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1. MONOGRÁFICO

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1.3 · LOS PREMIOS DE TEATRO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XXI

Por Berta Muñoz Cáliz.
 

 

3.2. La repercusión profesional de los premios

¿Qué supone para un autor teatral el que su texto se premie en un concurso? La respuesta a esta cuestión es compleja y depende de muchos factores, pues el premio por sí mismo no parece garantizar unas mejores condiciones profesionales en lo sucesivo para ese autor. El premio supone, en primer lugar, un reconocimiento profesional por parte de los compañeros del sector, con lo que esto implica en la confianza de quien lo obtiene en su propio trabajo y con el consiguiente estímulo para continuar escribiendo. En este sentido se manifiesta José Manuel Mora. Asímismo, Juan Mayorga comenta en estos términos qué supusieron para él los primeros premios que recibió: “Los primeros –empezando por el accésit del Bradomín que obtuvo Siete hombres buenos– me animaron a pensar que lo que escribía quizá podía interesar a otros”. En el mismo sentido se expresa Gracia Morales:

Lo primero que los premios suponen es la conciencia de que el texto que se ha escrito tiene una cierta calidad. Como una reafirmación. Un apoyo. Un estímulo también. La actividad creativa implica siempre muchas dudas sobre si lo que se está haciendo tiene o no valor, si va a interesar a otras personas, si trasciende el mero ejercicio o la mera necesidad personal. Para mí, cuando un jurado de especialistas, sin saber de quién es el texto (con la objetividad que eso implica) decide premiar un texto mío, me está diciendo, de algún modo, que "voy por el buen camino", que lo que estoy haciendo merece la pena6.

Igualmente, Juan Carlos Rubio, destaca el papel de estímulo que los premios han tenido para él, aunque no considera que hayan sido esenciales en su trayectoria:

¡Que te den un premio es siempre maravilloso! Supone un reconocimiento a tu labor, un apoyo a tu carrera concretado en un trofeo, una cantidad económica, una publicación o quizá una simple mención, pero en cualquiera de esos casos, un estimulo que te anima a seguir. No son lo más importante ni desde luego el motor de mi creación, pero ¿a quien le amarga un dulce?7

En algún caso, la propia existencia de los premios y el estímulo de presentar los textos a un concurso ya es un aliciente para algunos autores. Así relataba Itziar Pascual su experiencia con los premios teatrales:

Los premios, tanto literario dramáticos como por proyectos de investigación escénica, han sido un acicate en mi trabajo como dramaturga e investigadora. No se trata de ganarlos o perderlos: se trata de disponer, en la fecha y en las formas que implica cada convocatoria, un trabajo concebido, corregido y ultimado. Debo a Ricardo Doménech un consejo que me ha servido en mi experiencia, y que por ello devuelvo a mis alumnos de Dramaturgia en la RESAD: “Escribir, corregir y enviar la obra a los premios es tarea de autor. En el instante en que realiza el envío, es el momento de olvidarlo y dedicarse a nuevas escrituras y proyectos: lo que ocurre en la deliberación del jurado no invalida una obra, pues entra en relación con otras muchas, de diverso estilo y género. La tarea es escribir, enviar y olvidar” […]8.

Independientemente del estímulo que suponen para los propios autores, también contribuyen a dotarles de un cierto prestigio de cara a la profesión. Tal como afirma Alfonso Vallejo, “El autor necesita garantías, avales que lo confirmen como alguien que merece cierto respeto. Los Premios ayudan sin duda a darle un poco de identidad, peso y categoría. En ese sentido los Premios son útiles”9. Así mismo, Paco Bezerra destaca la importancia que tienen los premios de cara al entorno social del autor.

