Teatro y filosofía en los inicios del siglo XXI
ROMERA CASTILLO, José (ed.)
Madrid, Verbum, 2019, 488 pp.

Instituto Universitario de Análisis y Aplicaciones Textuales-Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Teatro y filosofía en los inicios del siglo XXI

El volumen de tan sugerente título es fruto de la vigésimo octava edición de los seminarios Internacionales que realiza el activo Centro de Investigación de Semiótica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologías, que dirige José Romera Castillo, quien realiza en la presentación del volumen, del que es editor, un recorrido por las líneas de investigación, proyectos, seminarios internacionales, publicaciones, tesis y otros trabajos de investigación que desarrolla el Centro desde el año 1991. Hace especial hincapié en la dedicación al teatro, que, como afirma, “Sus resultados van aportando intensa luz a la historia del teatro representado en España y a la presencia del teatro español en Europa y América” (16), que logran por su gran difusión, intensificada porque, además de las publicaciones en papel, se ofrendan en una web en abierto (http://www.uned.es/centro-investigacion-SELITEN@T/estudios_sobre_teatro.html). Muchas de las publicaciones han sido reseñadas en Don Galán (véanse los nos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8 y 9) y todas tienen una temática significativa que necesitaba de una actualización o bien no había sido transitada hasta el momento.

El volumen que se reseña, Teatro y filosofía en los inicios del siglo XXI, examina, como bien indica su título, la relación entre teatro y filosofía, que es asunto de gran enjundia e interés, del que se ha ocupado la crítica desde diversas perspectivas; bien se ha estudiado cómo los filósofos han reflexionado sobre el teatro –Aristóteles, Diderot, Schelling, Heidegger u Ortega y Gasset, por mencionar solo algunos ejemplos–, la filosofía como tema en las piezas teatrales, el teatro escrito por filósofos o bien la filosofía de la praxis teatral, tema este último muy frecuentado en los últimos tiempos, sobre todo por Jorge Dubatti, presente en esta obra, como veremos a continuación. La gran aportación de este libro es que se dedica a todos estos aspectos y, además, indagan sobre ellos no solo críticos sino también creadores de la escena, que es otra de las señas de identidad de los encuentros dirigidos por Romera Castillo y las publicaciones que dimanan de estos. La mixtura entre investigadores, autoría textual, dirección de escena, intérpretes, etc. produce una rica retroalimentación y cruce de saberes poco habitual en los libros académicos.

El editor ha optado por una división en dos grandes apartados, los que denomina “Aspectos generales” y “Dramaturgias”. El primer bloque se ocupa de deslindar el tema desde unos aspectos más teóricos, mientras que en los de las “Dramaturgias” hallamos estudios de autores, textos o representaciones concretas. Si bien decide disgregar por género al segundo –Dramaturgias femeninas” y “Dramaturgias masculinas”–, de modo que aparece, gráficamente dividido en tres bloques.

Se inicia “Aspectos generales” con un lúcido y completo texto del dramaturgo español Jerónimo López Mozo, quien hace una declaración de principios cuando afirma: “creo que hablar de teatro filosófico es redundante. No hay pieza dramática, incluso la más banal, que no tenga que ver con el sentido del obrar humano o con los principios que organizan el conocimiento de la realidad” (38). Tras lo cual deslinda los diversos aspectos desde los que afrontar el tema y opta por centrarse en las obras que tratan sobre filosofía o que están protagonizadas por filósofos, pero solo del siglo XX y de autores españoles, si bien las referencias extranjeras son indispensables, al final incluye la nómina de las mencionadas: cincuenta y una españolas y veinte extranjeras. De los autores citados, destacan, como es lógico, Eusebio Calonge (ocho obras citadas), Juan Mayorga (siete obras citadas) y Luisa Cunillé (cuatro obras citadas).

