Tanto en sus dramas socio-costumbristas: Historia de una
escalera, Hoy es fiesta y El tragaluz, por citar los de
distintas épocas, como en los simbólicos: En la ardiente oscuridad, El
concierto de San Ovidio, en los históricos: Las Meninas o El
sueño de la razón, con su impronta inconfundible -que es el talento-, con
sus invenciones arriesgadas e imposibles en quien no domine el arte de hacer
comedias, hay siempre un honrado testimonio de la vida española, un deseo de
contribuir a mejorar nuestro ser y existir, una crítica transparente o
parabólica, sin que ese compromiso, como es tan frecuente, maltercie la
eficacia literaria del texto. He ahí su preciso equilibrio: compromiso, arte y
novedad llevados con tacto prudente y responsabilidad. Eficacia para decir
cuanto quiere sin herir, sin ofrecer blanco literal; y de manera inequívoca.
(Francisco Gacía Pavón, "Antonio Buero Vallejo. Sus trabajos
y sus días" en Mariano de Paco (ed.), Estudios sobre Buero Vallejo,
Murcia, Universidad de Mrucia, 1984, p. 25).