Y hablando en términos objetivos, estos galardones suelen ir acompañados de una dotación económica, que puede ser muy distinta según los casos: en su mayoría, oscilan entre los 3.000 y los 12.000 euros, aunque también los hay de mayor y de menor cuantía; actualmente, entre los de mayor dotación se encuentran el Premio de Teatro Ciudad de San Sebastián, dotado con 20.000 euros, el Premi Born de Teatre, con 18.500 euros, y el Tirso de Molina, con 18.000 euros. En el caso de algunos de los autores más jóvenes, esta dotación les supone poder sobrevivir gracias a la escritura, tal como comentaba la joven dramaturga María Velasco.

Junto con la remuneración en metálico, algunos de los premios destinados a textos teatrales conllevan la edición del texto. En algunos casos, la publicación, así como la remuneración económica, son importantes estímulos para algunos autores, especialmente para los más jóvenes, y en este sentido se expresaba Carlos Contreras. Normalmente, estas ediciones se llevan a cabo por la propia entidad convocante, y lo cierto es que rara vez estos libros se distribuyen adecuadamente. Una de las escasas excepciones de buena distribución la constituye la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), que distribuye las ediciones de las obras premiadas con el Tirso de Molina en centros culturales de todo el mundo10. Otro ejemplo de buena distribución de las obras publicadas es el Premi Born, que se edita en las cuatro lenguas oficiales, e igualmente podría incluirse entre estas excepciones el Premio Calderón de la Barca, que edita y distribuye el Centro de Documentación Teatral.

También en algún caso, los premios contemplan la posibilidad de su puesta en escena por un grupo aficionado, o incluso pueden reservarse el derecho de estrenar la obra en un determinado teatro o en un festival, si bien no aseguran al autor que la obra vaya a estrenarse. Actualmente ningún premio teatral en castellano conlleva el estreno profesional de la obra, tarea que desde su creación asumió el Premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid hasta que en 1982 esta cláusula desapareció de sus bases (unos años después reaparecería, aunque en 1991 se volvió a suprimir definitivamente. [Pérez-Rasilla y Checa, 2006, pp. 185 y 202-205]). Aunque desde la Asociación de Autores de Teatro se ha reivindicado reiteradamente el que se vuelva a incluir esta cláusula, lo cierto es que desde entonces cada director del Teatro Español ha estrenado o no la obra premiada según su criterio. En la actualidad, únicamente el Premio Miquel Lumbierres de la Fundación Romea, que se concede a textos en catalán, incluye la puesta en escena profesional de la obra premiada.

El dramaturgo Raúl Hernández, que cuenta tanto con el Lope de Vega como con otros premios de importancia, destaca los aspectos a los que hacíamos alusión: la dotación económica y la publicación, pero lamenta que no vayan acompañados del estreno de la obra premiada:

Los premios son ahora mismo la mayor garantía que tiene en España un autor de ver su trabajo reconocido. Es prácticamente la única ocasión que un dramaturgo tiene de que le paguen de forma adecuada por su trabajo. Y casi la única de que publiquen su texto, aunque esas publicaciones tengan luego una difusión limitada. Lo único que faltaría por pedirle a los premios es que además supusieran un estímulo para la producción y estreno de las obras que premia. Aunque las bases reguladoras de las subvenciones indican como punto positivo a valorar en un proyecto el que el autor sea español y vivo y que la obra haya ganado premios, sin embargo, nada supone que por ganarlo una productora elija esa obra para pedir subvención...

Eso muestra la verdad de los premios: que finalmente, pueden estar muy alejados de la realidad del escenario... Pero aún así, es el único reconocimiento que tiene un dramaturgo. Con lo que entre la nada y la pena, me quedo con la pena, y destaco la labor de estos premios en el teatro actual11.

Así mismo, Jesús Campos García, uno de los autores españoles más galardonados, destaca la contradicción que supone el hecho de que una obra se premie y al mismo tiempo se le niegue al público la posibilidad de conocerla:

[…] los premios siguen sin alcanzar el que debería ser su objetivo primordial: que la obra se dé a conocer. Premiar al autor por la calidad de su trabajo y negarle a la sociedad el derecho a conocer la obra no es sino una muestra de la hipocresía con la que, de forma natural, se desenvuelven las instituciones culturales12.

