Catalina Bárcena: Voz y rostro de la Edad de Plata.

GÓMEZ GARCÍA, Alba y Julio E. Checa Puerta.
Madrid, Bala Perdida, 2023, 279 pp.

Bernardo Antonio González Wesleyan University
Catalina Bárcena: Voz y rostro de la Edad de Plata, de Alba Gómez y Julio E. Checa.

Conocida entre expertos como una de las referentes más destacadas del teatro y cine español del siglo XX, la figura de Catalina Bárcena (Cienfuegos, Cuba, 1888 – Madrid, 1978) lleva tiempo apartada de la memoria del público general.  Las fronteras que la actriz cruzó en su vida personal y profesional, las barreras que derribó en el intento y la influencia que ejerció sobre las artes escénicas y cinematográficas españolas son tratadas en una biografía que resulta tan lograda y amena como necesaria. Partiendo de la infancia cubana de la artista y el regreso de su familia a España (1897), los autores desarrollan el perfil artístico y profesional de Bárcena, en su dimensión cronológica, desde su incorporación en el Teatro de Arte de Gregorio Martínez Sierra (el Teatro Eslava de Madrid) entre 1916-1926, hasta los años de la República y de la guerra, su experiencia en el exilio con Martínez Sierra (1939) y, vueltos ambos en 1947, sus actividades teatrales en el conflictivo contexto la posguerra española. Los capítulos marcan el compás de la vida personal y profesional de una artista que se mueve entre el cine mudo y el sonoro, el teatro artístico y comercial, España y América, de una artista que –como García y Checa revelan– se mantiene firme en su rigor estético y compromiso profesional hasta caer, por las circunstancias de su vejez, en la soledad y el olvido. Recuperar la memoria de Bárcena en todo su dinamismo y complejidad para difundir una idea matizada de su valía artística constituye otra “tarea de justicia” más entre las ya asumidas por los autores de este volumen y por la editorial Bala Perdida. De Checa Puerta y Gómez García cabe citar Los teatros de Gregorio Martínez Sierra (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1998), de él, y Vivir del teatro: los exilios de Josita Hernán (Madrid: Bala Perdida, 2021), de ella. Del catálogo editorial conviene recordar las biografías ya publicadas de protagonistas del escenario y de la pantalla –Conchita Montes (2018), La vida encontrada de Encarnación López, La Argentinita (2020), Las Montenegro (2021)– además de las memorias de Paulina Fariza Guttmann, Tras el telón de acero (Hijas del exilio) (2022).

La influencia que Catalina Bárcena ejerció sobre la escritura dramática de su época es un tema medular del estudio y un asunto de gran interés. Que la literatura dramática se escriba en cierto modo desde las tablas es ampliamente reconocido, aunque la manera en que esto ocurre ha recibido poca atención.  Existe el caso célebre de Margarita Xirgu, actriz que inspiró a García Lorca para el génesis y la elaboración de La casa de Bernarda Alba.  Por su parte, Bárcena fue el modelo para muchas piezas escritas por Martínez Sierra en colaboración con su mujer, María de la O Lejárraga, aunque la influencia de la actriz no se limita a ellos.  Los numerosos elogios de la prensa que Gómez y Checa incorporan en su volumen dan una idea detallada de las cualidades y habilidades que Bárcena poseía y que directores y dramaturgos importantes consideraban idóneas para la revolución estética que buscaban.  Entre estos testimonios sobresale la manera personal y depurada de Bárcena “de decir y hacer la comedia”, “suave y melodiosa, dúctil y plena de vigor” (23). García Lorca aclama en verso el efecto “soñoliento” de su voz y sus ojos.  Críticos de todo el mundo rinden homenaje a su “encanto, belleza, espontaneidad y extrema simplicidad”. Su gran “naturalidad y frescura” fueron reconocidas por quienes la consideraban como la mejor arma contra los estilos “insulsos”, altisonantes y anticuados que aquejaban todavía el teatro en España, en escena y en papel. Y, sobre todo, la amplia gama de registros expresivos que dominaba.  Según confirman García y Checa, era una actriz singularmente versátil.

