Mitos e identidades en las autoras hispánicas contemporáneas.

NIEVA DE LA PAZ, Pilar (ed.)
Berlin /Bern / Bruxelles / New York / Oxford / Warszawa / Wien, Peter Lang, 2022. 271 págs. (Edición digital)

Fernando Doménech Rico Real Escuela Superior de Arte Dramático / Instituto del Teatro de Madrid
Mitos e identidades en las autoras hispánicas contemporáneas, de Pilar Nieva de la Paz (ed.).

Desde que en 1993 el Consejo Superior de Investigaciones Científicas publicó el libro de Pilar Nieva de la Paz Autoras dramáticas españolas entre 1918 y 1936 los estudios sobre el teatro español de los siglos XX y XXI han incorporado como un capítulo insoslayable el papel de la mujer en la creación teatral (y en la creación artística en general) española.

Este libro, que recoge once contribuciones de otros tantos estudiosos (a decir verdad, de nueve estudiosas y dos estudiosos), se encuadra dentro de esa amplia corriente de trabajos dedicados a la literatura escrita por mujeres. No resulta extraño, dada su larga dedicación al tema, que sea la misma Pilar Nieva, además de contribuir con su propio trabajo sobre Rosa Chacel, la encargada de reunir y editar estos estudios bajo el título general de Mitos e identidades en las autoras hispánicas contemporáneas. Un repaso a cada uno de estos trabajos puede dar idea de la variedad de temas y géneros literarios, además de la cantidad de autoras recogidas en este libro.

Francisca Vilches plantea la importancia que ha tenido la recreación de mitos clásicos para los autores y autoras del exilio para centrarse fundamentalmente en Menesteos, marinero de abril, de María Teresa León. Este mítico rey de Atenas, que participó en la Guerra de Troya y posteriormente, según una tradición, recorrió el Mediterráneo y en el golfo de Cádiz fundó una ciudad, Puerto de Menesteos, actualmente Puerto de Santa María. Es muy clara la relación con la obra de Alberti, sobre todo con Oda Marítima, pero el personaje le sirve a María Teresa León para reflexionar sobre la experiencia del exilio y, de alguna manera, identificarse con el personaje mítico. No obstante, a la autora no se le olvida el papel que en todas las historias han tenido las mujeres, y ello la lleva a describir sus condiciones de vida en el mundo de Menesteos, deteniéndose en la manera de vestir y de peinarse, en las ceremonias femeninas, pero también en el duro trabajo de las mujeres del pueblo y en la prostitución ligada a los templos.

Pilar Nieva aporta un análisis de Margarita (zurcidora), una de las nouvelles publicadas por Rosa Chacel en Novelas antes de tiempo (1981). A través de la jornada de una antigua cantante de ópera que, después de abandonar la escena, sobrevive zurciendo pantalones y otras prendas en su humilde casa, Chacel reflexiona sobre la condición de la artista que tiene que luchar a la vez con su arte y con la realidad cotidiana. “La novela se construye a partir de un rico palimpsesto de referencias culturales y míticas que permiten plantear una compleja reflexión sobre el discurrir temporal y sobre la naturaleza de la creación, en estrecha conexión con la propia experiencia vital de la autora” (p. 63). Aracne y Atenea, Andrómaca (Racine) y Margarita (Goethe) son los mitos femeninos que sirven de reflejo a la zurcidora y en último extremo a la propia Rosa Chacel.

Inmaculada Plaza analiza dos sobras de Carmen Conde, Mujer sin Edén (1947) y Nada más que Caín (1960). Al analizar las dos obras, una de ellas lírica y la otra dramática, la profesora Plaza traza un panorama muy incisivo de la frecuencia del tema bíblico y de sus figuras míticas en la literatura de las autoras que publicaron durante el franquismo: por un lado, se trataba de revisar los mitos fundacionales de la cultura europea, pero también era una forma de evitar la censura y de hacer referencia a realidades (la Guerra Civil) que no se podían abordar de otra forma. En Mujer sin Edén, poemario publicado en 1947 y que algunos consideran, junto con Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, uno de los textos fundamentales de la poesía de posguerra, Carmen Conde reivindica la figura de Eva y, junto con ella, la de otras mujeres sometidas que aparecen en la Biblia (la mujer y las hijas de Lot, Agar…). Frente a la actitud pasiva de Adán, que acepta su culpa, Eva se rebela contra un Yahvé vengativo al que considera el único culpable de su expulsión. Es significativa también la reivindicación del placer sexual como un pequeño paraíso tras abandonar el Edén. En Nada más que Caín, obra teatral de 1960 que quedó inédita hasta 1995 y que debe mucho a Mujer sin Edén, hasta el punto de incorporar alguno de los poemas del libro, la actitud de rebeldía de Eva se une a una posición claramente antibelicista en la que es palpable la relación con la Guerra Civil y la II Guerra Mundial.