A continuación, se incluye una mesa redonda moderada por el profesor de la Universidad Camilo José Cela Emeterio Diez, en la que interviene el director de escena y profesor de interpretación argentino afincado en España Jorge Eines y el investigador, también argentino, Jorge Dubatti. “Filosofía de la praxis teatral” es el tema que Eines define como una parte de la Filosofía teatral que se ocupa “de lo que acontece en el acontecimiento” teatral, añadimos, e insiste en todo momento sobre la necesidad de una ética en el hacer, en la creación. Jorge Dubatti, por su parte, indica que “la filosofía de la praxis, que es esto que Eines está haciendo aquí, en vivo, al producir conocimiento sobre su hacer, la epistemología, la filosofía de las ciencias del teatro, cómo conocemos, desde dónde, si podríamos conocer de otra manera, cómo construimos nuestras hipótesis; y el tercer gran campo es esto de volver a hacerle al teatro las grandes preguntas filosóficas, la pregunta gnoseológica, la pregunta ontológica, la pregunta ética, la pregunta política, es decir, volver a las preguntas esenciales que, en el fondo, son las que a uno más le movilizan” (93). Son intervenciones de gran enjundia que invitan a la reflexión, creo que no solo sobre la creación sino también sobre el modo de afrontar la interpretación desde la crítica y la investigación.

La mesa redonda se complementa con el posterior trabajo de Jorge Dubatti “La filosofía del teatro como construcción científica: qué, por qué, para qué”, en el que presenta lo que entiende por filosofía del teatro luego de muchos años de investigación y confrontación constructiva con los creadores. Divide su intervención en siete grandes apartados, en los que desarrolla las tres líneas que menciona en su resumen: “Una Filosofía de la Praxis Artística; la disciplina científica que aplica las grandes preguntas filosóficas (Ontología, Gnoseología, Ética, Política, etcétera) al teatro como acontecimiento; una Filosofía de las Ciencias del Teatro, es decir, la dimensión epistemológica en su formulación más abarcadora: el análisis de las condiciones de producción de conocimiento y validación de la Teatralogía” (107).

De extraordinario interés es la reflexión que realiza José Luis Alonso de Santos, dramaturgo, director y pensador de gran calado; “El teatro y la razón poética” presenta una suerte de poética personal que enraiza con toda la tradición humanística y llama al compromiso y la responsabilidad de los creadores para propiciar un mundo “más claro, más luminoso y humano” (134), desde la Metáfora como gran herramienta, además de la Imaginación y la Fantasía. Es decir, tal y como definía “La razón poética” en las primeras páginas de su intervención; “El arte y la creación, en la escritura y en las demás artes, han de defender el valor de sus productos no solo por lo que aportan al patrimonio cultural de la humanidad, sino también porque hacen una lectura de la realidad a partir de un modo de acceso diferente a las formulaciones conceptuales de la razón, con un gran valor luminoso revelador” (130).

Raúl Hernández Garrido, miembro de Teatro del Astillero, que, como sabemos, es uno de los espacios en los que más se ha hecho investigación escénica en España, utiliza la metáfora de la ceguera para hablar de uno de los aspectos más debatidos de la creación, y que también tocó, de alguna manera, José Luis Alonso de Santos en su intervención, la responsabilidad del creador de ver esa realidad otra que no se percibe a simple vista. Se sirve de Platón y Lyotard para intentar desbrozar sus dilemas. Luego recurre a Los ciegos (1890), de Maeterlinck, que también le sirve para la reflexión final sobre los “Modos de ver un texto teatral del siglo XXI”.

Tres de los restantes cinco trabajos de este primer apartado se centran en el pensamiento sobre el teatro de filósofos como Nietzsche –Diego Sánchez Meca–, sobre la fenomenología –Gemma Pimenta Soto– o la neurofenomenología en la recepción teatral –Miguel Ribagorda Lobera–. Y los otros dos analizan montajes centrados en figuras de la filosofía, María J. Ortega Morales se centra en los de Denis Guénoun sobre las figuras de Platón, San Agustín y Spinoza. Mientras que José Ángel Arcega Morales se detiene en la adaptación teatral de El Criticón, de Gracián, que hizo la compañía Teatro del Temple.

