Un teatro de cordiales fantasías.
Estudios sobre Alejandro Casona

FERNÁNDEZ INSUELA, Antonio
Edición de María del Carmen Alfonso García, Raquel Fernández Menéndez y María Martínez-Cachero Rojo. Oviedo, KRK Ediciones, 2019, 426 pp.

Universidad Autónoma de Madrid

Un teatro de cordiales fantasías. Estudios sobre Alejandro Casona

Alejandro Casona es uno de los más conspicuos representantes del teatro de palabra español del siglo XX. En la primera mitad de los años sesenta su nombre fue recuperado para nuestros escenarios gracias a la representación de varias de sus obras, aunque únicamente una de ellas, El caballero de las espuelas de oro, fuera escrita por dichas fechas. Hasta ese momento, el propio Casona, alejado voluntariamente de España, se había jactado del veto impuesto por él mismo a la representación de sus obras en nuestro país. Si fue esa una decisión acertada o errónea no procede planteárselo aquí, aunque resulte inevitable recordar las diferentes posturas de Buero Vallejo y Sastre ante el problema de las “dificultades administrativas” (entiéndase, trabas censorias): triunfó el posibilismo del primero.

Desde aquella resurrección, las reposiciones han ido dando fe de la vigencia de Casona allí donde los especialistas consideran que debe mostrarla un autor teatral: sobre las tablas. No puede decirse, por otra parte, que la fortuna le haya resultado esquiva, hasta ahora, en el mundo editorial, el otro ámbito de recepción digno de considerarse.

Son estas consideraciones previas quizá de algún interés antes de analizar el libro en el que varias profesoras de la Universidad de Oviedo han recogido 21 trabajos sobre el escritor asturiano firmados por Antonio Fernández Insuela, discípulo del recordado José María Martínez Cachero. No estamos ante un panorama completo de la trayectoria del dramaturgo asturiano, pero se le parece mucho, porque son tantos los textos casonianos abarcados que, si no se tiene un conocimiento cabal de la vida y obra de Casona, de una y otra es posible adquirirlo mediante la lectura de este volumen, que se abre con un artículo fechado en 1990 y se cierra con otro, inédito, redactado en 2019. Son prácticamente treinta años de tenaz investigación casoniana, con el resultado abrumador que reflejan estos cientos de páginas: 79 referencias de textos del escritor, teatrales, periodísticos, epistolares...

El prólogo de las editoras es breve, pero sustancial. De hecho, en él se proporcionan al menos tres claves interesantes sobre el fruto de estas investigaciones. La primera, el logro de “descubrir facetas poco o nada exploradas de la existencia y la producción del autor” (11). La segunda, el “rigor académico” (13), del que Fernández Insuela ofrece muestras más de una vez al reconocer la imposibilidad de acceder a determinadas fuentes. La tercera, la adscripción del autor al historicismo (12): asumiendo la segunda acepción que el diccionario académico proporciona de esta palabra, un buen número de los artículos se hace eco de reseñas sobre representaciones de Casona, reseñas que sin esta aportación que comento quedarían condenadas al olvido y al desconocimiento.

En efecto, una buena parte de los artículos del libro se centra en la recepción crítica de la obra de Casona en Hispanoamérica. En este punto, el material histórico que aporta Fernández Insuela (y las personas a quienes, generosamente, él agradece la información que sistematiza e interpreta) es de extraordinario valor, porque si las críticas periodísticas aparecidas en España resultan habitualmente accesibles, las publicadas fuera de nuestro país no lo son tanto. De ahí el interés de la recopilación de escritos sobre Casona que en su momento fueron publicados en Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Francia, Méjico, Puerto Rico y Uruguay. Dicho sea de paso, la lectura de muchas de las críticas, total o parcialmente reproducidas aquí, permite constatar la sólida preparación de los firmantes: en Hispanoamérica, si hay que juzgar por los documentos aportados por Fernández Insuela, la crítica teatral se mostraba tan bien formada como lo estaba, por lo general, la española.

No siempre aquellas obras resultaron acogidas favorablemente. La valoración no dependió solo de la calidad de los textos, de la interpretación de los actores o de la adecuación de los decorados. En el momento de abandonar España, el escritor asturiano trasportaba a su espalda una mochila ideológica que en unos casos lastró en el exterior la recepción de sus obras, pero en otros la favoreció: el crítico, naturalmente, proporciona una valoración que, aun siendo primordialmente estética, viene influida por apriorismos ideológicos, morales o de otro tipo. Casona intentaba mantener un difícil equilibrio entre lo que quería escribir (teatro “fantástico y lírico”) y lo que, en un determinado momento, se vio “en la obligación de hacer, [teatro] social” (86, n. 20, entre otros lugares). Esta última vertiente de su creación fue, debido al compromiso político del autor, predominante en los juicios sobre Casona anteriores a la Guerra Civil y durante ella. Felizmente, ha terminado imponiéndose la otra, y bien que lo lamentarían los críticos izquierdistas de Primer Acto, a los que Fernández Insuela alude más de una vez.