Igualmente, el joven dramaturgo José Manuel Mora se expresaba en este sentido. En la misma línea se manifestaban los redactores de Primer Acto, al afirmar que “los Premios [se encuentran] sometidos a menudo a la paradoja de contar con el aval de prestigiosos jurados e instituciones seguido de una escasa o nula proyección en nuestra vida cultural” (P. A., 2007, p. 5). Precisamente Primer Acto ha sido una publicación que desde el comienzo de su existencia ha venido denunciando la contradicción que supone el que una obra se premie y no se estrene, costumbre que, como se puede comprobar, viene de antiguo. Ya en 1960 José María de Quinto escribía en esta revista:

¿Es que un concurso de teatro puede pretender algo que no sea el estreno del drama o dramas premiados? Todo hace suponer en principio que el propósito no debe ser distinto. Sin embargo, por ahí anda el Calderón de la Barca. Salvo rarísimas excepciones, para las que sobran los dedos de una mano, se han venido concediendo, mediante distribución de la dotación económica, a multitud de dramas que no han sido estrenados. Como si lo que necesitara el autor nuevo fuese dinero, no estrenos en los que perfeccionarse. (Quinto, 1960).

Por las mismas fechas y en la misma revista, José Monleón incidía en esta idea:

Yo creo que el Premio no debiera dividirse nunca. Porque para un novel no hay más premio útil que estrenar, y la consolación de unas pesetas para ganadores al alimón –sin derecho a estrenar sus obras– solo sirve para desorientar. O estreno, o premio desierto, debiera ser el dilema lógico. (Monleón, 1960).

Volviendo a la actualidad, lo cierto es que con o sin estreno, y al margen de los beneficios objetivos que los premios puedan reportar (dotación económica, trofeo, publicación…), su incidencia en la carrera profesional de los premiados varía en gran medida según los casos, de forma que un mismo galardón puede haber supuesto un salto cualitativo en la carrera de un creador mientras que para otro apenas puede haber significado un mero beneficio económico sin repercusión profesional alguna. Tras examinar los testimonios de varios dramaturgos premiados, se puede comprobar que, efectivamente, en algunos casos, el impulso ha sido real y eficaz; sin embargo, en muchos otros, su repercusión en la carrera profesional del autor apenas es perceptible. Sin duda, las expectativas profesionales de un autor tras conseguir un premio de cierta importancia dependen de muchos factores, sin que el premio en sí sea garantía de nada. A la vista de los testimonios examinados, tal vez se pueda concluir que aquellos autores a quienes más benefician los premios profesionalmente, es decir, aquellos que sí consiguen montar sus obras, son aquellos que tienen relación con el medio escénico, ya sea porque estén vinculados a alguna compañía o bien porque dirijan sus propias obras, mientras que aquellos que crean sus textos en la soledad de su escritorio tienen más difícil conseguir la representación de sus obras premiadas.



6 Carta personal de la autora, enviada por correo electrónico con fecha de 12 de diciembre de 2011.

7 Carta personal del autor, enviada por correo electrónico con fecha de 26 de junio de 2011.

8 Carta personal de la autora, enviada por correo electrónico con fecha de 1 de agosto de 2011.

9 Carta personal del autor, enviada por correo electrónico con fecha de 11 de julio de 2011.

10 Concretamente, los libros se distribuyen en los centros culturales de la Agencia en América Latina y Guinea Ecuatorial, las oficinas culturales de las Embajadas, las oficinas técnicas de cooperación y los centros de formación. Agradezco esta información a Diego Mayoral, Jefe de Servicio de Actividades Culturales de la AECID.

11 Carta personal del autor, enviada por correo electrónico a la autora de este artículo con fecha de 20 de septiembre de 2011.

12 Carta personal del autor, enviada por correo electrónico a la autora de este artículo con fecha de 26 de junio de 2011.

 

 

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