A partir del año 1949, con el estreno de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, penetra en el teatro español de la época una nueva noción de realismo; la que tiene como punto de partida el contar desde la escena los aspectos menos tolerables de una sociedad en la que los individuos más desfavorecidos por la fortuna luchan por una vida sin horizontes y avanzan hacia un incierto porvenir, en la situación de una España asolada por la Guerra Civil y sumergida en una azarosa posguerra. Con esta actitud, el teatro español se une al de otros países que, tras la Segunda Guerra Mundial, desarrollan importantes nociones sobre el compromiso humano individual, bajo al influencia del existencialismo; y sobre la consideración del destino de los grupos sociales menos afortunados y de su lucha por superar la desventaja de su posición frente a los elementos que representan el poder. Desde tal perspectiva, este teatro se incardina dentro de un canon artístico que se desarrolla también en el neorrealismo cinematográfico, y que afecta a otros géneros literarios de la posguerra en España, con obras como La familia de Pascual Duarte y La colmena, de Camilo José Cela; Nada, de Carmen Laforet, o Hijos de la ira, de Dámaso Alonso

 

(Virtudes Serrano, "Los autores neorrealistas", en: Javier Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español. Vol. II: del siglo XVIII a la época actual, Madrid, Gredos, 2003, p. 2789).

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