En el libro, por otra parte, también se pueden leer artículos, siempre ilustrativos, acerca de textos prácticamente desconocidos, como Farsa y justicia del corregidor, El peregrino de la barba florida, los cuentos “Bernadetto” y “La noche de San Juan”, o El misterio del María Celeste, pieza teatral escrita en colaboración con Hernández Catá. Casi tan desconocidos como otros documentos casonianos aquí aportados y que tienen carácter más personal.

El carácter recopilatorio del volumen da lugar, inevitablemente, a algunas repeticiones de ideas y documentos. Había dos posibilidades de abordar esta cuestión. Optar por la reescritura de los artículos habría obligado a sacrificar fragmentos de los textos originales, acción siempre dolorosa para el autor y no necesariamente útil para el lector. Se ha elegido la reproducción de lo que se publicó en su momento, con algunas remisiones a páginas de este mismo libro; parece una elección razonable y perfectamente defendible.

En ocasiones Fernández Insuela se manifiesta no enteramente de acuerdo con quienes lo han precedido en la investigación casoniana. La elegancia y la discreción definen siempre esas discrepancias concretas. Léanse a la luz de esta consideración las puntualizaciones que realiza a Andrés Trapiello en el tercer artículo del libro. Hay que tener en cuenta, para comprender a uno y a otro, la diferencia que separa un texto divulgativo de otro de investigación filológica: cada uno de ellos se dirige a un lector diferente y, por tanto, lenguaje y documentación son distintos en cada caso.

El autor, en cualquier caso, no se deja arrastrar por la devoción que a menudo los historiadores de la literatura sentimos por aquellos escritores a quienes creemos conocer suficientemente. Vayan un par de ejemplos: las reservas que expone Fernández Insuela sobre una de las obras menos conocidas del autor asturiano, Romance en tres noches, representada por primera vez en Caracas, en 1938, y sobre El caballero de las espuelas de oro (113 y 126, respectivamente). Dos buenas muestras del rigor del crítico.

Se me ocurre preguntarme qué opinión le merecerán al firmante de este libro los criterios de las revistas filológicas de nuestros días sobre la manera de citar trabajos ajenos y acerca de la importancia de las notas a pie de página. Acaso a muchos investigadores no les supondrá demasiado esfuerzo escribir sus trabajos prescindiendo de ese tipo de aclaraciones que hemos convenido en llamar notas a pie de página. Pero a muchos de los que cultivamos preferentemente el historicismo nos parece ese sistema reductor poco menos que un delito de lesa investigación. La página 180 del libro de Fernández Insuela tiene solo cuatro líneas de texto principal y 42 de notas, estas, además, en cuerpo inferior. Es verdad que he tomado el ejemplo extremo pero, en cualquier caso, no escasean aquí referencias de ese tipo. ¡Dichosa edad, felices tiempos aquellos en que a los investigadores se nos permitía desplegar nuestra erudición en extensas, pero normalmente muy ilustrativas notas a pie de página! En esto, como en tantas cosas, resulta difícil aceptar que hemos mejorado. Por supuesto, los alardes de erudición que tanto abundan en estas más de 400 páginas me parecen merecedores de elogio por quienes valoramos positivamente el acopio de documentación, sin la cual la interpretación del hecho literario termina siendo, como mínimo, parcial.

En definitiva, Fernández Insuela no solo aporta una amplia visión de la figura y la obra de Casona, sino que también sugiere vías de investigación insuficientemente exploradas, como las que enumera en las páginas 77-80. Su libro es casi un manual, impecablemente escrito, sobre el escritor que impactó en el panorama teatral español de los años treinta, que enriqueció las tablas de los países hispanoamericanos en los cuarenta y cincuenta y que orientó en los sesenta a un público español hastiado de realismo y anhelante de poesía, de literatura de calidad. Casona murió a los pocos años de su vuelta a España y no pudo presenciar la radical trasformación que la dramaturgia experimentó, aquí y en el resto de occidente, desde mediados de esa última década. Una trasformación, por cierto, bien conocida por Fernández Insuela desde sus primeros pasos como investigador, porque fue el autor de un temprano artículo de referencia (quizá el primero que publicó, en 1975) sobre el teatro independiente. Hasta ahí, evidentemente, no llegó Casona: ha resultado suficiente, a efectos de valoración histórica, que cultivara ese “teatro de cordiales fantasías” al que él mismo se refería en una carta fechada en 1953 (259 y 280). “Un teatro de cordiales fantasías”: difícilmente podría ser más acertado el título de este valioso libro.