y Lorca. Resulta peculiar que las páginas dedicadas a los Festivales sean muy escuetas, pero ello es explicable dado que se hacían pocas representaciones, en ocasiones una solamente, de las obras extranjeras.

El vapuleo a Teledeum es a la vez artístico y religioso. No solo Álvaro sino también críticos como Haro Tecglen le han dado un palo. Es muy positiva la visión del “Espectador” sobre Brecht y Genet, por lo que he recogido estos testimonios.

Las transcripciones realizadas dan solo una ligera idea de la metodología de este espectador, recopilador y testigo extraordinario. Bucear en este inmenso catálogo va mucho más allá de las pretensiones de este artículo. Si se quiere profundizar en la situación escénica teatral desde la postguerra a nuestros días, no pueden faltar estos 28 volúmenes ejemplares. Hace 24 años que murió Paco Álvaro y nadie se ha atrevido a continuar su obra.

El trabajo realizado se ha centrado en los libros de El espectador y la crítica y las referencias y transcripciones parten de los tomos de los años 1958, 1974 y 1984. Creo que la dificultad de estudiar a un hombre de teatro tan personal como Francisco Álvaro, surge de su tremenda capacidad de trabajo, de su deseo de asumir todo el teatro representado en España. Es imposible hacerle justicia sin emprender una tarea similar.

Termino manifestando de nuevo mi admiración por su labor, aún dentro de las lógicas discrepancias. La honradez ética y la entrega de Álvaro no pueden ponerse en duda. Muchos tomos agotados, la totalidad se encuentra en la Casa de Zorrilla de Valladolid, como legado indispensable para una gran historia del Teatro en España que a lo mejor se emprende algún día.

 

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