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4. EFEMÉRIDE

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4.1 · ANTE LA DESACRALIZACIÓN DEL TEATRO: LA SIMULTANEIDAD DE UNA TEATRALIDAD POÉTICA EN VOCES DE GESTA DE VALLE-INCLÁN.
CIEN AÑOS DE SU ESTRENO Y EDICIÓN (1912)


Por Antonio Gago Rodó.
 

 

El Correo, XXXIII, 11.421 (27 de mayo de 1912), [1].
LOS TEATROS
Princesa

Voces de gesta El poeta que supo evocar el arrullo amoroso y cortesano de Cuento de Abril y La marquesa Rosalinda, ha despertado ahora el fragor heroico de las «voces de gesta», en los albores bárbaros de la raza castellana, entre las luchas matrices del genio nacional.

Valle Inclán es quizá el único literato español dotado de capacidad trágica; las «comedias bárbaras», ya famosas, testifican su audacia en la concepción, su sencillez, enteriza y robusta, en el procedimiento; y Voces de gesta, compuesta ya con designio principalmente teatral, exalta y culmina aquellas excelencias hasta el límite de perfecciones.

En Voces de gesta, Valle Inclán ha extremado su procedimiento de simplificación y esmero poético de la realidad, en que acaso reside la permanente virtud de su arte. Allí no queda más que la sustancias realidad de las almas, y la eficaz, aunque vaga, sugestión del ambiente. El accesorio histórico y realista, que estorba al genio refinado y esencial del poeta, se esfuma entre el esplendor de su poesía.

El rey Carlino, malhadado y errante, acosado por el empuje de los fieros barraganes del rey Pagano, en el seguro de los bosques de Monte Araal, mantiene en sus siervos montañeses el amor y la lealtad de las sagradas tradiciones y el prestigio de la estirpe. Es una figura de grandeza sombría, como la de Lear infortunado, y de fatídico misterio, como la de Edipo. Su aparición majestuosa en la jornada primera, entre querellas e imprecaciones, y el solemne desmayo con que, al final, recibiendo en ofrenda la cabeza trunca del capitán enemigo, tiene para el odio y la gloria guerrera una ascética y pura renunciación –admirable contraste que concluye el heroico poema,– son aciertos magistrales de Valle Inclán.

La pastora Ginebra, en quien el ultraje de amor de uno de los invasores, fecunda el odio de raza y exalta los sentimientos primordiales de independencia y patria; la vengadora, que ciega, ultrajada y exhausta, arrastra rebeldemente, por los caminos la cabeza cortada al guerrero invasor, ofrenda expiatoria que hace su lealtad al rey infortunado, es otra creación soberbia, de fiereza formidable, de altísima y transcendente idealidad.

María Guerrero, que anoche realizó en la escena la creación del poeta, mereció uno de sus triunfos singulares, únicos, al realizar con su maestría y sus admirables intuiciones, toda la emoción vibrante y todo el prestigio poético que encierra.

En cuanto al poema, cuya perfección técnica es insuperable –un verdadero dechado de expresión justa y noble y de versificación riquísima– alcanzó un triunfo tan caluroso como merecido. Valle Inclán fue aclamado al final de todos los actos, y al presentarse en escena, terminada la obra, recibió del público una ovación duradera y cordialísima.

Díaz de Mendoza –que recitó admirablemente la Ofrenda del poema, puesto, bajo su dirección con propiedad intachable– y la señora Blanco, en dos papeles que representó, deben destacarse en la mención de elogio, que en general a todos los intérpretes alcanza.

MORSAMOR

 

 

Ejército y Armada, Madrid, VIII, 2.200 (27 de mayo de 1912), [p. 1]
TEATROS
Princesa.

Estrenose anoche Voces de gesta, tragedia en tres jornadas en verso, original de don Ramón del Valle Inclán.

El resultado que obtuvo el estreno fue por demás lisonjero.

La concurrencia, que no fue tan numerosa como suele ser en los estrenos que en dicho teatro se verifican, aplaudió al terminar cada acto y al final del último; el autor fue llamado a escena, y se presentó dos o tres veces.

En esa obra se observa un fenómeno curioso, que ya en otras también versificadas ha observado la generalidad del público, y es que el poeta, enamorado, pudiera decirse embriagado, con los versos, olvida o descuida lastimosamente la obra.

Voces de gesta reúne cuantos elementos intrínsecos y esenciales se necesita para componer una tragedia, que es lo que el autor se propuso al escribirla, y sin embargo, fuerza es decirlo si hay que ser sincero, la tragedia no resulta para el público; en otros términos: no está hecha, no aparece en escena.

Inútilmente nuestra gran actriz María Guerrero puso a contribución sus excepcionales condiciones para el género trágico; en vano Díaz de Mendoza dio a su papel la entonación y el colorido que éste exige; en balde todos, quién más, quién menos, se esforzaron en salir airosos de su parte respectiva; a pesar de todo ello y de lo bien ensayada que está la obra y del decorado y de los efectos de luz y de sombra que oportunamente juegan, la tragedia no se vio, no apareció, o, lo que es lo mismo, los espectadores no sintieron ninguna emoción ni el más leve interés.

La tragedia ha quedado encerrada en la mente del autor.

A continuación se representó la joya literaria de Rostand Los dos pierrots, tan lindamente traducida y poetizada por el conocido escritor y aplaudido dramaturgo y exquisito poeta Ricardo J. Catarineu, y tan admirablemente representada por las Sras. Ruiz y Blanco y las señoritas Valentín, L. de Guevara y Liquiñano.

Arturo Perera

 

 

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