Teresa Santa María ofrece la visión de Helena de Troya en dos dramaturgas del exilio. La autora hace un recorrido por la visión de Helena en los autores clásicos desde Homero, y la de los escritores del exilio español de 1939 para centrarse en dos obras de autoras exiliadas: Casandra, o la llave sin puerta (1953), de María Luisa Algarra, y Las republicanas (1978), de Teresa Gracia. En la primera de ellas la autora juega claramente con el mito de Helena y la destrucción de Troya mediante la trasposición al mundo contemporáneo y a una familia burguesa, los Cirera, donde la aparición de una nueva doncella de gran belleza, Helena, provocará un cataclismo. La expulsión de la intrusa a pesar de las advertencias de Juana (Casandra) será el prólogo de la revuelta social que acaba con el mundo acomodado e injusto de los Cirera. No tan clara es la identificación de Helena con Mercedes en Las republicanas, pero la evidente relación de la obra con Las troyanas lleva a Teresa Santa María a defender esta relación. En ambos casos, frente a la tradición clásica que culpa a Helena de todos los desastres, tanto Algarra como Gracia muestran a su personaje exclusivamente como víctima de la violencia de un sistema injusto y de una guerra perdida.

Francisca Montiel Rayo en su documentado artículo describe cómo las escritoras del exilio reivindicaron figuras femeninas de la Historia de España. La biografía, a menudo combinada con técnicas novelescas, había experimentado un gran avance en los años 20 y 30, impulsada por Ortega y diversas colecciones de Vidas Españolas. Tras la Guerra Civil, este género, apenas practicado en España, se vio continuado por los escritores del exilio como una forma de reivindicar figuras del pasado que pudiesen ser modelo del presente. Son muchas las biografías de mujeres españolas debidas a las escritoras del exilio: María Teresa León destacó en esta tarea, con sus biografías de Julia Espín, la amada de Bécquer, de Teresa Mancha, la amante de Espronceda y, sobre todo, de Jimena, la “honrada mujer” del Cid. Pero fueron muchas las que siguieron esta senda, algunas tan conocidas como Clara Campoamor, que escribió una biografía de Sor Juana Inés de la Cruz (una de las figuras femeninas más tratada por las autoras del exilio) o Rosa Chacel, otras prácticamente olvidadas hoy, como Felisa Gil, Manuela Ballester y Juana de Ontañón. Como imagen de sí mismas y del exilio, o bien como figuras relevantes de una España progresista, las escritoras del exilio dedicaron sus escritos a Mariana Pineda, de la que escribieron Isabel Oyarzábal y Emilia Elías, o Concepción Arenal, a la que dedicaron sendas biografías Clara Campoamor, Felisa Gil y Elvira Martín.

Luisa García-Manso se centra en una de estas figuras emblemáticas convertidas en mito: "La Libertaria", una campesina anarquista que sobrevivió a la matanza de Casas Viejas y que fue ejecutada por los sublevados en 1936. Nieta del famoso “Seisdedos”, María Silva Cruz, que tenía 17 años cuando los sucesos de Casas Viejas, tuvo su primer momento de gloria en las crónicas periodísticas de Sender y en un artículo enaltecedor de Baroja. Su asesinato, el 24 de agosto de 1936, acabó de convertirla en personaje mítico. La escritora anarquista Lucía Sánchez Saornil le dedicó el “Romance de la Libertaria”, escrito durante la Guerra Civil, en donde La Libertaria es un emblema de la resistencia y un símbolo de todo el “cuerpo del pueblo”. Ya en el exilio, Federica Montseny le dedica toda una novela, María Silva la Libertaria (1951) publicada en Toulouse. En ella María se convierte en símbolo de la represión del franquismo contra todas las españolas, e incluso como emblema del sufrimiento de todas las mujeres bajo el fascismo. Finalmente, la tragedia Casas Viejas, de Teresa Gracia, escrita en 1973, nos presenta a una Libertaria mucho más consciente, empoderada, una autodidacta feminista y revolucionaria que no solamente quiere cambiar el injusto sistema social, sino que rechaza asumir el papel asignado tradicionalmente a la mujer.