Por todo eso es fácil hacerse una idea del inestimable valor que Catalina Bárcena representaba para Gregorio Martínez Sierra, no sólo para su iniciativa en el Teatro Eslava entre 1916 y 1926 sino para los proyectos e iniciativas posteriores: durante su gira por América Latina entre 1926 y 1928, en Hollywood a finales de los 20, en la España Republicana en los 30, durante su exilio después de la guerra y cuando volvieron del exilio en 1947, poco antes de fallecer él.  Se desprende de este estudio que la “extraordinaria influencia” de Bárcena en el Teatro de Arte se debía en gran medida a ese ya citado dominio de un abanico de lenguajes escénicos –la pantomima entre ellos– que no solo se adecuaba a la misión estética sino a los intereses de lucro del director.  Dotada de una inteligencia particular, Bárcena comprendía el porqué de las últimas tendencias teóricas y sabía aprovecharlas en el escenario: “una actriz que piensa, que razona, que sueña, que estudia, que lee; una actriz artista de las que crean los personajes y no de las que los sirven” (75). Su voz “de sueño”, además de su “encanto” físico, la convirtieron en la candidata ideal para la transición del cine mudo al sonoro y para la conquista del mercado hispano que los estudios californianos buscaban. Si Bárcena fue la baza con la que don Gregorio pudo ganarse este y otros proyectos, es fácil comprender las intenciones de Gómez García y Checa Puerta cuando la describen como “una actriz principal capaz de transitar con solvencia (énfasis mío) desde el sainete y la comedia, hasta el drama simbolista y la pantomima” (116). La “solvencia” escénica de la actriz, que era imprescindible para la renovación del repertorio que Martínez Sierra planteaba “desde el eclecticismo”, era un valor cuantificable fuera del escenario. Las iniciativas de Martínez Sierra, con Lejárraga entre bastidores, se mantuvieron a flote, nuevas puertas se abrían y los horizontes –los estéticos y los materiales a la vez– se ensanchaban gracias en gran medida a su primera actriz.

Haciendo examen de la vida profesional y personal de Catalina Bárcena Voz y rostro proyecta una imagen coherente y fascinante de la huella que esta singular actriz dejó sobre la escena y el cine en España.  Con relación a esa huella cabe destacar los pasajes dedicados a su trabajo de empresaria. Con la compañía teatral que ella fundó en Madrid tras la muerte de Martínez Sierra, en el empobrecido ambiente cultural de los años 40 y 50, Bárcena logró formar una nueva generación de actores quienes, a su vez, recogerían la antorcha del mejor cine y teatro nacional. Pero en lo referente a papeles que Bárcena tuvo que desempeñar en su vida social y profesional García y Checa retratan con sutileza las dinámicas de poder que la mujer tuvo que sortear. Sugieren en distintos momentos que Bárcena estaba por encima de las posibilidades que sus circunstancias le ofrecían.  Para eso se apoyan en el análisis de los materiales de archivo: en las opiniones de críticos que aclamaban la “solidez interpretativa” de ella sin escatimar opiniones negativas acerca del repertorio repetitivo y anodino del autor; en los elogios que la compañía recibió en México debido especialmente a las expectativas levantadas por la primera actriz. La confianza que Bárcena se ganó de figuras de la altura de Dolores del Río y su integración dentro del estrellato hollywoodiense son otras pruebas más de su valía no solo artística sino empresarial.  Pero si Bárcena era la embajadora, ese papel llevaba un precio alto. Un calvario de peluqueros, nutricionistas, profesores de gimnasia, masajistas, maquilladores y modistas forjaban su propio ideal femenino con el cuerpo de una actriz que, como tantas otras, terminó sintiendo un profundo hastío. Con estos y otros aspectos de su vida los autores descubren la imagen de una mujer encorsetada entre los mecanismos de autoridad no disimilares a los que Martínez Sierra usaba como autor teatral: fabricando protagonistas que se mueven por los pasillos oscuros de relaciones triangulares y niños ilegítimos, vestidas como odaliscas y obedeciendo en gesto y movimiento, a veces sin hablar, las detalladas instrucciones de sus acotaciones. Los autores del volumen revelan así y con tacto y esmero el solapamiento de la vida artística e íntima de Catalina Bárcena. Es comprensible por eso que los detalles íntimos ocupen un espacio tan importante en el libro. Más allá de las dudas que esta historia resuelve, Voz y rostro termina planteando preguntas fundamentales acerca de la relación entre oportunidad y oportunismo. La frontera entre la educación y la manipulación emerge aquí en toda su porosidad: uno de los grandes logros de los autores.  Otros son la meticulosa investigación de archivo en que se basa, las penetrantes interpretaciones que ofrece y el estilo ameno y elegante que invitan a una lectura enriquecedora y entretenida.