Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1944

El tiempo y su memoria
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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Juan Aguilera Sastre
IES “Inventor Cosme García”. Logroño

 

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EL TIEMPO Y SU MEMORIA

Parece que fue ayer, todo sigue igual

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En general, estas reposiciones de un teatro nada innovador, aunque de casi seguro éxito para actores y empresarios, fue recibido con benevolencia por la crítica, que solía destacar la actuación de los primeros actores y los aplausos, a menudo “entusiásticos”, del público. Pero también se reivindicaban algunas de estas obras “inexplicablemente” olvidadas por las compañías y la necesidad de su reposición, como pedía el crítico de La Vanguardia a propósito de Don Quintín el amargao, aunque finalmente lamentaba que el público resultó “menos numeroso del que era de presumir”: solo tuvo dos representaciones en el Comedia de Barcelona, si bien logró más tarde 25 en el Coliseum madrileño. En otras ocasiones, los elogios se repetían sin reserva. Así, ante la reposición de Rosas de otoño, el crítico de Informaciones no se recataba en definir a María Fernanda Ladrón de Guevara como un “espíritu inquieto con ansias de renovación y superación constantes” y la obra de Benavente como la sorpresa con la que aquel año iba a reverdecer “nuevamente sus laureles”, y auguraba que con la incorporación de Mariano Asquerino “la reposición alcanzará caracteres de estreno mañana en el Calderón”. Finalmente, alcanzó 31 representaciones. Cuando Ana Adamuz repuso El roble de la Jarosa, de Muñoz Seca, el crítico de El Alcázar aseguraba que “pese a lo trillado del asunto y a algunas ingenuidades, la farsa conserva fuerza suficiente no solo para entretener a toda clase de público, sino para motivar el aplauso”; el mismo crítico calificaba de obra de “alto sentido patriótico” La calumniada, de los Álvarez Quintero, que “nos supo a cosa nueva”, mientras que la reposición de La malquerida “volvió a estremecer al público”, si bien La Vanguardia había advertido cuando se puso en Poliorama que, con todo a favor, faltó algo en “quienes están llamados a realzar el agrado escénico de una representación teatral”, sin acusar directamente a los actores, Ana Adamuz y Fernando Fresno. Muñoz Seca también acaparó reconocimientos sin tasa, como ocurrió con la reposición de El último pecado. Alfredo Marqueríe la calificaba de “admirable comedia del inolvidable autor”, cuya “maestría” se empeñaba en desvelar a pesar del artificio de la obra, pues “lo esencial es que con una anécdota social cualquiera y con un asunto no muy original” se lograba “la maravilla de esta obra”; y añadía: “No le hace falta a la gloria indiscutible del inmenso autor teatral que fue D. Pedro Muñoz Seca ni una reivindicación ni una revisión, pero hacen muy bien las organizaciones teatrales inteligentes en reponer sus obras, bien del género humorístico o como esta, El último pecado, del género de la alta comedia, para que el público advierta la diferencia que existe entre tanta obrita insulsa y torpe como ahora se escribe y estas creaciones muñozsequistas, de un pulso, de un tono y de una habilidad teatral portentosas”.

En otros casos, como en las reposiciones de Echegaray, se admitía abiertamente la difícil permanencia de su teatro; por ejemplo, El gran galeoto, que en Barcelona presentaron las compañías de Enrique Guitart (Poliorama, 9 funciones) y Rafael Rivelles (teatro Comedia, 5 funciones), sin negar la labor artística y la “intensa fibra dramática” de los intérpretes, le resultaba al crítico de La Vanguardia una obra “algo empolvada por el curso de los años”; o Mancha que limpia, a pesar de alcanzar 51 representaciones en el teatro Calderón de Madrid y 2 en el Coliseo de Barcelona y de la meritoria labor de María Fernanda Ladrón de Guevara, obligaba a Jorge de la Cueva a justificar lo injustificable: “Solo a fuerza de talento y de arte grande puede conseguirse extraer, de un drama de concepto y de manera antigua, hasta hacerlo patente y destacado en primer término, lo que hay en él de humano”. En otras ocasiones, no había paños calientes para reposiciones que no concordaban con el gusto del crítico, como la de La loca de la casa, de Galdós, pese a que Ana Adamuz logró ofrecer 16 representaciones en la Comedia y 9 más en el Infanta Beatriz. Para el crítico de El Alcázar, si se hubiera estrenado ese año “probablemente no habría llegado al final”, porque en su opinión “el procedimiento, la técnica teatral –nunca dominada por el genial autor de los Episodios nacionales– resultan arcaicos, rebuscados, falsos, prolijos de frases de relumbrón escritas para las masas”. Con más benevolencia fue acogida la adaptación realizada por los Quintero de Marianela en el homenaje a María Isabel Pallarés en el Infanta Beatriz, que logró 9 representaciones.

En el capítulo de necrológicas, la prensa da puntual noticia de la desaparición de actores veteranos o relativamente jóvenes, como Manuel Bernardos, Alejandro Nolla, Pedro Larrañaga, la tiple Clotilde Moreno, Manolo Paris o el popular actor cómico Antonio Murillo, “en plena juventud”; empresarios como el del Principal de Zaragoza, Ramón Casas; de periodistas como Pablo Perellada y Molas (Melitón González). Breve reconocimiento se dispensó, por el contrario, al crítico teatral José Alsina, cuya trayectoria en diversos periódicos se recuerda sucintamente, al contrario de lo que ocurrió con la muerte de Joaquín Álvarez Quintero, cuyo entierro constituyó un acto de luto nacional y de afirmación patriótica y cultural de la España del momento. ABC lo despedía asegurando que con él se iba “todo un curso vivo de más de medio siglo de teatro” y que los dos hermanos habían estado siempre al servicio de la “dignidad de nuestro teatro y de los más acendrados valores de España”. El crítico de La Vanguardia destacaba que con él “España pierde uno de sus hijos más preclaros y a un comediógrafo que entra de lleno en la historia gloriosa de nuestra dramática”, cuyo vacío “no podrá ser cubierto”.


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