En el bloque “Dramaturgias”, dividido, como mencioné, en dos apartados, el correspondiente a las “Dramaturgias femeninas” está conformado por seis trabajos de sendas investigadoras que indagan en la producción de diversas creadoras de este siglo XXI, que se refieren a la condición de la mujer o que versan sobre grandes mujeres de la historia; por ejemplo, dos investigadoras hablan del texto de Nieves Rodríguez La tumba de María Zambrano (2016). El primer trabajo dedica su atención a tres montajes de versiones de Antígona; Olivia Nieto menciona cómo “Los dramaturgos encuentran en su relato una posible respuesta a conflictos, angustias y tensiones no resueltas en la sociedad contemporánea” (239). En efecto, la temática de Antígona viene siendo habitual en la escena del ámbito hispano desde las últimas décadas del siglo XX, sobre todo en América Latina, porque es el personaje que mejor trasluce la necesidad de encontrar y enterrar a los muertos. Antígona en Mérida (2011), texto Miguel Murillo y dirección de Helena Pimenta, es, de las tres analizadas, la que más se acerca a las hispanoamericanas, por la conexión directa con la guerra civil española y los desparecidos que aún siguen en las fosas comunes.

Pilar Jodar se centra en dos obras que buscan la transcendencia, La guerra según Santa Teresa (2013), de María Folguera, y La tumba de María Zambrano (2016), de Nieves Rodríguez. La última pieza es también estudiada por Verónica Orazi, que examina la pieza desde las ideas filosóficas de María Zambrano. La investigadora Cristina Ros Berenguer parte de los presupuestos de la historia de Walter Benjamin para analizar el texto Los hijos de las nubes (2013), de Lola Blasco. Ana Prieto habla del proyecto comunitario Rebomboris (2018) y cierra el bloque el estudio del montaje de Matarile Teatro Teatro invisible (2014).

“Dramaturgias masculinas”, el último de los bloques, incluye nueve estudios sobre creadores españoles, hispanoamericanos y extranjeros. Se abre con una investigación de Miguel Ángel Jiménez Aguilar sobre dos obras de nuestro dramaturgo, director de escena, filósofo y matemático Juan Mayorga. Resulta curioso que no haya más estudios sobre la obra de Mayorga, debido, no solo a su condición de filósofo, sino al buen número de obras de su producción que se ocupan o inspiran en grandes filósofos. Jiménez Aguilar analiza El mago (2018) e Intensamente azules (2019). Rafael González y María Teresa Osuna se ocupan, respectivamente, de textos de los dramaturgos españoles Javier Gomá y Juan Pablo Heras. Mientras que Nel Diago revisa el tratamiento de la figura de Socrátes en una pieza del argentino Eduardo Rovner y otra del valenciano Chema Cardeña. María Nieves Martínez y Sonia Sánchez se instalan en la obra del chileno Marco Antonio de la Parra El último filósofo o Wittgenstein (2019). Los restantes cuatro trabajos transitan la escena internacional: López Antuñano nos ilumina con su investigación sobre el dramaturgo estadounidense Mark st. Germain; Eva García se centra en Leo Bassi; Arno Gimber estudia el texto de Hartmut Lange Nietzsche en la boda de Hitler con Eva Braun, y, por último, Sergio Camacho y Tan Elynn indagan sobre las “estrategias para las adaptaciones interculturales dentro del teatro musical” (464).

Como se ha podido apreciar, este volumen Teatro y filosofía en los inicios del siglo XXI (2019) realiza una gran aportación a la investigación escénica desde una perspectiva plural, aunando la creación y la investigación, con trabajos tanto escénicos como desde los textos dramáticos. Ha transitado por una temática siempre interesante, pero de capital importancia en los momentos que vivimos. Pareciera que hubiera sido profético este seminario, que se adelanta en muchas reflexiones que han surgido por mor de la crisis sanitaria que atravesamos y que conduce a toda la sociedad a una gran reflexión, casi ontológica, y desde luego sobre el teatro y su razón de ser. Es, por tanto, un volumen de necesaria consulta para sondear el teatro y sus sendas en estas dos primeras décadas del siglo XXI.