María del Mar Mañas se fija en dos obras contemporáneas que abordan la figura de Emilia Pardo Bazán, la obra teatral Emilia, estrenada en 2016, y el cómic La imprescindible. Retrato en diez actos de doña Emilia Pardo Bazán, de 2021. Emilia, de Noelia Adánez y Anna R. Costa, desarrolla una escena imaginaria en que doña Emilia entra en el salón de la Real Academia Española donde están reunidos los académicos y les reprocha su oposición a la entrada de una mujer en la institución. A través del monólogo, unas veces airado, otras teñido de sentido del humor, la Pardo Bazán desgrana sus méritos ante los “elementos oscuros” que la rechazan solamente porque no se llama Emilio, sino Emilia. La imprescindible, cómic de Carla Berrocal, que tiene sus puntos de contacto con el programa de TV2 del mismo nombre, desarrolla en diez capítulos (llamados “actos”) algunos pasajes de su vida que muestran al lector de hoy su carácter indomable, su feminismo y su sentido de la libertad.

Verónica Azcue, a través del análisis de varias obras teatrales dedicadas a Las meninas, descubre cómo el cuadro de Velázquez sirve como “modelo de experimentación en torno a las relaciones entre la pintura y el teatro”. Se trata de Las Meninas (1960), de Buero Vallejo, La infanta de Velázquez (2000), de Jerónimo López Mozo, Las Meninas (2010), de Ernesto Anaya, Pavana para una infanta difunta (1975), de José Martín Elizondo, La autora de Las Meninas (2017), de Ernesto Caballero, y Las Meninas (2019), de Beatriz Sierra. Desde la obra de Buero Vallejo, centrada todavía en Velázquez, se va produciendo en este proceso de revisitación del cuadro, una traslación del centro de interés del pintor a la propia pintura, del mundo masculino al femenino y de lo individual a lo colectivo, que resulta el más importante en las últimas obras.

Cristina Sanz Ruiz, en su artículo “Soy Cristina de Jesús” lanza una mirada a la recreación de la vida de Teresa de Jesús que hizo la novelista Cristina Morales en su Introducción a Teresa de Jesús (2020), creada como una nueva versión -no censurada- del Libro de la vida. Mediante una serie de mecanismos de identificación entre una y otra, “la novela elabora una relectura de la santa que, sin traicionar el espíritu teresiano ni la verdad histórica, se yergue regia e independiente de su referente real” (pág. 229).

El objeto de estudio de Julio Checa Puerta es el espectáculo de danza contemporánea Materia Media (2019), creado a partir de Medeamaterial, de Heiner Müller, que incorpora como novedad el hecho de que el personaje de Medea está interpretado por una actriz-bailarina que utiliza para moverse una silla de ruedas. El espectáculo, que supone una incorporación a la larga tradición de Medea de la visión de la diversidad funcional, está fuertemente connotado por la figura de la bailarina Tomi Ojeda en su silla de ruedas, lo que obliga al espectador a confrontar su imagen previa con una Medea que, sobre la perspectiva de género, añade una crítica sobre la sociedad capacitista.

Por último, Christian von Tschilschke estudia un nuevo enfoque de la identidad femenina en la novela Las maravillas (2020), de Elena Medel. Se trata de una novela que recupera, en opinión del autor, el retrato de los problemas de clase de tres mujeres, madre, hija y nieta, de clase obrera. La reivindicación de la condición femenina se mezcla con las reivindicaciones laborales de una forma que recuerda la de la novela de los años 30 representada sobre todo por Luisa Carnés. En Las maravillas, que comienza y acaba, de forma muy significativa, en la gran manifestación del 8 de marzo de 2018, la autora hace un repaso nada amable de la situación de las mujeres de clase obrera en la España actual.

El libro incide en dos líneas fundamentales: la recreación de los mitos clásicos y la visión del mundo de la mujer por parte de escritoras españolas del exilio y del interior. Estas dos líneas se entrecruzan muy a menudo, ya que autoras como María Teresa León, Carmen Conde o Cristina Morales, al revisar alguna figura mítica (del mundo grecolatino o del mundo hispánico) en realidad están proponiendo una nueva mirada sobre estas figuras que, de distintas formas, se convierten en nuevos modelos de feminidad y, en no pocas ocasiones, remiten a las vivencias de la propia autora, como es el caso de Rosa Chacel.

La obra editada por Pilar Nieva es, por todo ello, de una gran riqueza conceptual y, en su amplitud de miras, ofrece numerosas líneas de trabajo alrededor del eje básico del mundo de la mujer en la literatura española de los últimos cien años. Espléndidamente editado, es una obra extraordinariamente sugerente para todo aquel que se acerque a la literatura de las mujeres en el ámbito hispánico.