Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1939

El tiempo y su memoria
Escena y política
Modelos y espacios
Protagonistas
Memorabilia
El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio Huélamo Kosma
Centro de Documentación Teatral

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EL TIEMPO Y SU MEMORIA

UNA HERIDA SIN CERRAR

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Frente a ello, no es raro hallar reseñas, entrevistas o artículos en los que se aportan, como ejemplo de la riqueza escénica que promete el nuevo régimen, diferentes listados de obras comerciales estrenadas durante la Guerra, con gran éxito a decir de quienes forjan las noticias, en la zona nacional. Nada comparable, sin embargo, al teatro de Falange que, en opinión de los críticos más adictos al régimen, supone la salvación del teatro español en medio de la desolación (como mejor ejemplo se apela al triste reinado del sainete) en que se hallaba instalado ya antes de la Guerra: el rescate de la tradición clásica española llevada a cabo ya con cierta anterioridad al término de la Guerra por el Teatro de F.E.T. y de las J.O.N.S. en múltiples escenarios de la España franquista, dirigido por Luis Escobar, así como el éxito popular que se le atribuye, permite, tal se dice, que el teatro español continúe en pie “como cosa neta y gloriosamente española”.

Se trata, además, de subrayar otros aspectos importantes de la escena que, fuera del dominio republicano, obtuvieron los laureles del triunfo: así se predica, por ejemplo, de algunos autores y compañías que en San Sebastián, lugar proverbial de descanso de la retaguardia franquista, o en la Barcelona recién conquistada habían cosechado importantes logros y reconocimientos: Antonio Quintero y Adolfo Torrado como escritores, y compañías como las de Tina Gascó y Fernando Granada, o María Basso y Leandro Navarro, o la de Carmen Díaz, de quien se cuenta que había debutado con toda valentía en Zaragoza bajo un intenso bombardeo. Junto a ella, forman parte de este grupo de actores-héroes, y así se enfatiza, otros que empuñaron las armas o tuvieron participación activa en los frentes: por ejemplo, García Ortega o Natividad Zazo. Sin duda, no era esta la consideración que merecieron otros cómicos, también autores y compositores, que, llegado el término del conflicto, debían compensar anteriores desafecciones o  tibiezas en relación con el nuevo régimen mediante generosas entregas de oro al Tesoro Nacional luego convenientemente aireadas en la prensa del momento: el maestro Padilla o los célebres payasos Pompoff y Thedy serán ejemplos de ello. Llegaba el momento en que las credenciales y los avales  ante las instancias de los vencedores se convertían para muchos en instrumento de supervivencia y aprecio: incluso a algunos autores, por más consagrados que fueran, se les reprocha, en aplicación de las proclamas antiburguesas del ideario falangista, su escasa participación en la guerra o su ingratitud ante los vencedores, reflejo de su timorata condición de burgueses de saloncillo: no era el caso de quienes sí habían actuado como modelos de acción a favor de los nacionales (Miguel Fleta o Joaquín Calvo-Sotelo son citados elogiosamente a este respecto). Frente a ellos, y sin lugar para el olvido, se proyectaba el denuesto contra Rafael Alberti, “uno de los seres más abyectos que nacieron por error en nuestro suelo”.

En medio de todo ello, es también el tiempo de los regresos de quienes habían sido sorprendidos por el conflicto de viaje o en gira o de quienes, tras el estallido bélico, habían buscado refugio fuera de España; el goteo es incesante: algunos, saludados con verdadera simpatía y alborozo (Irene López Heredia, Vicente Escudero, María Palou y Felipe Sassone…); en ocasiones, se trata todavía solo de un deseo (Eugenia Zuffoli, Pascuala Mesa..) y, en otras, de “deplorables ausencias” (Lola Membrives) que, a veces, llegan a considerarse ofensivas (Carlos Arniches). De todos ellos solo quizá a Raquel Meller, en su condición de diva, contratada por Circuitos Carcellé para actuar en el Teatro de la Zarzuela, se le llegue a admitir, en medio de la euforia de otros regresos, la confesión de su declarada tristeza por esos “tres años terribles”.


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