El teatro es el género fundamental de las corrientes escénicas, musicales y cinematográficas, por lo que se observa una gran preponderancia del mismo en las páginas de prensa. Quizá por ello tiene una especial conexión con el resto de los géneros artísticas y de ocio.

Más allá de la pujanza del teatro musical, algunos de los éxitos del año (más de 100 representaciones) no fueron, en puridad, teatrales sino piezas de otras artes escénicas. Más de cien funciones tuvo el ballet clásico Scala 1943, espectáculo de la Scala de Berlín. También tuvo música el gran éxito circense infantil del año: el Charivari infantil del Circo Price.

En cuanto al mundo del cine, encontramos varios hitos significativos de la interacción entre ambas artes. Fernando Delgado a partir de un argumento de los Álvarez Quintero (Joaquín y Serafín) estrena ese mismo año La patria chica (la historia de un grupo folclórico español que va a París contratado por un empresario francés) con Pedro Terol, Pilar Soler, Eva López, Maruja Tamayo y Estrellita Castro. Esta última, recordemos, tiene un gran año pues, amén de la película, estrena en el Tívoli la segunda parte del espectáculo Cabalgata que sirvió como su presentación.

La protagonista de la primera parte de la exitosa Cabalgata, Lola Flores, es una figura especialmente interesante para analizar el cruce entre las páginas de teatro, de cine y las de sociedad. En terrenos teatrales cuenta con un gran éxito, como atestiguan las 200 funciones del citado espectáculo Cabalgata, en las que es destacada como “La gran figura” (118567). Además, en el Tívoli llegará a las 35 con un espectáculo hecho a su medida de la “Gran compañía lírica española de bailes y canciones”. En terrenos cinematográficos, la artista venía de hacer las películas Martingala (1939) y Un alto en el camino (1941) y estrenaría, ese mismo año, las películas Misterio en la marisma y Una herencia en París, ambas con éxito de público. A la par, la artista es ya un fenómeno mediático y los periódicos prestan mucha atención a la vida personal de la cantante. Por ejemplo, L. Palazón en Arriba titula un artículo diciendo que “Lola Flores: la genial artista flamenca, no es gitana, pero, según ella, está haciendo los cursillos” (12-08-1943).

Otras obras son interesantes para ver la interacción entre los campos culturales y los del poder. Felipe Sassone en “Del teatro al cine y viceversa” (La Vanguardia, 23-11-1943) comenta el estreno de El escándalo (adaptada, por Sáenz de Heredia,  de la obra homónima de Pedro Antonio de Alarcón con el gran actor Rafael Luis Calvo), lo que sirve a Sassone para negar el divorcio, pretendido por algunos cineastas,  entre los actores de cine y de teatro, y de paso  acordarse (aunque venga poco a cuento) de ese ejemplo “bellísimo y españolísimo” que presenta el director de Raza.

Ejemplo de hasta qué punto llegó el trasvase entre teatro y cine es un artículo de José V. Puente sobre los actores de teatro y de cine. De entre todas las obras de teatro del momento destaca La pequeña ciudad. Esta misteriosa “pequeña ciudad” es posiblemente la versión de Our Town de Wilder que llevara a cabo en el TEU Modesto Higueras y que repondría al año siguiente Escobar en el Español. El trasvase entre el teatro universitario, “nuestro teatro de ensayo” que diría Igoa, y el institucional estaba asegurado gracias a la personalidad del memorable director de escena. El hecho de que en un artículo en un diario generalista como Arriba se explique la diferencia entre actores de uno y otro medio incide en el interés que despertaba en 1943 el mundo actoral en esa intersección entre los mundos de las tablas y el cinematógrafo. Los grandes actores (Orjas, Leal, Garcés) y las grandes figuras de la canción (Flores, Castro) comienzan a moverse con naturalidad entre uno y otro medio. Comienza, pues, de manera titubeante en esta España de la autocracia y el racionamiento, uno de los trasvases culturales que caracterizarán posteriormente la modernidad.